Vivimos tan deprisa que no nos damos cuenta que la mayor parte de las experiencias y circunstancias que nos acontecen en la vida las hemos sembrado con anterioridad.
Es buena práctica preguntarse por la finalidad e intención que anima la mayor parte de nuestros actos. Hacer consciente el para qué de lo que hacemos. El enfoque, el sentido es muy importante, no sólo por el resultado objetivo que producimos a través de nuestros actos, sino por el estado de la conciencia con el que vivimos y por tanto con el que saboreamos cada instante.
La realidad presente y futura la construimos primero en nuestra mente y en nuestro corazón.