Muchos tuvimos la oportunidad de ver la película “Una mente maravillosa», y creo que todos nos quedamos con la misma pregunta: ¿por qué y cómo estas mentes maravillosas fracasaron ante el dilema que nos plantea el poeta dramaturgo irlandés Yeats: la inteligencia humana debe escoger entre dos aspiraciones excluyentes, la perfección de la vida o de la obra?
John Nash es el matemático sobre el que está basada la película, interpretado por Russell Crowe. Una mente maravillosa es el caso más famoso, pero no el único. Hubo otros casos no tan conocidos pero igualmente extraordinarios, de los que exponemos a continuación, aunque sea brevemente, algunas notas biográficas.
Von Neumann
De pequeño ya asombraba a todos por su memoria; dicen que leía una columna de la guía telefónica varias veces y era capaz de responder a las preguntas que le hiciesen de nombres, domicilios o teléfonos. A partir de ahí todo fueron genialidades en matemática, física, programación, etc. De niño, von Neumann demostró tener una memoria increíble. Poundstone, en ‘El dilema del prisionero” escribe:
A la edad de seis años, era capaz de intercambiar bromas con su padre en griego clásico. La familia Neumann a veces entretenía a sus invitados con demostraciones de la capacidad de Johnny de memorizar guías telefónicas. Un invitado seleccionaba una página y una columna de la guía al azar. El joven Johnny leía la columna durante unos pocos minutos y devolvía la guía al invitado. Ahora podía responder cualquier cuestión que le hicieran: ¿quién tiene el número tal y tal? o recitar nombres, direcciones y números en orden.
Cuando en 1956 le diagnosticaron cáncer, su mente se desmoronó como un castillo de arenas. Eugene Wigner escribió a la muerte de von Neumann: Cuando von Neumann se enteró de que estaba incurablemente enfermo, su lógica le forzaba a darse cuenta de que cesaría de existir, y por tanto, que cesaría de tener pensamientos… Rompía el corazón ver la frustración de su mente, cuando toda esperanza se había esfumado en su lucha con el destino, que le parecía inevitable pero inaceptable.
En “From mathematics to the technologies of life and death” la muerte de von Neumann se describe en estos términos:
El sentido de la invulnerabilidad de von Neumann, o simplemente el deseo de vivir, se enfrentaba con hechos inalterables. Pareció tener un gran miedo de morir hasta el final… Ningún logro y ninguna clase de influencia podían salvarle ahora, como había tenido siempre en el pasado. Johnny von Neumann, que supo cómo vivir tan plenamente, no supo cómo morir.
Él, que había sido ateo durante toda su vida, buscó amparo y consuelo en la religión católica. Durante sus últimas semanas el dolor y el pánico le hacían pasar las noches dando gritos de dolor y terror.
Kurt Gödel
No hay absolutamente ninguna duda de que Gödel es el mejor lógico vivo; es más, pensadores eminentes como Hermann Weyl y John Von Neumann han declarado que es definitivamente el mejor lógico desde Leibniz, o incluso desde Aristóteles. Esto fue lo que escribió el gran matemático Oskar Morgenstern sobre Kurt Gödel. Doctor honorario en Literatura por la Universidad de Yale en 1951. Doctor honorario en Ciencias por Harvard en 1952, con una mención que lo llamó «el descubridor de la verdad matemática más significativa del siglo». Fue elegido como miembro de la Academia Nacional de Ciencias en 1955 y de la Academia Americana de las Artes y Ciencias en 1957. En 1961 ingresó en la Sociedad Filosófica de América. En 1967, fue elegido miembro honorario de la Sociedad Matemática de Londres. Finalmente, en 1975, el presidente Ford le entregó la Medalla Nacional de las Ciencias.
Y sin embargo, esa mente tan brillante en matemáticas había desarrollado una serie de paranoias en las que frecuentemente caía. Kurt Gödel, sin motivo aparente, desarrolló la monomanía de que lo querían envenenar. Olisqueaba detrás de los frigoríficos en busca de gases venenoso, incluso llegó a devolver una cama porque olía a barniz. Sospechaba de sus compañeros, a los que a veces no les abría ni la puerta de su casa. Todos estos problemas se fueron agravando con el tiempo y en sus últimos años sufrió de períodos más frecuentes de inestabilidad mental. Sus temores obsesivos de ser envenenado le llevaron a pedir a su esposa Adele que probara la comida antes que él. Cuando su esposa Adele fue hospitalizada durante seis meses y no pudo continuar probando la comida, Gödel rehusó a comer, hasta el punto de dejarse morir de hambre el 14 de enero de 1978. El certificado de defunción en el Hospital de Princeton, el 14 de enero de 1978, reporta que murió de «desnutrición e inanición causadas por perturbaciones en la personalidad».
Georg Ferdinand Cantor
Se graduó en 1860 con una nota de estudiante sobresaliente y una mención especial de sus excepcionales habilidades matemáticas. Sus teorías solo fueron reconocidas a principios del siglo XX, y en 1904 fue galardonado con una medalla de la Sociedad Real de Londres, y fue admitido tanto en la Sociedad Matemática de Londres como en la Sociedad de Ciencias de Gotinga. En la actualidad se le considera como el padre de la teoría de conjuntos, punto de partida de excepcional importancia en el desarrollo de la matemática moderna. A fines de mayo de 1884, Cantor tuvo su primer ataque registrado de depresión. A partir de aquí su estado de salud mental fue empeorando. Se le ocurrió la idea de que Francis Bacon fue quien escribió las obras de Shakespeare y se empeñó en demostrarlo. Las matemáticas que tanto había amado comenzaron a angustiarlo y terminaron convirtiéndose en un problema para él; no podía demostrar la hipótesis del continuo, es decir, que el orden de infinitud de los números reales era el siguiente después del de los números naturales. En 1911, Cantor fue galardonado con el grado honorario de Doctor en Derecho por la Universidad de San Andrés, pero ya estaba tan enfermo que no pudo recibir el grado en persona. En junio de 1917 ingresó en un sanatorio por última vez; de ahí le escribía continuamente a su esposa pidiendo que le permitiera regresar a casa. Murió de un ataque cardiaco en un sanatorio para enfermos mentales. Hilbert describe el trabajo de Cantor como:
… el mejor producto de un genio matemático y uno de los supremos logros de la actividad intelectual netamente humana.
John Nash
Llegamos así al caso más famoso de todos, John Nash, el matemático en el que se inspiró la película “Una mente maravillosa”. Nació en Bluefield Sanatorium el 13 de junio de 1928. Fue un niño solitario y muy tímido, le gustaban mucho los libros y jugaba muy poco con otros niños. A los catorce años, Nash empezó a mostrar interés por las matemáticas. Parece ser que influyó la lectura del libro de Eric Temple Bell,”Men of Mathematics”. En 1948 consigue entrar en la Universidad de Princeton, para realizar sus estudios de doctorado en matemáticas, gracias a una carta de recomendación escrita por su profesor R. J. Duffin, que es una de las más cortas de la historia; tenía sólo una línea: «Este hombre es un genio».
En 1950 empieza a trabajar para la RAND Corporation, una institución que canalizaba fondos del Gobierno de los Estados Unidos para estudios científicos relacionados con la guerra fría. En este tiempo empezó a tener problemas personales graves. En 1959, tras estar internado durante 50 días en el McLean Hospital, viaja a Europa, donde intentó conseguir el estatus de refugiado político. Creía que era perseguido por criptocomunistas. En los años siguientes estaría hospitalizado en varias ocasiones por períodos de cinco a ocho meses en centros psiquiátricos de New Jersey. Unos años después, Nash escribió un artículo para una revista de psiquiatría en el que describió sus pensamientos de aquella época: «… Empecé a ver criptocomunistas por todas partes (…) Empecé a pensar que yo era una persona de gran importancia religiosa y a oír voces continuamente. Empecé a oír algo así como llamadas telefónicas que sonaban en mi cerebro, de gente opuesta a mis ideas. (…) El delirio era como un sueño del que parecía que no me despertaba».
Cuando decía que los extraterrestres se comunicaban con él por medio del periódico New York Times, un profesor del MIT que lo visitó en el psiquiátrico le preguntó: ¿Cómo puede un hombre tan inteligente y lógico creer que los extraterrestres le envían mensajes?
La respuesta fue simple:
Porque las ideas sobre seres sobrenaturales vinieron a mí de la misma forma que las ideas matemáticas. Por eso las tomé en serio.
¿La perfección de la vida o de la obra?
Fue Javier Fresan quien nos recordó, en su libro sobre Gödel, la frase del poeta irlandés Yeats: la inteligencia humana debe escoger entre dos aspiraciones excluyentes, la perfección de la vida o de la obra.
Pero creo que en esto se equivocaba completamente el poeta: la perfección de la vida o de la obra no son excluyente sino complementarias.
Las antiguas civilizaciones también se enfrentaron con este dilema y lo resolvieron satisfactoriamente. Crearon un símbolo que todos pudiéramos entender, el hacha de doble filo, un filo para la perfección de la obra y otro para la perfección de la vida.