Hace poco escuchaba a alguien hablar de cómo la ciencia nos había hecho cambiar nuestra percepción del mundo. Pasamos de ver los fenómenos naturales como algo mágico, obra de dioses caprichosos, a entenderlos como producto de leyes que podemos comprender y hasta manipular. De alguna manera, los descubrimientos de la física y la química habían acabado con el misterio, y ya no había razón para adorar con temor al dios de las tormentas o al del fuego.
La devoción ciega y sin fundamento había conducido a los seres humanos a una actitud dogmática: como había cosas que no se podían comprender, había que obedecer a los que decían estar en posesión de la verdad única, aunque esa “verdad” a veces no tuviera ni pies ni cabeza.
La innata curiosidad del hombre, su natural sentido filosófico, le hizo cuestionarse los dogmas establecidos y experimentar con la naturaleza. Gracias a eso, y no sin tener que luchar mucho contra las creencias dominantes, las mentes más abiertas lograron abrir otras, derribar ideas irracionales y enfrentarse cara a cara con los defensores del dogma religioso.
Los milagros abandonaron el campo de la fe al ser explicados por la ciencia, y ahora la ciencia era la nueva religión. Los dogmas, antes establecidos en las Iglesias, empezaron a crecer también en los laboratorios. Ahora es la ciencia la que dice lo que es verdad y lo que no, porque el misterio ya no existe. El arco iris es un efecto de la luz sobre las gotas de agua, el altruismo una necesidad evolutiva y el amor una molécula. Así de fácil, así de preciso, así de objetivo y así de vacío.
Y sin embargo, esa “muerte” del misterio me produce más desasosiego que la adoración reverencial de cualquier dios de la lluvia. Creo que la ciencia fue (y sigue siendo) un método adecuado para conocer el mundo en el que vivimos. Es necesaria por eso. Creo que el campo de la religión es el del alma humana, no el de la física, y tratar de apropiarse de lo que no le compete le ha acabado pasando factura. Pero creo también que en un exceso de entusiasmo por desvelarlo todo, la ciencia ha caído en lo mismo que cayó la religión en el pasado, y trata de dar explicación a algo que no es material, y dogmatizar sin más que tiene derecho a hacerlo porque “todo es materia”. ¿Qué misterio puede haber en eso?
Y sin embargo lo hay. El misterio sigue ahí, asombroso, mágico y sobrecogedor.
Descubrir la física de partículas, el big bang, la fusión nuclear, el origen de los fenómenos atmosféricos o el funcionamiento molecular de las células es una de las mayores maravillas que existen. Adentrarme en estos conocimientos no consigue romper el misterio, al contrario, lo hace más profundo y maravilloso, porque detrás de cada una de esas cosas existen (¡¡¡porque existen!!!) leyes establecidas que funcionan en todas y cada una de las cosas; leyes que no son independientes, sino que se interrelacionan para conjugarse en una armoniosa composición universal de la que el ser humano (le guste o no) forma parte, y no puede (le guste o no) evadirse.
Creemos que nuestra ciencia y nuestra tecnología nos han dado el control de la naturaleza, que podemos conocerla, dominarla, cambiarla y manipularla, pero lo cierto es que ella se encarga de vez en cuando de sacudirnos con un golpe de verdad, demostrando que solo somos grandes en soberbia. Por la ciencia conocemos muchos “cómos” y “cuándos”, pero eso no ha desvelado el misterio, porque la pregunta esencial, la que nos cuesta todavía mirar de frente, la que se resiste y se resistirá hasta que nos atrevamos a preguntar con el alma y no con la cabeza, la pregunta que es la clave de todo, la que hace más fuerte y vivo el misterio, y hace del misterio mismo un camino, esa sigue sin resolver. Esa pregunta es ¿por qué?
Muy cierto, la pregunta fundamental está en pie y para ser contestada.
Saludos
Cada uno habla de la feria según le va en ella (y/o ve como le va a los demás). Si cambiamos feria por vida podemos decir que la vida es un hecho biológico y ojalá espiritual. Después cada uno le pone los adjetivos que quiere según le va en ella, sus ideas, sus estados de animo…Y así la vida puede ser una broma pesada, maravillosa, dura, un milagro, un misterio…