Los primeros días de la estación verde de la vida renovada están adornados con la belleza de todo lo que se inicia y el mensaje de un nuevo despertar.
Nuestros oídos, habituados al silencio del frío, empiezan a escuchar todas las llamadas que profieren los pájaros que milagrosamente sobreviven en nuestras inhóspitas ciudades.
Y si tenemos la suerte de experimentar este proceso en el campo, entonces nos sentiremos doblemente afortunados de poder ser testigos de un misterio que se repite cada nuevo ciclo, ofreciéndonos todo su precioso significado.
Los artistas del Renacimiento, que tan bien supieron captar ciertos misterios atemporales, siguiendo el espíritu de los clásicos griegos y latinos, encontraron en la primavera la gran metáfora del origen del mundo y de la vida, no solamente manifestada en el esplendor de la naturaleza en flor, animada por el céfiro benigno y templado, sino también, el despertar cíclico del universo y del alma humana, respondiendo a la llamada de la sabiduría espiritual.
La naturaleza, despertando de nuevo, agitada por los torbellinos internos de energía creadora, extiende al alma su invitación a la resurrección que sigue a la muerte, al renacimiento que viene tras el desgaste. De ahí que la estación verde sea el tiempo propicio para la Poesía.
Las palabras de los poetas de todos los tiempos son las que mejor definen nuestros anhelos más profundos, las que describen los estados de conciencia iluminados por el sol espiritual, ahora más brillante y fecundador que nunca.