Vuelven a alzarse pancartas que nos reclaman justicia recordando que no habrá paz sin justicia social, y tal vez no les falte razón, pero no podemos olvidar que para que haya justicia social es imprescindible una ética individual; no solo leyes y sistemas justos, sino auténticos valores humanos conduciendo el corazón de quienes han de vivirlas y aplicarlas, especialmente en los gobernantes y responsables sociales de cualquier nivel.
Y esto ¿cómo se logra? Difícil respuesta; yo, al menos, no lo sé, pero sí sé que no se logra únicamente con decretos, ni armas, ni discursos.
Tal vez yo no tenga aparente poder para hacer del mundo un lugar más justo, pero sí puedo hacer de mi propia vida un territorio personal de concordia que contagie a los territorios vecinos, un territorio donde pueda levantar una bandera que no delimite fronteras, sino que alce sueños visibles y altos para quien quiera compartirlos (mi bandera sería tricolor, de voluntad, de amor y de inteligencia).
Yo sí puedo hacer de este espacio, pequeño pero real, el territorio de mi vida, un lugar donde ser justo, honesto y bondadoso, valiente, responsable y veraz. Y puedo elegir a quien quiero que lo gobierne, y con qué programa educativo, con qué medidas saludables y con qué política de consumo. Puedo elegir a mis ministros y consejeros… incluso proclamar a los héroes de mi pequeña patria, este territorio de mi propia vida.
Tal vez no consiga cambiar el mundo, es lo más probable, pero en el peor de los casos podré ser el gobernador de mí mismo… y seré feliz.
…Y ahora, libre y fuerte en el gobierno de mí mismo, lanzarme a la causa de la justicia en el mundo y trabajar por ella, pues pobre sería mi idea de la felicidad si no incluyera luchar por el bien de todos.
Miguel Ángel Padilla
Buenas noches, sólo una educación universitaria generalizada y motivada hacia la consecución de mayores cotas de equidad y libertad. Será justa, por consiguiente, responsable, honesta y veraz, si es impartida por docentes comprometidos con las enseñanzas que imparten y no con los sexenios que consiguen, para reducir el número de sus horas lectivas y dejar las clases en manos de ambiciosos becarios, dará como resultado, justicia social.
La honestidad nace en el corazón y se desarrolla o no, en el cerebro. Todo en función de la aprobación y reconocimiento social del proceso y no sólo de los resultados.
Un saludo