El tercer planeta estaba habitado por un buscador de Google. Fue una visita muy corta, pues hundió al principito en una gran melancolía.
—¿Qué haces ahí? —preguntó al buscador que estaba sentado en silencio ante unas pantallas de Google vacías y otras tantas llenas de resultados.
—¡Busco! —respondió el buscador con tono lúgubre.
—¿Por qué buscas? —volvió a preguntar el principito.
—Para averiguar.
—¿Para averiguar qué? —inquirió el principito ya compadecido.
—Para averiguar qué es lo que busco —confesó el buscador bajando la cabeza.
—¿Pero qué buscas? —se informó el principito deseoso de ayudarle.
—¡La explicación de por qué busco! —concluyó el buscador, que se encerró nueva y definitivamente en el silencio.
Y el principito, perplejo, se marchó.
«No hay la menor duda de que las personas mayores son muy extrañas», seguía diciéndose para sí el principito durante su viaje.