Una mota de polvo

Llevo días pensando sobre qué escribir. Unos me salieron temas de victorias y otros de derrotas, unos de sueños y otros de cuentos, unos de realidades y otros de verdades. La cosa es que todo lo que hacemos es un tema sobre el que pararse a pensar, incluso el mero hecho de parar es un tema sobre el que pensar.

En realidad, a veces tengo la sensación de que da un poco igual lo que haga, de que soy una mera mota de polvo vagando por la infinita inmensidad y densidad de la atmósfera y que puedo quedarme quieta, que el mundo seguirá existiendo igualmente, aunque en ocasiones me empeñe en vivirlo como si todo ocurriera desde mí.

Todo seguirá y eso me incluirá a mí lo quiera o no. Es decir, que me seguirán ocurriendo cosas buenas y malas, apreciables y aparentemente inapreciables, me mueva o no me mueva. Esa mota de polvo es parte de un todo y luego de otros muchos, y está pegada o al lado de muchas otras motas, también parte o afectadas por otros todos. Y, al final, todas se mueven unas afectadas por otras y aún más por corrientes de aire que las mueven a todas a la vez, creyéndose todas ellas dueñas absolutas de su vida.

¿De qué son dueñas cada una de esas motas? ¿De algo acaso? Sí, de algo. De la capacidad de saber lo que son, de la capacidad de saber que son.

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Hoy me he dado cuenta

Hoy me he dado cuenta, o más bien me he acordado, de que esperar que los demás hagan cosas o dejen de hacerlas para que tu vida funcione no tiene sentido. Y mucho menos cabrearte terriblemente o amargarte la garganta y los días porque no llegan a actuar, a decir, a pedir, a disculparse, a expresarse, justo como tú estás esperando, justo como tú necesitas.

Y es que eso no va a pasar y aunque pasase, si de ello depende tu felicidad, tu vida o un mero cachito de tu bienestar, mal camino llevas, mal camino llevo, hermano.

Pero quién narices soy yo para poner mi felicidad en manos de las reacciones o acciones de otros. Así no llego más que a un lugar llamado deriva, hartura, cabreo, desesperación.

Hoy me he dicho: a ver, que sea porque tú quieres. Con las ganas que tienes de cambiar el mundo, de disfrutar el mundo, de ver cómo brilla la esencia esa que está en todo, qué haces esperando a que los demás den los pasos adecuados. A que el propio mundo sea el que se mueva. Cambia el mundo tú, lechugas, simplemente, siendo tú, haciendo lo que crees, haciendo que las cosas sean justo como te gustaría que fueran. Más bien justo como te gustan, en presente, en presente; y sabes que pueden ser.

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No tengo inspiración

¡¡Tengo obras en casa!! Vivo mientras tanto en el pueblo, en una casa que me han prestado mis suegros. Está al lado de un lago y rodeada de monte, pero no me puedo inspirar. Tengo la cabeza llena de azulejos, radiadores, tarimas, colores de la pared y no cabe la inspiración, sino la acción. Acción para intentar que la obra acabe a tiempo, acción para que la mampara esté puesta, para que la encimera sea de la que he pedido y no otra, para que ese enchufe que ha quedado detrás de un radiador salga de ahí inmediatamente, para que al dar al interruptor se encienda la luz adecuada, ¡por favorrrrrrrrr! Para que sí me pongan el decorado elegido en la pared del fondo de la habitación, para que ese decorado llegue de Barcelona antes de que los obreros se hayan ido… Pero qué digo ido, ¡pero si piensan pasar la Navidad en mi casa!! Me dicen que a qué hora comemos las uvas normalmente… Al menos tienen sentido del humor…

Empiezan mis vacaciones y yo no he tenido tiempo de pensar dónde voy, ¿para qué? Si no me queda pasta y me las voy a pasar colocando muebles y libros y lámparas, mientras, eso sí, los obreros siguen terminando la obra del Escorial, que no lo era.

Si yo sólo quería que los niños tuviesen una habitación más grande y de repente te dicen que tienes que pintar y, ya que estás, pues que lo pongas liso, y claro, hay que cambiar el suelo de tu casa, con lo estupendo que es el parquet que lleva ahí toda la vida. Pero si no lo cambias, te quedará la habitación con desnivel. ¿Qué? ¡Desnivel! Noo, poonga tarima, claro, ya la pago yo…, como total voy a tener que acabar haciendo yo horas extras de albañil en algún sitio para poder pagar esto que me presupuestaron por la mitad de lo que va a salir, ¡qué más da!

Y en todo esto, dices: necesito inspiración, no tengo inspiración, necesito vacaciones, no tengo vacaciones, necesito dinero, ¡ya no tengo dinero! Necesito tiempo, ¡¡hala!!, se ha roto la caldera, en medio de esta situación relajante donde las haya, en la que uno tiene toda la capacidad de reacción; lo que necesitabas era más pasta que gastar, más tiempo que perder y más polvo pises donde pises…

Busco la filosofía por los rincones de esa casa preciosa, en la que he vivido tantas cosas entrañables, y la busco en el lago y en el monte, justo mientras me voy corriendo a trabajar a las siete de la mañana y el sol se refleja en el agua, y piensas: mi coche va en la dirección equivocada, páralo y quédate aquí.

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Camina, con eso basta


En una feria del libro, una autor conocido me puso esta dedicatoria: «Camina, con eso basta». Lo cierto es que dio en el blanco. A veces, nos liamos la vida con un montón de debo, no debo, hacia dónde voy, elijo un trabajo u otro, elijo un camino u otro, por qué hago esto, por qué no lo hago, por qué soy así, por qué no tengo tal cosa…

Y, si paramos, si simplemente caminamos, nos podemos dar cuenta de lo tranquila que es la vida en sí misma, de lo poco que pide y lo mucho que da. En realidad, no suelen pasar cosas graves a menudo; pueden pasar cosas rutinarias, cosas aburridas, pero si es así es porque nos sentimos atados a lo que hacemos, cuando, lo cierto es que no estamos atados a nada. Absolutamente a nada.

Ya sé que hay cosas necesarias, como la comida, y tenemos que trabajar para conseguirla, pero eso no es una obligación, sino que todo ha salido bien y poseemos algo que necesitamos: el trabajo y, en consecuencia, la comida.

Por un rato, deja de pedirte lo imposible, incluso lo posible, por un rato deja de conformarte o no conformarte, por un rato toma la vida tal cual es y verás que no tiene nada que ver con lo que haces o lo que tienes. La vida en sí misma es algo que está ocurriendo hagas tú lo que hagas o pienses tú lo que pienses. En muchas ocasiones, lo que ocurre es que estamos tan despistados que pasa mientras miramos hacia otro lado, que somos sin darnos cuenta de que estamos siendo.

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Fresas con leche

Me estoy tomando un tazón de fresas con leche, buenísimo. Y es que estoy haciendo dieta, me preparo para el verano.

¡Qué va!, eso es una frase hecha. Me preparo para mí, me he hartado de vaguear y dejarme llevar. Me he dado cuenta de que, muchas veces, me dedico a hacer lo primero que pasa por mis circunstancias, y ni siquiera pienso si me apetece o si quiero hacerlo. Por ejemplo, asalto la nevera sin más ni más, o al jamón, o al donut que queda. Y me pasa lo mismo con el trabajo: de repente, me ofrecen algo y lo hago, y a lo mejor tenía cosas pendientes o algo que terminar. Es como si acumular no tuviese un coste para mí, o incluso fuese bueno.

Me da a mí que la sociedad consumista y actual nos ha metido el chip tan dentro que ya no apreciamos ni lo que admitimos; solo admitimos.

En ocasiones me he encontrado diciendo que sí a obligaciones autoimpuestas, incluso relacionadas con el ocio, cuando en realidad hay algo que me lleva apeteciendo hacer muuuucho tiempo, y nunca acabo de hacer.

Creo que no hacemos caso a lo que de verdad queremos hacer, a lo que de verdad queremos comer, a la cantidad de trabajo que, de verdad, queremos realizar, porque eso supondría un esfuerzo. Estamos tan acostumbrados a acoger para que todo lo que nos pasa por delante nos quepa en la vida apresurada que llevamos, que nos hemos olvidado de un par de verbos fundamentales como ELEGIR o DECIDIR, incluso los verbos QUERER, más que deber, o DESEAR, más que pasar por…

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Las semillas y la buena tierra

Mateo 13, 1-23; Lucas 8, 4-14

Aquel día salió Jesús y se sentó junto al lago. Se reunió en torno a él mucha gente, tanta que se subió a una barca y se sentó, mientras la gente estaba de pie en la orilla. Les contó muchas cosas por medio de parábolas:

Salió un sembrador a sembrar. Al hacerlo, parte de la semilla cayó al borde del camino, pero vinieron las aves y se la comieron. Parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra; brotó en seguida porque la tierra era poco profunda, pero cuando salió el sol se agostó y se secó porque no tenía raíz ni humedad. Parte cayó entre zarzas, pero estas crecieron y la ahogaron. Finalmente, otra parte cayó en tierra buena y dio mucho fruto.

Los siguientes versículos de estos textos hablan de la explicación sobre cada semilla. En realidad, cada uno podrá darle un significado propio a estas palabras que, por muy marcadas de Iglesia que a algunos les suenen, no son más, ni menos, que enseñanzas atemporales. Si nos sirve Buda o los textos hindúes, los aprendizajes egipcios o los nuevos pensadores, por qué no rescatar un texto de unos 2000 años.

Si queremos ser prácticos, este texto puede estar hablando de clientes, de marketing; si queremos ser místicos, este texto puede estar hablando de aquellos que comprenden el mundo y aquellos que no. Si queremos pensar en personas, puede hablar de amigos; para algunos hablará de mujeres; para otros, de intentos y frutos.

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No te quedes quieto

Nada está quieto, la vida corre por donde quiera que miremos. La enorme madre Naturaleza ha sido siempre el mayor libro de instrucciones de esta vida en la que creemos que nos sueltan sin saber cómo desenvolvernos. En ella lo vemos, todo se mueve, continuamente; todo nace, renace, crece, da frutos, entiende y muere, solo para dar más vida. Todo es parte de todo y su esencia es el movimiento, eso sí, lleno de consciencia.

¿Cómo podemos quedarnos quietos? ¿Cómo podemos estar parados en el mismo lugar que hace dos años, en el mismo sentimiento, en las mismas circunstancias? El agua estancada se acaba estropeando, mientras que la más fresca está en los ríos, que no dejan de fluir. ¿Será eso lo que, en ocasiones, nos pasa?

Es cierto que también hay lagos, preciosos, que nos reflejan la belleza de lo que les rodea y del mismo cielo, todo bien conjugado en un paisaje (que, como todos, nos habla de la vida). Pero esos lagos suelen tener una corriente interna, una entrada y salida de agua, un movimiento que les hace mantenerse vivos, aunque parezcan los mismos. Y es que el movimiento interno es tan nutritivo y vivificante como el externo, y mucho más necesario.

El cambio físico, las nuevas empresas y propósitos, los retos, movidos todos por nuestras más profundas motivaciones, son los árboles de nuestro jardín interior. Vamos plantando, recortando, escogiendo, o simplemente admirando y disfrutando de esa misteriosa obra que somos nosotros mismos, que es la vida en sí misma.

No te quedes quieto, no puedes, no es tu naturaleza. Ni te muevas sin un motivo real ni sin conocer tu sentido. Si no sabes qué hacer ahora, comienza a moverte por dentro, conócete, encuéntrate, halla el sentido. Todo comenzará a vibrar a tu alrededor.

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Ciencia o filosofía

CIENCIA O FILOSOFÍA

CIENCIA O FILOSOFÍALeía ayer un artículo pasado por Internet que hablaba de la posibilidad de cambiar nuestro cerebro a través del pensamiento positivo, el cambio del centro de atención  o la respiración abdominal.

La entrevista se realizaba al Dr. Mario Alonso Puig, cirujano general y reconocido con un sinfín de títulos escritos en inglés. Su título: lo que el corazón quiere, la mente se lo muestra. Lo cierto es que no tenía desperdicio. Tan solo voy a transmitir algunas de sus ideas, que a todos nos sonarán ya habituales de por aquí. La diferencia: lo dice un cirujano, perteneciente, entre otras, a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia:

La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando. Hay que entrenar esa mente.

… Psiconeuroinmunobiología es la ciencia que estudia la conexión que existe entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la fisiología del ser humano. Una conexión que desafía el paradigma tradicional… Un minuto entreteniendo un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada.

Cuando nuestro cerebro da un significado a algo, nosotros lo vivimos como la absoluta realidad, sin ser conscientes de que sólo es una interpretación de la realidad… Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que cambian nuestras percepciones. La transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que somos.

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La filosofía es un helado de fresa

HELADO FRESA

Qué serios estamos… Esto es un blog de filosofía, pero ¿dónde se encuentra esta? ¿En los amplios tomos sobre sabiduría, sobre verdad, sobre la vida? ¿En las grandes ideas o en los momentos luminosos?

Qué es, no, qué no es filosofía. Porque para alguien entroncado con el eje de la Vida, para el que comprende, para el que busca sentido o para el que lo intenta, ¿qué no es filosofía? Cada momento está lleno de grandeza, cada lugar desde el que miras.

Por eso hicimos un diario de filosofía y no un monográfico, por eso nos gustan las historias de taxistas, las de deportes, las de realidad y también las grandes afirmaciones. Todo lo que está escrito desde el corazón: ese lugar también llamado la Belleza de la Vida.

La filosofía no se define, no se ve, ni siquiera se toca, se sabe, se siente, con esa preciosa intensidad con la que se atraviesa el tiempo, cuando sabes que es eterno…

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Estoy harta de la vida

Estoy cansada y estoy agradecida.
Estoy harta de la vida,
de que me haga luchar tanto,
de ver más bello que toco,
de creer en mundos grandes.
Porque me choco contigo
y conmigo y con la vida,
y veo torpeza plena
a vuelta de cada esquina.

Estoy harta de la vida,
de la gente a media tinta,
del sí pero luego no,
del puede pero no debe,
yo pretendo almas valientes,
más que almas ya verdades,
miediocridades las justas,
más bien fustas, bien cogidas.

Estoy harta de la hartura,
de la altura mal medida,
de la mentira en la frente,
de la herida en la mentira.
Estoy harta de la vida,
de la poca valentía,
del podría ser… un día,
del nunca será, seguro,
porque mientras andes cuerdo,
no salimos del apuro.

Del apuro de lo pobre,
de la distancia entre rostros,
de la tristeza en el fondo,
de un Ser escondido a trozos,
entre basurilla oscura,
entre sueños ni soñados,
entre las manos bien limpias,
y la muerte en cada paso.

Así no se vive, hombre,
ni se sobrevive apenas,
así lamentas tu aliento,
alimentas a tus penas,
no llegarás nunca a viejo,
porque así viejo has nacido,
nadie seguirá tus pasos,
pues ni tú mismo te sigues.

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