El mundo está loco

Generalmente, asociamos las enfermedades mentales a individuos concretos. Pero ¿qué pasaría si una enfermedad de este tipo afecta a una sociedad entera?

Algunos investigadores han estudiado los procesos que llevan a un individuo a perder el control sobre su mente, y piensan que la locura colectiva no solo es posible, sino que puede ser inducida con la pretensión de controlar a grandes grupos humanos.

Carl Jung denominó “epidemia psíquica” a la situación de una sociedad en la que la enfermedad mental deja de ser una excepción y se convierte en norma. Para Jung, esta era la mayor amenaza para la civilización, ya que se da en momentos decadentes de la historia en los que los seres humanos tienden a comportarse como depredadores entre ellos.

Las consecuencias de cualquier epidemia psíquica serían muy dañinas y la más peligrosa de todas, según algunos autores modernos, sería la psicosis de las masas, que es una epidemia de locura en la que gran parte de la sociedad ha perdido el contacto con la realidad.

Un ejemplo de sociedad enloquecida sería la que amparó la caza de brujas de los siglos XVI y XVII en Europa, en la que miles de personas, sobre todo mujeres, fueron asesinadas sin haber cometido delito alguno, simplemente por miedo a un peligro desconocido.

Los individuos de una sociedad infectada se vuelven inferiores moralmente, más irracionales, más emocionales, más irresponsables y más erráticos, capaces de hacer cosas en conjunto que individualmente ninguno hubiera consentido.

La causa más frecuente de una psicosis es una acumulación de miedo y ansiedad, que conducen al individuo a un estado de pánico que le agota mental y físicamente. En lugar de enfrentar adecuadamente lo que le amenaza, reorganiza todo en su mente para acabar con el pánico, y lo hace patológicamente.

La psicosis de masa se daría cuando un conjunto de individuos vulnerables es conducido a un estado de pánico por amenazas reales o fabricadas. En opinión de algunos autores, es lo que se produce en sociedades totalitarias, ya sean gobernadas por científicos, médicos, políticos o burócratas.

La masa regresa a un estado psicológico infantil, con personas obedientes y sumisas que dejan el control de sus vidas a quienes ejercen el poder, el cual se consigue y se sostiene mediante mentiras y engaños, ya que no hay delirio más atractivo para quienes tienen sed de poder que el convencerse de que pueden y deben controlar a la sociedad. Primero se infectan las élites dominantes y luego pretenden que la masa acepte su tiranía infectándola a su vez con su psicosis.

Para Meerloo, se trata simplemente de organizar y manipular los sentimientos colectivos de forma conveniente mediante lo que él llama “asesinato de la mente”; la preparación de una población comienza sembrando miedo en oleadas escalonadas con breves periodos de calma que sirven para afianzar el siguiente ataque, ya que los individuos todavía no han olvidado su experiencia de la oleada anterior.

Los efectos psicológicos de cada nueva campaña de propaganda se intensifican porque se promueve la confusión respecto al origen y la naturaleza de las amenazas, utilizando informes contradictorios o incluso mentiras descaradas, con lo que la masa se desmoraliza cada vez más. Mientras la gente intenta contraargumentar de modo razonable la primera mentira, ya han sido asaltados por la siguiente, y así continuamente.

Uno de los pasos que aumenta las posibilidades de una psicosis totalitaria es aislar a la gente, reduciendo en lo posible sus interacciones sociales normales. De esta forma se vuelven más vulnerables porque pierden el contacto con los ejemplos que pueden corregir su errónea percepción, ya que no todos los individuos se dejan engañar. El aislamiento y la paciente repetición de estímulos también contribuye a aceptar nuevos patrones de comportamiento, como ocurre cuando se quiere domesticar a un animal salvaje.

Sin embargo, el orden de un mundo totalitario es patológico, ya que roba la espontaneidad y la creatividad a los individuos. Para Jung, lo primero que hay que hacer para devolver la cordura a un mundo loco es poner en orden nuestras propias mentes y vivir de una manera que inspire a otros.

Vaclav Havel recomendaba rechazar el engaño desenvolviéndose físicamente dentro de una sociedad totalitaria, pero moralmente fuera de ella: «una palabra verdadera, incluso pronunciada por un solo hombre, es más poderosa, en ciertas circunstancias, que todo un ejército. La palabra ilumina, despierta, libera. La palabra tiene también un poder. Es ese el poder de los intelectuales».

Los filósofos nunca formaron parte de la masa, porque siempre se tomaron el tiempo necesario para reflexionar sobre su mundo y la finalidad de su vida. En el mundo de hoy, a veces es difícil evitar quedar atrapados en la velocidad que nos proporcionan las tecnologías modernas. Pero amamos la verdad y la buscamos.

Conocer poco a poco los mecanismos de la vida da tranquilidad. Poner en acción toda nuestra energía encaminada a conseguir el bien disipa muchas ansiedades. Enfrentar la vida con valor y confianza, a pesar de las circunstancias, nos permite ser héroes en un mundo con sombras. Todo aquel que quiera recomponer un poco el mundo, puede ejercer de filósofo; hay mucho por hacer.

2 thoughts on “El mundo está loco

  1. Rotunda la frase con que finaliza el artículo: «Enfrentar la vida con valor y confianza, a pesar de las circunstancias, nos permite ser héroes en un mundo con sombras. Todo aquel que quiera recomponer un poco el mundo, puede ejercer de filósofo; hay mucho por hacer». Felicitaciones.

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