Pánico en la opulencia

Como matemático, me interesa tratar de explicar cómo todos los sucesos físicos pueden ser explicados por leyes matemáticas. Astronomía, física o química parecen ser el campo natural de acción de las matemáticas. Pero lo realmente interesante es utilizar métodos matemáticos para explicar los comportamientos de los seres vivos y más aún el de los seres humanos. Biología, sociología o psicología serían los campos de acción en los que posiblemente muchos de nuestros lectores dudarían de la conveniencia de emplear métodos numéricos para explicar la realidad.

Sin duda, simples métodos aritméticos, algebraicos o geométricos son insuficientes para explicar la complejidad del comportamiento humano. Pero avances en los últimos 50 años en los campos de la Inteligencia Artificial, de la llamada Teoría del Caos o de los Fractales nos ofrecen una explicación no totalmente racional de la Vida, pero sí formulable matemáticamente.

¿A qué viene esta reflexión? Pensaba recientemente cómo puede explicarse el comportamiento de las últimas dos semanas de una sociedad opulenta del primer mundo como España, en cuanto falta alguna de las cosas que asumimos que siempre están ahí. Me refiero a que la llamada «desaceleración económica» ha traído un, esperemos breve, parón en el crecimiento económico español. Y si antes nadie comentaba cómo se hacía dinero tan fácilmente comprando por 1 lo que luego se vende por 2, ahora todo el mundo se queja. A la disminución de los ingresos se suma la subida de la gasolina, de los transportes y, por tanto, de casi todos los productos que consumimos, que ya no se producen en la huerta o la granja de al lado, sino que vienen de cualquier insospechado lugar.

Y llega el miedo. Peor aún, el pánico.

Paran los transportistas y todo el mundo se vuelve loco para tratar de acumular lo que no nos hace falta. Y todos nos volvemos locos dejando que se pudran toneladas de alimentos. Y el pánico llega a los supermercados, a las estaciones de servicio. Y algunos parecen estar en guerra, por unos pocos euros, llegando a absurdos enfrentamientos, y peor aún, la muerte de algún implicado.

Hemos visto imágenes que nos recordaban a los países del Tercer Mundo cuando tienen una gran catástrofe natural, pero que no nos imaginábamos pudieran ocurrir en el Primer Mundo, en el que abundantemente sobra de todo.

¿Podríamos predecir matemáticamente estos sucesos? Sinceramente diría que no deben sorprendernos, porque según nos dice la Teoría del Caos, una pequeña variación de nuestras condiciones iniciales de opulencia nos puede traer una fuerte variación en los resultados. Cuando no es posible una continua y leve corrección, es necesario un fuerte cambio para volver al equilibrio.

Pero lo que sí nos puede interesar no es predecir, sino paliar estos efectos tan negativos. Ahora ya hablaríamos de una mayor justicia social o de una moderación en nuestros objetivos: una buena filosofía de vida nos dice que no debemos aspirar a conseguir TODO a costa de CUALQUIER cosa o a costa de cualquier persona. El ser humano del primer mundo se ha convertido en un gran egoísta que quiere conseguirlo todo, y que como un niño pequeño teme perder cualquier pequeña cosa sin importancia y por eso se comporta con pánico cuando hay dificultades en el suministro de algunas de las cosas superfluas que compramos diariamente. Como leía hace unos días en una brillante carta al Director en el periódico ADN, la gente se ha lanzado a acumular agua o papel higiénico, cuando realmente es la cultura, la educación, la filosofía lo que realmente necesitamos: el día que escaseen ejemplares de la Odisea o de la República de Platón será cuando habrá que alarmarse de verdad…

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