Ocurre que el modo de vida actual nos está acostumbrando a ser dependientes de los acontecimientos externos. Cuando las cosas nos van mal, pensamos que necesitamos la ayuda de otra persona para poder resolver nuestros conflictos, para gestionar nuestra vida.
Es un fenómeno moderno que comenzó con la aparición de esos superhéroes de los cómics y las películas de la mitad del siglo XX. Cuando ya todo parece abocado al desastre, al caos, o simplemente al dominio de “las fuerzas del mal” y nadie es capaz de solucionar la situación, sólo cabe que aparezca un supermán, o cualquier otro héroe con fantásticos poderes que pueda restaurar el orden inicial.
Es curioso el papel de los simples humanos en estas “fábulas”, pues apenas hacen ningún esfuerzo y se mantienen pasivos, esperando que ese ser humano con fantásticos poderes intervenga.
La pasividad de la sociedad se fomentó durante toda la segunda mitad del siglo pasado con la popularización de la televisión. Ya ni siquiera nos preocupamos por nuestro ocio, sino que esperamos pacientemente “lo que pongan” en la emisión. La aparición de más cadenas no nos ha hecho más libres, pues al final, y como curiosamente su nombre indica, esto no son más que nuevas “cadenas” a nuestra aparente libertad.
Pensábamos que Internet iba a transformar la sociedad, porque entonces tendríamos el poder suficiente de elección: elegir nuestro ocio, elegir lo que queremos ver, acceder a más opciones que nunca anteriormente. Y sin embargo, esto tampoco ha sido así. El maravilloso invento de Internet, la capacidad de comunicarse con seres humanos de cualquier lugar del planeta y la posibilidad de acceder a cualquier texto, música o vídeo actual o del pasado no ha reforzado nuestra independencia. La mayoría de la gente utiliza este poder tan solo para copiar a los demás, para evitar esforzarse y simplemente repetir lo que cualquier otro ha escrito en Internet antes que nosotros. Nuestros jóvenes ya no memorizan porque todo está almacenado en Internet y no investigan porque simplemente utilizan lo que leen en Google sin esfuerzo.
Teniendo en cuenta que el 99% de la gente es pasiva en Internet y se limita a leer lo que otros escriben, y que de ese 1% la gran mayoría es una copia de lo que otros han escrito, al final nos damos cuenta de que realmente la actitud en Internet es esperar a que otro haya escrito ya sobre lo que queremos saber, sin poner nada de nuestra parte.
La pasividad de la sociedad está siendo reforzada más aún por la televisión. Se ha instaurado una sensación de que la solución a nuestros problemas tiene que venir de fuera. ¿Por qué digo esto? Por la cantidad de programas de televisión que se han popularizado en los que los “concursantes” son incapaces de gestionar sus valores, su vida, y confían en que alguien de fuera, un “supermán” les ayude a salir adelante. Sin querer ser exhaustivo, este fenómeno empezó con los concursos de aspirantes a estrellas de la canción que necesitaban para triunfar la aparición de un “triunfador” anterior para que les orientara su carrera. Se intentó, sin éxito, exportar esta “operación triunfo” a otros campos de la interpretación artística como el teatro, el mimo e incluso el circo. Después aparecieron programas para que los padres, incapaces de educar a sus hijos, acudieran a una pacientísima “superniñera” o a un musculoso y enérgico individuo para disciplinar a los díscolos y malcriados adolescentes. Al mismo tiempo, y no vamos a ser malpensados sobre qué programa se creó antes, aparecieron varios programas para educar a nuestras mascotas que sufrían los mismos problemas que los jóvenes de nuestro siglo: falta de confianza y de reafirmación, y exceso de comportamiento violento y agresivo con otros de su especie.
Después se pasó a lo personal: el problema ya no está en los que dependen de nosotros, sino en nosotros mismos. Así aparecieron programas en los que personas poco afortunadas estéticamente (según el criterio actual) conseguían cambiar su imagen (su “look” que se dice ahora) para que, incluso por medio de operaciones de cirugía, lograran esa autoestima que no tienen. O también otros programas en los que un grupo de “expertos” logran que los protagonistas pierdan buena parte de los kilos que les sobra y que por sí solos serían incapaces de conseguir, o la aparición de estilosos sujetos enseñando a los protagonistas a vestir bien, a arreglarse bien, a tener “buen estilo”.
También he visto programas en los que se trata de arreglar la casa de los descuidados dueños para que tenga otra apariencia más “chic”. Y lo último, de momento, son los programas en los que un chef se encara con dueños, cocineros y camareros de desastrosos restaurantes y con la ayuda de un gran equipo les limpia y redecora el local, además de crear nuevos platos para el restaurante. Parece que si no fuera por la ayuda de un “supermán” nunca seríamos capaces de lograr por nosotros mismos lo que queremos conseguir.
Este fenómeno, más allá de que en realidad lo que vemos tiene un alto grado de ficción, puede ser perjudicial para todos si se instaura ese sentimiento de desamparo y de incapacidad de conseguir nada por nosotros mismos. Si los jóvenes piensan que al final todo se arregla si viene alguien desde fuera a decirnos cómo hacer las cosas, nunca se esforzarán.
Como filósofo me preocupa este hecho, que perdamos la capacidad de ser “arquitectos de nuestro destino”. A raíz de esta frase, y para terminar, quisiera recordar el comienzo del poema “En paz” de Amado Nervo:
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
No esperemos, por tanto, que venga un supermán a resolver nuestra vida: aprendamos de ella, sembremos rosas y recogeremos rosas. ¿Alguien dijo karma?
Excelente reflexion. Es asi mismo; hemos permitido que nuestra libertad recida en manos de otros porque no queremos hacernos cargo de esa responsabilidad. Es muy cómodo, ya que si algo sale mal, son los demas que tienen la culpa, y nosotros seguimos siendo victimas de una sociedad tiranica que solo nos oprime.
Nos quejamos e indignamos ante muchas cosas, con razon la mayor parte del tiempo; pero el cambio es personal, demandar lo que corresponde no es solo de palabras, es de una actitud, de un modo de vida distinto.
Pero nos surge un temor paralizante al pensar que nuestras comodidades y nuestro sustento van a dejar de venir si cambiamos las cosas, si dejamos de usar esto y optamos por aquella alternativa…
Pienso en Erich Fromm y su miedo a la libertad, escrito hace ya mas de 60 años; los sindromes de opresor y oprimido y como se traslada eso a todos los niveles de nuestra existencia.
Deseo de corazon que muchos puedan plantearse estas interrogantes, llegar a estas reflexiones, movilizando asi su interior y retomando la respons-abilidad de su vida, siendo, como tu dices, arquitectos de nuestro destino.
Gracias por el material que compartes; tu trabajo es muy valioso.
Saludos
Tachen, me parece que has planteado con enorme claridad el problema central de los hombres de nuestros tiempos. La inactividad, la ausencia de fuerza creadora, la responsabilidad sobre sí mismo, la dependencia en lo externo, la molicie, y un largo etcétera que a un observador de lo profundo como eres no se le escapa.
Enhorabuena por esta entrada, y, como ya comentamos, es una situación que ya Platón describía con precisión hace 2.500 años.
Un abrazo y gracias por tu brillante reflexión.
Lo malo de esta situación, de esta dependencia de otros, de unos pocos, es que es un extraordinario caldo de cultivo político para que, en lugar de un supermán benéfico, llegue un tirano cualquiera y encandile a la masa que es incapaz de solucionar sus propios problemas.
Por eso, necesitamos despertar más conciencias por medio de la filosofía para que los seres humanos nos convirtamos realmente en «arquitectos de nuestro propio destino» y no deleguemos, por comodidad, el timón de nuestras vidas a cualquier «experto» o encantador de serpientes que nos conducirá a quién sabe dónde.
Muy cierto. Una democracia podrida es el mejor caldo de cultivo para producir tiranos…
tachen todo esto tiene un sentido aun mas tracendente.asi nos educaron , asi nos enseñaron… a que todo lo resuelvan los demas por nosotros.luchar contra el sistema muchas veces es infructuoso pues este resulta por coparnos y ademas trae beneficios para nada despreciables.oferta y demanda asi llamaria a delegar nuestra vida a los demas, apesar de que tenemos el control el miedo a fallar, peresa e indesicion son demonios del pensar y el actuar .
Muy bonita e interesante reflexion. Es cierto que esta mentalidad pasiva nos esta llevando a una sociedad de mendigos en la que pedimos y esperamos. Pero es hora de cambiar, es hora de cree que juntos, sin ayuda de superman, podemos mejorar las cosas.