A las ya tradicionales preguntas de la filosofía, ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, hay que añadir otra que se está convirtiendo en muy importante, tanto para la filosofía como para la ciencia: ¿de qué estamos hechos?, ¿de qué están hechas las cosas?
Hasta no hace mucho tiempo estas últimas preguntas no parecían muy razonables; al fin y al cabo, la respuesta parecía tan evidente como irrefutable: estamos hechos de materia, todo es materia. Pero, alrededor del año 1900, se produjeron algunos descubrimientos que hicieron que estas preguntas sí fueran importantes.
El título de este post no es mío, lo he tomado prestado de un artículo que publicó en 1902 el físico-matemático Henry Poincaré (Francia, 1854-1912), y que comenzaba así: Uno de los descubrimientos más asombrosos que los físicos han anunciado en estos últimos años es el de que la materia no existe. Y continuaba: Apresurémonos a decir que este descubrimiento no es todavía definitivo.
No, no era definitivo en aquella época, y ahora tampoco. Todo lo que sabemos es que la materia es un conjunto de partículas que a su vez son conjuntos de otras partículas. Pompas de jabón dentro de pompas y así hasta… no se sabe bien dónde. ¿Cuál será la última, la verdadera partícula elemental responsable de dotar de masa al resto de partículas fundamentales?
Con ese propósito, encontrar el último componente de la “materia”, o el primero, según se mire –el bosón de Higgs (poéticamente llamado «la partícula de Dios»)–, fue construido el Gran Colisionador de Hadrones. El GCH es el acelerador de partículas más grande del mundo. Una impresionante máquina de 27 Km de circunferencia. Dentro del GCH, las partículas serán aceleradas a través de dos tubos distintos y en direcciones contrarias hasta alcanzar casi la velocidad de la luz. En ese momento, los dos tubos se unirán en algún punto con el propósito de que las partículas choquen entre sí, y de esa forma surja el el bosón de Higgs.
Parece que, en este mar de materia en que vivimos, encontrar “materia” se está convirtiendo en un trabajo más duro de lo esperado. Tanto que Hawking dijo en una entrevista en la BBC: Creo que sería mucho más interesante si no encontramos la partícula Higgs. Eso mostraría que algo está mal, y que necesitamos pensar nuevamente. Apuesto 100 dólares a que no encontraremos el Higgs.
No sé si Henry Poincaré se hubiera sumado a esta apuesta, pero yo sí lo haré. Apuesto un dólar –gano mucho menos que Hawking– a que no encontrarán la “partícula divina”.
A las ya tradicionales preguntas de la filosofía: ¿Quién soy, de dónde vengo, hacia donde voy? Hay que añadir otra que está resultando muy importante tanto a la filosofía como a la ciencia ¿De qué estamos hechos? ¿De qué están hechas las cosas?
Hasta no hace mucho tiempo estas últimas preguntas no parecían muy razonables, al fin y al cabo la respuesta parecía tan evidente como irrefutable: estamos hecho de materia, todo es materia. Pero alrededor del año 1900 se produjeron algunos descubrimientos que hicieron que estas preguntas sí fueran importantes.
El titulo de este post no es mío, lo he tomado prestado de un artículo que publicó, 1902 el físico-matemático Henry Poicaré (Francia 1854-1912). Y que comenzaba así: Uno de los descubrimiento más asombrosos que los físicos hayan anunciando en estos últimos años, es el que la materia no existe. Y continuaba: Apresurémonos a decir que este descubrimiento no es todavía definitivo.
No, no era definitivo en aquella época, y ahora tampoco. Todo lo que sabemos es que la materia es un conjunto de partículas que a su vez son conjuntos de otras partículas. Pompas de jabón dentro de pompas y así hasta…, no se sabe bien donde ¿Cuál será la última, la verdadera partícula elemental responsable de dotar de masa al resto de partículas fundamentales?
Con ese propósito, encontrar el último componente de la “materia” o el primero según se mire: el bosón de Higgs (poéticamente llamado «la partícula de Dios») fue construido el Gran Colisionador de Hadrones. El GCH es el acelerador de partículas más grande del mundo. Una impresionante máquina de 27 Km de circunferencia. Dentro del GCH las partículas serán aceleradas a través de dos tubos distintos y en direcciones contrarias hasta alcanzar casi la velocidad de la luz. En ese momento los dos tubos se unirán en algún punto con el propósito de que las partículas choquen entre sí, y de esa forma surja el el bosón de Higgs.
Parece, que en este mar de materia en que vivimos, encontrar “materia” se está convirtiendo en un trabajo más duro de lo esperado. Tanto que Hawking digo en una entrevista en la BBC:“Creo que sería mucho más interesante si no encontramos la partícula Higgs. Eso mostraría que algo está mal, y que necesitamos pensar nuevamente. Apuesto 100 dólares que no encontraremos el Higgs”.
No sé si Henry Poicaré se hubiera sumado a esta apuesta, pero yo sí lo haré. Apuesto un dólar, gano mucho menos Hawking, a que no encontraran la “Partícula Divina”.
Ciertamente nos encontramos entre dos infinitos, el espiritual que se eleva por encima de los límites de nuestra razón y el material que se extiende en los parámetros del espacio y el tiempo. Al pensar en ello, un sentimiento de pequeñez y grandeza me hace estremecerme ante el misterio de la vida y la conciencia, intuyendo una sublime arquitectura divina en todo lo manifestado. Como en las estatuas de cubo egipcias, donde por encima de la piedra cúbica asomaba una tímida cabeza, me alegra poder contemplar, aunque con limitada conciencia, el maravilloso espectáculo del Universo.