¿Puede alguien hoy llegar a pensar que algún hombre puede hacer alguna cosa que no sea, de alguna forma, por dinero?
Es una pregunta que hoy quiero dejar en el aire.
Me ha surgido la cuestión porque, tomando esta mañana café en el bar, la tele daba una reseña del desfile militar que tuvo lugar ayer con motivo del Día de la Hispanidad. Y los parroquianos comentaban:
–Fíjate el Rey, qué cantidad de medallas de chorizo que le cuelgan del uniforme. Seguro que hoy se ganará dos millones a costa nuestra con este desfile.
Y, al paso de los aviones de la patrulla Águila:
–Pues cada uno de esos aviones gasta más de mil litros de combustible por hora… ¡y como estamos!
El materialismo y su hijo, el capitalismo, y su nieto, el consumismo, han impuesto un único valor en la vida: el dinero. El cómo conseguirlo es lo de menos… todo vale.
Me pregunto si no es fácil entender que justo lo que es gratis es lo más importante de la vida, lo cual no quiere decir que no sea preciso disponer de dinero para mantenerse vivo en lo material.
La amistad, el amor, el cariño, la alegría, las risas, la naturaleza, la generosidad, la cultura, el estudio, la solidaridad, la unión, el sol, el aire, el calor y el frío, la lluvia, el esfuerzo personal, nuestro cuerpo gentil, las mañanas de playa o de campo, los baños en el mar o en el río, y todos los etcéteras que seguro que se os ocurren. Esto es verdaderamente vida humana.
Creo que la raíz de toda esta situación es el considerar que vivir es únicamente mantener vivo el cuerpo y sus deseos insaciables, ayudado por las sensaciones, la pasiones y los miedos, igualmente todos insaciables. Ahí, seguramente, es donde echa sus profundas raíces el materialismo: en lo menos humano del ser humano.
Cuentan que los discípulos de Sócrates le llevaron un día a visitar un gran mercado, donde se ofrecían toda clase de cosas, todas las que un hombre puede desear. Sócrates comentó:
¡Cuántas cosas hay aquí que no necesito!
Desde luego, si todos fuéramos algo Sócrates, la cosa iría de distinta manera. ¿No crees?