¡Cuántas cosas ha movido la indignación en la Humanidad!
A Gandhi lo encarcelaron por alborotador, indignado en un país donde política era sinónimo de corrupción.
Luther King se indignó porque el color de su piel servía como disculpa para que le negaran su condición humana y se enfrentó a todo el sistema (que se dice pronto). Decía que el valor de un hombre no se mide por su cuenta bancaria ni por el tamaño de su coche, sino por su compromiso con la justicia, y movió con su ejemplo a millones de personas, incluso después de muerto.
Nelson Mandela se pasó 27 años de su vida en una celda y, como él mismo diría más tarde, nunca pudo oír en ese tiempo la risa de un niño. Su indignación le llevó a ser presidente de un país en el que se borró pacíficamente la línea de odio que había separado a blancos y negros. Y lo consiguió con su ejemplo.
Motivos de indignación hoy no faltan. A mí me indigna la pobreza de los niños que nacieron en el lugar equivocado, o que haya villanos “de guante blanco”; por lo menos antes sabías contra quién tenías que dirigir tus iras. Me indigna que las generaciones del mañana se encuentren un planeta hecho una porquería, enfermo y que les enferma de pura contaminación.
Todos los verdaderos filósofos fueron siempre unos indignados que canalizaron su sed de justicia hacia una vida llena de valores, que supieron transmitir para beneficio de todos.
Yo también quiero un mundo mejor. Y para eso hace falta un ser humano mejor. ¿Faltan buenos ejemplos en esta sociedad? Yo creo que no. También les hay. Es cuestión de seguir su ejemplo.
Tal vez la palabra «indignación» pueda ser definida como una forma de ira motivada por la visión de una injusticia. Se dice que definir que es justo o no, es todo un problema ya que desde algún lugar siempre es posible justificar cualquier cosa. En general, vemos la injusticia y reaccionamos a ella cuando nos duele, pero ¿porque no podemos ver la gestacion de las situaciones injustas? Es posible que la atención de los propios problemas nos impida observar el conjunto, asi como la fuerte interconexión con el mismo. Ignoramos por lo tanto los detalles finos de los sucesos y no vemos sus implicancias hasta que el agua nos llega al cuello. Estoy seguro de que cuando podamos sentir el dolor ajeno con la misma intensidad que el propio, recien allí desaparecerá el malestar humano.
La película «Invictus» retrata bien isto, tomando lo ejemplo de Mandela. Un hombre admirable.