Un viejo amigo y yo, ambos compañeros en este blog, nos propusimos ser capaces de expresar lo que para nosotros significan, respectivamente, el silencio y las palabras. Lo pensamos así, debido a que a él le encanta lo primero y a mí lo segundo, sin que eso signifique que no sepamos apreciar o disfrutar el otro lado de esta dualidad. Ambos valoramos sobremanera tanto la vida interior como la literatura y ambas hemos compartido rato tras rato.
Pues bien, heme aquí defendiendo a mis amigas las palabras, esas de que tanto uso doy en papel, en onda, en pensamientos, en ideas…
Las palabras son, o así las siento, un recipiente. En realidad, son la herramienta que nos permite expresar y a veces perdurar, transmitir. Lo veo así, porque noto que la misma palabra dicha por distintas personas no dice lo mismo. Incluso esa misma palabra dicha por la misma persona en momentos distintos, con intenciones distintas, no dice lo mismo, y es así desde un «tonto» a un «bonita», ambos capaces de transmitir tanto cariño como desprecio.
Y, por otro lado, veo que alguien que no habla tu idioma y a quien no entiendes por tanto, es capaz con las palabras de hacerte llegar una idea. Ha volcado sobre ti el contenido de ese recipiente.
Mas ¿qué haría yo sin las palabras?, pues de momento, no sirven las miradas y pensamientos para transmitir todo lo que hay en nosotros. Cierto es que muchas veces estos dos son más que suficiente y, sin embargo, propongo yo que quitarnos las palabras es como quitarnos las notas musicales o los colores, nada sería lo mismo sin ellas, se puede componer con ellas, nos cosquillean el corazón y nos elevan el alma, si son lo bastante esbeltas.
Y aunque un momento pueda ser pleno sin una sola palabra, hay otros que sin ellas no serían nada. Momentos de soledad, en los que te cuentas a ti mismo, momentos de reflexión en los que cuentas a tus papeles, momentos de inspiración en que escribes y ahí queda, para remover a otros que vendrán y leerán, momentos de algarabía, momentos de unidad… precisan palabras.
Esas amigas mías que por supuesto conjugo con miradas, con intenciones, con bailes y con adornos, son la herramienta más bella que he encontrado en mis manos, en mi mente. Son capaces de tomarme, plasmarme y transportarme hasta ti, tal como soy o quizás solo tal como me imaginas.
Y aunque hay quien culpa a las palabras de muchas confusiones, considero que no son ellas, sino las intenciones, el ego, la vanidad, los que las hacen culpables de algunos de nuestros males. Pues si algo se confundió, el corazón usará a las palabras para arreglarlo; si nada malo hay tras ellas, la verdad de los hechos las librará del castigo y relucirá su inocencia.
No lo puedo evitar, adoro las palabras.