Rectas palabras

 

Uno de los tesoros filosóficos que nos ofrece el budismo, como filosofía práctica de vida, es el Noble Óctuple Sendero, que se compone de ocho claves o formas de actuar indispensables para no salirse de lo moralmente correcto.

Una de ellas consiste en cultivar las rectas palabras. Con un sentido muy amplio, se trata de no herir con ellas y de no utilizarlas como herramienta para fines egoístas. Es concebir las palabras como vehículo de lo mejor que podamos ofrecer.

Merece la pena reflexionar sobre si conservamos este profundo significado cuando nos vemos inmersos en muchas situaciones cotidianas, como emisores o receptores de mensajes. Somos responsables, por tanto, del efecto de nuestras palabras, y también debemos ser conscientes de aquellas que nos llegan. Como en todo, hay que tratar de comprender y elegir: palabras para sanar y no para dañar; para consolar y no para herir; para que la verdad resplandezca y no para ocultarla.

«El demagogo, el tirano (…) opera con extrema celeridad para no dar tiempo a pensar y someter a reflexión detenida cada uno de los temas. Por ello no se detiene nunca a matizar los conceptos y justificar lo que afirma; lo da todo por consabido y lo expone con términos ambiguos, faltos de precisión» (Alfonso López-Quintás, La palabra manipulada).

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