Sin temor… ni esperanza

Que no, que no es una reflexión triste, ni melancólica ni habla de desesperanza (al contrario) el título de este blog. La esperanza es como un confiar inconsciente (a veces no), como una paciencia o “ensayo de eternidad” que diría cierto sabio. Pero no es esa la esperanza a la que me refiero, sino a la de “esperar” algo concreto, a hacer las cosas con la intención de obtener un resultado, o a relacionarte con alguien de determinada manera con la intención de obtener algo a cambio. Cuando digo “sin esperanza” me estoy refiriendo a un hacer sin pensar o estar pendiente del fruto de esa acción. Sería lo que en la India llaman “recta acción”, un entregarse a las acciones por otras causas que no son el fruto de la acción, algo que no es fácil de entender para nuestro normal estilo de vida con mentalidad mercantilista.

El temor al que me refiero no es el sano miedo, o prudencia, que evita que nos pongamos en peligro de la forma más absurda, ni el que nos aleja, afortunadamente, de la temeridad. Me refiero al temor que nos limita, que nos lleva a querer controlar todo lo que nos rodea para que nada cambie, llegando incluso a crear a nuestro alrededor una “vida falsa”, un lugar cercado donde no entra el “aire” de la vida, lo imprevisto, la sorpresa, y por lo tanto, nos perdemos la riqueza de las experiencias nuevas.

Pongamos un ejemplo: si tengo un amigo que cuando sales con él no baja de las cinco cervezas y temes las consecuencias o que te arrastre a imitarle, puedes llegar a decirle que podemos quedar, pero que si pasa de tres cervezas te vas. El temor nos hace limitarlo, pero entonces no dejamos que ese amigo sea como es, te pierdes su autenticidad (es un ejemplo, no pretendo hacer un alegato a la bebida). Si esa persona te puede dar algo o ayudar de alguna forma, entonces le miramos con ese interés en la cabeza y en el corazón, con lo cual “envenenamos” nuestra propia forma de ser, y ese tiempo nos será robado por esa actitud egoísta.

De ahí esa sencilla formula que tantas alegrías me ha dado cuando la he conseguido aplicar, la de moverse por la vida “sin temor… ni esperanza”.

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