Querido amigo:
La vida, ciertamente, no es un naufragio, sino una travesía muy larga por la
mar procelosa, impredecible. Una aventura llena de días y de años todos
distintos, como la mar. Unos apacibles, otros borrascosos, atardeceres
sublimes, nieblas terribles, viento favorable que te impulsa a tu destino,
vientos contrarios con los que bregar, y también calmas chichas. Arribadas
felices y naufragios dolorosos.
Todo ello es la vida.
Pero hagamos como los marinos. Si el día es de bonanza y el viento fresco, a
izar todo el trapo y que corra el ron y suene la música. Si entramos en
temporal, arriar las velas, despejar la cubierta y preparar todo para
capearlo. Hay que esperar a que amaine. Si nos sorprende la calma chicha,
paciencia, a preparar bien el buque para cuando sople de nuevo el viento. No
hay duda de que volverá a soplar.
Si arribamos a puerto con ventura y con toda la carga, démosle gracias a
Dios y a la mar.
Si naufragamos y perdemos el buque y la carga, al menos hemos salvado la
vida. Siempre habrá otros navíos en los que enrolarse y otras hermosas
aventuras que vivir. Nos esperan puertos y ciudades nunca imaginados,
muchachas exóticas que nunca soñamos, nuevos aires y nuevas tierras…
¡Somos marinos! y hoy… día de naufragio… ¡doble ración de ron!