A pesar de que todo lo que nos acontece cobra para nosotros una tremenda importancia, cuando damos un momento al «stop» de nuestras prisas, vemos que hace apenas un rato que hemos llegado a la vida, y posiblemente dentro de un ratito nos hayamos ido.
El escenario sigue en pie, con pequeños cambios de decoración, y otros actores llegarán a cubrir los puestos vacantes.
El rítmico latir de la naturaleza volverá a arropar con su frío y su calor a los nuevos caminantes. La belleza y la armonía volverán a inspirar a los nuevos buscadores.
Y otra vez resonará la misma pregunta: ¿qué es lo que verdaderamente importa?
Ellos encontrarán su respuesta.
Nosotros debemos encontrar la nuestra.
Ni cerebros grises, autómatas, sujetos objetivos intentando
Escapar de la tierra para mantener la especie.
¡No, no es a eso a lo que me refiero¡
Más bien a un estado, mezcla de austeridad y de contemplación.
Acto o ritual silencioso de agradecimiento, solidaridad y responsabilidad.
Una caminata anciana, cansada, pero no menos entusiasta
con la ternura, con la calidez, con la protección, con la templanza diaria del sol.
Una impresión reconfortante de escuchar las voces de los que amas.
Porque lo demás es ruido, demasiado ruido para un progreso ficticio, primitivo y peligroso.
Porque al final “todo pasa y todo queda” para Leonor y para el poeta.