Mañana lo haré

¡Qué contento estabas la semana pasada!

Tu nuevo trabajo –aunque digo «nuevo», ya llevabas dos años allí– te había ocupado hasta entonces mucho tiempo. Yo te lo había echado en cara a menudo, pero no es que me hubieras hecho mucho caso.

Recuerdo cómo, desde que éramos unos niños, fuimos uña y carne. Los adultos se asombraban de que sintonizáramos tanto y desconociéramos las disputas propias de la infancia. Sí, se puede decir que fuimos amigos desde la cuna.

Cuando superamos la edad de compartir juegos, empezamos a compartir sueños. Qué idealistas éramos los dos. Cuántas metas por conquistar, cuántos enigmas por descubrir, cuántas obras por realizar.

Es cierto que desde el principio tuvimos enfoques distintos para afrontar los retos, pero siempre encontrábamos un hueco para contrastar opiniones sobre los acontecimientos que se producían en nuestras vidas y sobre las nuevas personas que entraban a formar parte de nuestro mundo. Cada uno proponía su propia visión y se enriquecía con la del otro. Ideas sobre la vida, proyectos laborales, parejas ideales…, todo tomaba cuerpo a la luz de nuestras consideraciones. A veces, descubríamos una solución inesperada a una preocupación, o surgía de repente un aspecto que había permanecido oculto acerca de un tema sobre el que discutíamos.

Qué curioso. Algo que nos resultaba tan natural y tan cotidiano y que luego, al adquirir la mayoría de edad, he comprobado que es tan difícil de conseguir con el resto del mundo.

Así sucedió durante nuestra educación secundaria y nuestro bachillerato. Pero llegó el momento de dar el salto a la universidad. Ese fue –creo yo– el punto en que comenzamos a mirar los dos hacia arriba pero en direcciones distintas, como dos tallos de una misma planta que se orientan hacia espacios distintos buscando la parte de luz que les corresponde.

Recuerdo que antes de sacar tu licenciatura ya tenías decidido que te ibas a comer el mundo: unos cuantos años de mucho esfuerzo, de sacrificio, y después, cuando ya vivieras un poco desahogadamente (nunca dudaste de que lo conseguirías –ni yo tampoco–), podrías reservarte más tiempo del día para tus otros intereses, aquellos que no tenían que ver con ganarse el pan. Claro que sí.

Yo, por mi parte, aparte de que nunca fui un alumno aventajado como tú, no le encontraba mucho sentido a eso de matarse a trabajar y gastar así la vida.

Porque sí, yo pensaba que eso era –según yo lo veía– «gastar» la vida. Y solo tenía una. Lo que yo quería era vivirla desenredando algunas cuestiones que me inquietaban. Quería aprender precisamente cómo funcionaba eso de «la vida», igual que se aprende cómo funciona una bicicleta. Por lo menos, no quería quedarme con la sensación de no haberlo intentado. Eso me proporcionaba cierta tranquilidad para enfrentar aspectos más cotidianos en los que me desenvolvía un poco más torpemente que tú.

Un buen día, hace una semana, me comunicaste ceremoniosamente que tu etapa de «esprínter laboral» había llegado a su término. Por cierto, antes de lo previsto. Al fin y al cabo, conseguiste hace tres meses el puesto que podía permitirte cumplir tus objetivos. Fue después de valorar tu trayectoria hasta el momento cuando tomaste la decisión. Elegiste el próximo lunes para dar un nuevo giro a tu vida y dedicar un tiempo a otras cosas que también te importaban. Ahí estaba tu vocación de escritor, por ejemplo…

Me lo anunciaste y me propusiste una escapada de fin de semana para ponernos al día como en los viejos tiempos (no tan viejos). Bien pensado.

Ahora mismo, estoy tocando en mi bolsillo los billetes que me encargaste. Al adquirirlos recordé tu petición: «Cógelos en primera clase y reserva un hotel de cinco estrellas. Hemos de estar cómodos para planear a qué buenas obras vamos a dedicar nuestro futuro más próximo. Para eso somos jóvenes».

Bueno. Éramos.

No sabías que ibas a morir aquella misma tarde durante el terremoto.

One thought on “Mañana lo haré

  1. He leido la historia con atención y me ha conmovido. Y la frase final me dejó de hielo.
    Felicidades, Melinda, veo que ocupas la casi totalidad del blog. Buen trabajo.
    Un beso, Miguel

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *