Escrito por Elena Sabidó
Lo recuerdo como si fuese ayer: un día cualquiera que se convirtió en un día terrible. Una noticia inesperada y nada buena. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo me puede pasar a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto? ¡Es injusto! ¡La vida es injusta! ¡No hay derecho!… Realmente, así se reciben las malas noticias, pero ¿es realmente así?
Cuando vas al médico por una molestia, lo último que esperas es que te digan la palabra maldita: cáncer. El mundo se para, el miedo se apodera de todo tu ser y no puedes contener las lágrimas. No lo crees, no puede ser, «a mí, no».
Los primeros momentos, los primeros días no hay consuelo posible y no ves ninguna luz. Nada da consuelo, nada te tranquiliza, nadie comprende lo que estás pasando, ninguna persona puede entender o ponerse en tu lugar. Todos son afortunados menos yo.
Y tal vez eso es bueno al principio. Necesitas un tiempo de aceptación e incluso la autocompasión momentánea, por qué no. Pero no hay que dejar que estos sentimientos se apoderen de uno. Si paras unos instantes el carrusel de emociones, te das cuenta de que tal vez estás enfocando todo el tema de una manera errónea. Demasiado mirarse el ombligo. Sí, he dicho exactamente lo que quería decir: de manera errónea. Es verdad que lo que viene no es un camino fácil, y «quién sabe si saldré o no victoriosa». Pero sea como fuere, hay que salir del agujero de dolor y autocompasión y seguir adelante, ponerse manos a la obra y luchar, luchar por uno mismo y por los demás. ¿O acaso los grandes héroes de antaño no luchaban con riesgo de perder su vida, una y otra vez? Y aun así nada les detenía. Caían una y mil veces y se levantaban. Llegaban al pozo más oscuro y profundo y nada les impedía volver a la superficie.
Pues del mismo modo hay que actuar cuando la vida nos pone ante una situación de tal magnitud.
Evidentemente, los médicos usarán todas sus herramientas para curar nuestro cuerpo, que en el caso de estas dolencias a menudo son casi peores sus efectos secundarios que la propia enfermedad. Pero hay algo muy claro: si no nos enfrentamos a ello con una sonrisa, con una buena actitud y con la idea de ganar por encima de cualquier otra, será mucho más difícil o imposible salir vencedor. La medicina se da cuenta hoy en día de la necesidad de estos factores y su utilidad en la curación de nuestras enfermedades, y no son pocos los médicos que cada vez valoran más y animan a que los pacientes mantengan en la medida de lo posible el mejor de los ánimos (¡aunque cueste!).
Durante algo más de un año mi vida ha estado en peligro, mi cuerpo llevaba una bomba de relojería dispuesta a explotar en cualquier momento. Pero el temor inicial y la incertidumbre normal en estas circunstancias también han dejado paso a cierta reflexión, cierta aceptación de la situación, necesaria para ponerme en marcha para enfrentar la batalla y finalmente llegar a una victoria más que deseada.
Pero cuidado. No me entendáis mal: no quiero dar la impresión de tener la receta mágica para vencer al cáncer, ni de saber más que los médicos o menospreciar a los que como yo han padecido esta enfermedad luchando hasta el final y tal vez no pudieron curarse. Lo que me gustaría transmitir con mi testimonio es que, a pesar de haber estado en peligro mi vida, a pesar de sufrir una amenaza real en mi cuerpo, a pesar de todo ello y aunque el pronóstico hubiese sido fatal, nunca debemos dejar de luchar con una sonrisa ante la vida. Y si el miedo a la Parca nos paraliza, solo entonces hay que pensar como decía Epicuro: «La muerte es una quimera, porque mientras yo existo, no existe la muerte; y cuando existe la muerte, ya no existo yo». No hay que rendirse ni tener miedo, pues aunque no recordemos qué hay antes o después de la vida, ello no significa que sea malo.
La muerte es algo por lo que todos nosotros pasaremos. Nos guste o no. Unos antes y otros después. Unos, tras una vida larga, y otros, tras una enfermedad. No es fácil enfrentarse a esta idea, es cierto. Mucho menos cuando esta muerte puede acontecer antes de lo que querríamos para nosotros o para nuestros seres queridos. Pero que no sea un cáncer y sus posibles consecuencias un motivo para dejar de luchar, dejar de vivir o dejar de disfrutar de las maravillas del mundo.
Quién sabe el motivo por el que un día mi cuerpo empezó a producir de manera descontrolada unas células que me enfermaron. Tal vez, como decían los antiguos sabios, no había suficiente armonía en mí, o tal vez la vida ha querido darme un «toque» de advertencia por algo que no estoy haciendo como debería. Sea como fuese, ahora tengo una nueva oportunidad de ordenar mi mente y mi cuerpo, y de aprovechar todo lo que la vida me ofrece.
Algunos me preguntan: «¿No tienes miedo de que vuelva la enfermedad?». Pues claro que hay cierto temor, sería absurdo negarlo. Pero ¿de qué me sirve «pre-ocuparme» ahora por ello?
Ahora es tiempo de reflexionar, de vivir de manera más sana, de amar más, de dar importancia a las cosas que realmente la tienen y no dejar que las cosas absurdas me ocupen ni un solo minuto de mi vida.
Muito bem minha norita desejo a voce toda forca e energía do mundo para disfrutar intensamente todos os momentos tua vida. Seja feliz e um desejo e uma Orden. Um esmagador abraco e enhorabuena buena por teu maravilhoso de depoimento. Vida longa e muito feliz.
Maravilhoso seu depoimento.
Fico feliz em saber que superou esse momento difícil com ânimo e determinação.
Que seus dias sejam iluminados, que vc tenha sempre motivos para sorrir e compartilhar, força para conquistar seus sonhos e muito amor no coração.
Gracias por compartir tu experiencia con todos Elena, te queremos tanto!!
Un fuerte abrazo y gracias de nuevo 😉