Los filósofos: estos son los únicos que viven, pues no solamente aprovechan bien el tiempo de su existencia, sino que a la suya añaden todas las otras edades; toda la serie de años que ante ellos se desplegó es por ellos adquirida (Séneca).

Qué razón tenía Séneca.

Aunque no hace falta ningún diploma especial para ser filósofo, Séneca nos recuerda que hay algunos especiales, que lo son conscientemente, y que podemos argumentar con Sócrates sobre las cosas de la vida o pedir consejo a los estoicos cuando las circunstancias nos hacen preguntarnos qué diferencia hay entre obrar bien y obrar mal.

Dice Séneca que los que se consagran a los auténticos deberes de la vida son aquellos que se esfuerzan cotidianamente en tener una estrecha familiaridad con Zenón, con Pitágoras y con los que él denomina “los restantes caudillos de las buenas doctrinas”.

Y las buenas doctrinas nos hacen mucha falta en estos tiempos que corren. Lo bueno del caso es que los filósofos siguen ahí, incansables, esperándonos y ofreciéndonos sus buenos consejos para que tomemos los mejores caminos.

Nos recuerda el filósofo cordobés que ninguno de estos sabios permitirá que nos vayamos con las manos vacías, y que ellos tienen su puerta abierta día y noche para todos los mortales; ninguno dejará de brindarse para conseguir que quien se acerque sea más feliz y coherente con su verdadero ser que cuando llegó.

“Tendrás con quien deliberar de las cosas más pequeñas y de las más grandes. Ninguno de ellos te obligará a morir; pero todos te enseñarán a morir; ninguno te hará perder tus años; antes, cada cual te prestará los suyos; ninguno trabará contigo conversaciones peligrosas ni te ofrecerá una amistad que ponga en peligro tu vida o tu bolsillo”.

Merece la pena leer despacio lo que tienen que decirnos. Nosotros seremos más felices y el mundo en que vivimos será mejor:

https://www.nueva-acropolis.es/filiales/libros/Los_estoicos.pdf