En cierta ocasión leí que un optimista es un pesimista mal informado. A lo largo del tiempo he pensado mucho en esa frase. ¿Realmente, de tener toda la información en nuestras manos, no tendríamos expectativas de que las cosas saliesen bien? ¿De verdad es malo esperar que pase lo mejor? Supongo que no siempre es conveniente pensar así, y sería más saludable ser más realista en cuanto a lo que podemos o no esperar de las cosas y de las personas. Quizá así sufriríamos menos.
Dicen también que se puede aprender algo de las cosas más insospechadas. Así es. Yo aprendí algo muy importante acerca del optimismo observando a mi perrita.
Como a casi todos los perros, le encanta pasear por el parque y jugar. Le encanta especialmente ir a buscar una pelota, un palo, una piedra o cualquier otra cosa que le tires. Sin embargo, no siempre que vamos al parque hay tiempo para jugar con ella. Entonces nos provoca. Juega a recoger todas las ramitas que encuentra para ponerlas a nuestros pies, como diciendo: “venga, ¡juguemos!”.
Los días en que las prisas no permiten quedarse a jugar, llegamos a la salida del parque sin que haya dejado ni un momento de intentarlo. Entonces ella resopla y camina para casa moviendo la colita.
Ella no sabe si hay tiempo o no, lo ignora por completo. Quizá sea cierto que es una pesimista mal informada. Sin embargo, los animales son, como nosotros, seres de costumbres, y aun cuando pasan varios días sin poder jugar con los palos y las piedras, ella lo sigue intentando.
Tal es así que su optimismo, su falta de información sobre nuestros horarios, más de una vez han obtenido su recompensa. Mueve consigo tal energía, tal vitalidad y ganas cuando pide jugar, que en ocasiones, sin saberlo, ha logrado que aparquemos de momento todo y pongamos delante de las prioridades de trabajo empezar a recorrer el parque buscando palos que lanzarle.
Sus inquebrantables esperanzas se salen finalmente con la suya y juega hasta caer rendida, feliz como solo los perros saben serlo. Solo porque ese día hay palo.
De esa forma yo, que sé que ese día voy a llegar tarde al trabajo, yo, que dispongo de la información de lo que puede suponer ese retraso, yo, que estoy bien informada, no puedo, a pesar de ello, mostrarme pesimista, ni esperar lo peor, ni sentirme apesadumbrada ni arrepentida. No, porque veo en ella que cuando deseamos algo con mucha intensidad y hacemos todo lo que está en nuestra mano para conseguirlo, habrá veces que no salga, claro, pero sin esa confianza, sin esa energía, sin ese optimismo, nunca lo habríamos logrado las veces que sí lo logramos.
A fin de cuentas el juego consiste en no dejar de intentarlo y en conseguirlo a veces.
Yo también soy de los que piensan que se puede aprender mucho observando la conducta de un animal. Buena reflexión. Gracias.
¡Qué cantidad de lecciones nos dan!
Me ha encantado tu artículo.
Miguel