La rebelión de las musas

LA REBELION DE LAS MUSAS

 

Antiguamente las musas iluminaban el quehacer de los hombres. Todos los campos del saber y del hacer tenían su fuente de inspiración, y los hombres apelaban a ellas para conseguir una obra lo más perfecta posible, fuera en pensamiento o en obra creada, a nivel de un individuo o a nivel de un pueblo. Por eso, las nueve hijas de Zeus velaron para que nada quedara “fuera de cobertura”: Clío se ocupaba de la historia; Polimnia, de la retórica, Calíope de la elocuencia… en fin, que las musas estaban muy ocupadas y los seres humanos no paraban de pedirles inspiración para todo.

Pero hoy, siglo XXI, realidad teledigital, muchedumbres sobre el planeta, las musas se echan las manos a la cabeza (metafóricamente hablando, claro, porque ni tienen que sujetarse la cabeza ni dejan de existir por la ignorancia humana).

Todo esto viene porque el otro día, haciendo mi trayecto habitual en uno de estos medios de transporte que llevan televisión incorporada (los que no lo llevan, ya son objeto de estudio para los antropólogos), me informaron (no tenía elección) de las excelencias de un tipo de arte que por lo visto está muy valorado actualmente (según se colegía del texto).

“Este arte queda completamente integrado en el paisaje, es el arte al natural”. Ya. Pues es una forma de verlo: rocas que han sido pintadas de colores, árboles decorados en medio del bosque, hierros gigantes que se interponen en tu camino cuando vas paseando por un parque…

Yo, que soy un poco primitiva, me tenía que sujetar la boca porque tendía a abrírseme de asombro como al cangrejo Sebastián. Y todo porque lo que yo oía iba por caminos distintos a los que recorría mi pensamiento:

“El arte al natural inquieta, obliga a hacernos preguntas sobre lo que no entendemos”. No inquieta, espanta (a mí), y totalmente de acuerdo en que no lo entendemos (yo por lo menos).

“…despojando a su arte de todo aquello que no sea esencial a lo largo de muchos años de trabajo y evolución estética”. Esto es cuestión de perspectiva. Parece claro que cada uno ve el mundo según el color del cristal con que lo mira. Si dejar lo esencial del arte es esto, y para llegar a esto, encima, hacen falta muchos años, ¡por favor!, ¡quiero el arte sin tanta evolución!

Una vez pregunté a mi madre qué le parecía una escultura de estas modernas que han plantado en un parque cercano a su casa. Fue muy sintética: “p’a chillar”.

Mi opinión personal: nos han desgraciado el paisaje. ¿Qué tal si cada uno que se siente llamado a plasmar algo, lo hace con unos cánones básicos de belleza o por lo menos lo restringe a locales destinados a ello para los que libremente quieran verlo? Esto no es arte, es un despropósito. Si Ortega y Gasset lo viera, nos hablaría de “la rebelión de las musas”.

One thought on “La rebelión de las musas

  1. Lo de enmendar la naturaleza es como ser más papistas que el Papa, o sea, que no queda creatividad para bajar algo del mundo de las esencias. He dicho.

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