Energía y vida

The field is the sole governing agency of the particle.

El campo es el único agente que gobierna a la partícula.

Albert Einstein

Una amiga me ha enviado el enlace a un vídeo en el que se extracta el contenido de una película, en español “La matriz de la vida”. Y me ha sorprendido cómo la ciencia, apartándose del anquilosamiento del materialismo, hasta ahora imperante, comienza a penetrar agudamente en los misterios de la vida.

El principal descubrimiento, a mi parecer, retorna a la sabiduría ancestral de todas las grandes civilizaciones, conservada aún hoy día, aunque incomprendida, perseguida y maltratada, obviamente por aquellos que quieren seguir manteniendo, por mor de sus intereses, los viejos esquemas ya desprestigiados del materialismo decimonónico.

Ese descubrimiento estriba, para mí, en establecer correctamente la secuencia del mecanismo de la vida, algo tan sencillo como darle la vuelta al que se utiliza ahora. En realidad, casi todo el conocimiento de lo real mantiene un mecanismo inverso al que establece el materialismo. En el caso de la vida, no es que el cuerpo físico genere, mediante complicadísimas operaciones bioquímicas, la vitalidad, las emociones y sentimientos, le mente y la razón, e incluso, como algunos se atreven a afirmar, la llamada “vida espiritual”. Es justo al revés, ya que lo denso o burdo no puede generar nunca algo más delicado o sutil. Más bien lo fino, lo sutil, lo delicado, es lo que engendra y da forma a lo más denso y más lento.

Y no es que el ADN gobierne la totalidad de nuestra existencia en todos los planos conocidos y en los no conocidos, porque entonces ¿quién gobierna al ADN? ¿Qué clase de inteligencia le hace que sea como es, y no que sea, por ejemplo, una patata o una calabaza? ¿Y por qué nuestros ADN tendrían que ser distintos y particulares de uno a otro ser humano, de un animal a otro, de una planta a otra, y, me atrevería a decir, de un mineral a otro?

Creo que los materialistas piensan que cada ADN se configura como cuando se le da al botón de una máquina tragaperras. Lo que salga es lo que sale. Y se acabó el problema. Y también se acabó la investigación. Es “la razón del azar”, cuando, por cierto, el azar es el sumum de la irracionalidad. Se podría llegar a concluir que todas las fórmulas y todas las matemáticas, la física y todo lo demás que investigó A. Einstein lo consiguió, “lógicamente”, producto del azar, consecuencia del ADN que le tocó en suerte.

Y si la manzana que le cayó a Newton en la cabeza le hizo pensar en la atracción de las masas y en la ley universal de la gravitación, cualquier otro al que le cayera en la cabeza una manzana, o una pera, o un níspero, lo hubiera descubierto igualmente. Newton lo descubrió por su ADN especial, y Einstein igualmente descubrió lo que descubrió por su ADN especial.

Y yo, ¿cómo he sido tan tonto como para que me tocara el ADN que tengo, que me da para tan poquita cosa? Me quejaré, aunque aún no sé a quién…

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