En otra ocasión escribí algunas reflexiones filosóficas sobre la natación. Esta vez quiero hablar de los beneficios que nos aporta la natación, y no voy a contar los obvios de índole físico. De hecho mejorar mi espalda fue una de mis motivaciones para emprender la práctica de la natación. Me centraré en otros beneficios de tipo psicológico que podemos obtener mediante la natación, sobre todo aquellos aficionados que estamos empezando a practicarla.
Vergüenza o timidez
Esta primera superación aplica especialmente a los que empezamos la práctica de la natación. Si vemos alguna competición, por ejemplo por televisión, podemos admirar los cuerpos atléticos de nadadores y nadadoras y su forma tan grácil de nadar, sin apenas esfuerzo. Pensamos que pronto nosotros podremos ponernos al mismo nivel. Pero cuando entramos en el vestuario y nos enfundamos esos pequeños trajes de baño, el gorrito para la cabeza y las gafas de plástico, sentimos que no nos parecemos en nada a lo que habíamos visto antes y nos preguntamos «¿qué hago aquí, con lo bien que estaría tranquilamente en casa?». Pero nuestra determinación es lo que hace superar ese sentido del ridículo y emprender una sana práctica deportiva.
Soledad
Los deportes individuales requieren un esfuerzo especial, porque al final el resultado depende solo de uno mismo y no se puede contar con el apoyo del equipo. La natación individual es una práctica aún más solitaria, porque se practica en un entorno aislado, con escasa visibilidad y silencio. En la sociedad actual existe rechazo por la soledad y el silencio. Nos rodeamos de “ruidos”, ya sea permaneciendo recluidos en casa con la siempre encendida radio o televisión, o simplemente escuchando música con unos cascos que nos aíslan del mundo. ¿Y qué decir de esa “necesidad” de estar siempre conectado? Publicamos en las redes sociales para recibir la aprobación o aplauso de los demás. En este sentido, la natación es un buen remedio para fortalecer nuestra autoestima. Nadar durante un buen rato permite tener tiempo para estar a solas con uno mismo y nuestros pensamientos. Muchas de las ideas que luego plasmo en mi trabajo o en mis escritos han surgido durante la práctica de la natación.
Ritmo
El ritmo es esencial en la natación. De hecho varios amigos me comentan que no podrían nadar de forma continua siquiera un largo en la piscina. Cuando les digo que suelo hacer alrededor de cien, se llevan las manos a la cabeza. Pero es cuestión de mantener un ritmo constante y de realizar movimientos suaves y coordinados. Lo podemos observar en los nadadores de natación sincronizada, con un extraordinario dominio de la respiración y de los movimientos. El ritmo nos proporciona una conexión con la naturaleza y sus ciclos. Es algo que percibo cuando empiezo a nadar más de 50 largos: de repente parece que los brazos y las piernas, todo el cuerpo, se desplaza de manera coordinada en un fluido movimiento.
Detalles
La natación es una práctica muy técnica. Todos los deportes lo son, y si queremos mejorar nuestras marcas (“más lejos, más alto, más rápido o más fuerte”) es preciso dedicar especial atención a ciertos movimientos o posiciones. En natación es todavía más evidente, pues no se trata de movimientos naturales, como una carrera, un salto o un lanzamiento, sino ejercicios dentro de un medio que no es naturalmente el humano. La extensión de los brazos, el pataleo con las piernas, la posición del codo o de las manos, el movimiento de la cabeza, todo tiene que ser cuidado con enorme detalle, si queremos no solo nadar más, sino mejor. Me doy cuenta en algunos largos que sobre todo presto atención a los brazos, en otros me fijo más en las piernas, o en la posición de las manos, pero sin perder atención de lo ya conseguido en los brazos. La natación es un extraordinario ejercicio de mejora en los pequeños detalles que nos hacen conseguir las más grandes metas.
Dolor
Me sorprendieron unas declaraciones del mejor deportista español de todos los tiempos, Rafael Nadal: “cambiaría un Grand Slam por jugar con menos dolor”. Confesaba que a menudo siente mucho dolor durante los entrenamientos, y lo más fácil sería abandonarlos, pero que lo supera y así logra olvidar ese dolor. Seguramente la clave está en su fortaleza mental, que observamos cuando supera situaciones adversas en sus partidos. Salvando las enormes distancias, también cuando empiezo mi práctica de natación siento molestias en el hombro, en las rodillas, en la cadera, en la espalda, en el codo, e incluso en la mano. Cuando llevo los dos o tres primeros largos pienso que no debería haber ido a nadar. Pero hay algo que nos hace superarnos y seguir a pesar de las molestias… hasta llegar a la centena de largos en la piscina. En la vida también tenemos a menudo momentos adversos, que nos podrían hacer abandonar; pero si persistimos hacia nuestra meta, lograremos superarlos.
Todos estas superaciones en definitiva nos hacen más fuertes mentalmente y nos enseñan también a ser más resistentes en la vida cotidiana.
¿Te animas en este año que empieza a nadar? Tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán.