Ha llegado a mi correo una convocatoria para una manifestación en contra de la caza. Lo he leído, un bonito escrito, y estaba de acuerdo con todo lo que decía.
Siempre me ha disgustado la caza, a pesar de tener algún familiar cercano cazador. Me pasa como con las corridas de toros, que siempre me produjeron repulsa hasta que, a los veintitrés años, me llevaron a una. ¡Quedé horrorizada! Miré a mi alrededor y tuve la sensación de estar en el circo romano, rodeada de una multitud sedienta de sangre. El sentimiento anterior de repulsa se convirtió en pena y desolación.
Volviendo a la caza: decidí mandar el enlace que había recibido a unos amigos cazadores; pensé que podía hacerles pensar, que no es poco.
Al rato me mandaron otro correo explicando con todo detalle la riqueza que produce la caza y tristemente, la cantidad de puestos de trabajo que se perderían si se aboliera, con todo lo que ello conlleva.
Me quedé pensativa. Dudo que ellos leyeran todo mi mensaje, pero yo sí que leí el suyo. ¡Que pena que las cosas no sean totalmente blancas o negras! Muchas veces están mezcladas.
A pesa de todo, creo que no hay que quedarse parados, que hay que estudiar la mejor manera de hacer las cosas que hay que hacer, reduciendo al máximo los “daños colaterales”.
Habría que pensar cómo reconvertir y dar otro uso a esos entornos naturales ricos en animales, seguir cuidándolos y poder así mantener los puestos de trabajo. Esto requiere un estudio exhaustivo por profesionales del tema, del mercado…, pero bien merece la pena.
Durante el tiempo de la manifestación me puse a escribir esto. En realidad, puede que no sea más que una ficción, como me dijo mi hija, pero espero, que sea una ficción con vocación inspiradora.