El hombre agobiado de quehaceres se ocupa de todo menos de vivir. Y eso que la ciencia del vivir es la más difícil.
(Séneca)
– Enhorabuena, profesor. Descubrir esos tratados cuidadosamente protegidos en un baúl en estratos tan antiguos constituye el mayor hallazgo arqueológico del siglo. ¿Fue su intuición lo que le llevó a señalar este lugar para comenzar la excavación? –preguntó el periodista.
–No. Los había puesto yo allí –contestó el viajero del tiempo.
Hace poco volví a ver la película Pinocho, de Walt Disney.
Las películas sencillas muestran lo blanco muy blanco y lo negro muy negro, lo que tiene una ventaja: se distinguen fácilmente. Vamos, que se aprende de forma relajada, lo cual es de agradecer.
Nuevamente vi al hada azul cómo prometía a Pinocho la posibilidad de ser algo más que un muñeco de madera. Llegaría a ser un verdadero niño de carne y hueso si lograba superar un periodo de prueba para demostrar que realmente era merecedor de tal categoría. Nada de regalos sin más. Le dejaba con un acompañante singular: la voz de su conciencia (“Deja que tu conciencia sea tu guía”).
Soy fan de Pepito Grillo. El pobre ejerce de voz de la conciencia de Pinocho, lo cual es un trabajo a jornada completa y sin remuneración (así le va, a veces).
Y qué podemos decir de su magnífica explicación de dónde están el bien y el mal, tan clara como la que nosotros mismos daríamos en su lugar:
El otro día me encontré con uno de mis vecinos, que es joven y despierto, y que por lo visto había oído comentar algo en casa sobre Nueva Acrópolis y, sabiendo que me muevo en este ambiente desde hace algunos años, me preguntó directamente: “¿Qué es Nueva Acrópolis?”.
Ante esta pregunta a bocajarro (con la que por cierto, me topo con cierta frecuencia) pensé que, mejor que contestarle con una definición y una enumeración de principios, podía explicárselo como cuando él me responde a mí si le pregunto por algo que él hace y yo desconozco (es que vivo en un sitio donde los vecinos son como los de antes, que se relacionan y hablan).
Así que, sin más, se desarrolló un diálogo tal que así:
–¿A ti te parece que hay cosas que se podrían mejorar en el mundo?
–Sí.
La nobleza del ser humano procede de la virtud, no del nacimiento. «Valgo más que tú porque mi padre fue cónsul y además soy tribuno, y tú no eres nada».
Vanas palabras, amigo. Si fuésemos dos caballos y me dijeses: «Mi padre fue el más ligero de los caballos de su tiempo y yo tengo alfalfa y avena en abundancia y, además, soberbios arneses», te contestaría: «Lo creo, pero corramos juntos».
(Epicteto)
¿Cuál es la diferencia entre un ser humano y un animal?
Pues que la tendencia general del humano es: “¡Sálvese quien pueda!”, y, en cambio, la prioridad del animal es: “¡Salvémonos todos por la cuenta que nos tiene!”.
Veamos, si no, el caso de las hormigas del Amazonas. Las hormigas del Amazonas son unos fenómenos de hormigas. Cuando viene una crecida de las de órdago que solo pasan de vez en cuando, estos seres diminutos (desde nuestro vanidoso punto de vista, pobres bichitos), que individualmente no tendrían ninguna posibilidad de sobrevivir en la inmensidad del agua (ninguna), obran el milagro al convertirse en un equipo.
En este equipo, todas tienen importancia, todas las vidas han de salvarse, todas deben colaborar en el prodigio, todas tendrán un final común (la salvación o el desastre).
Estas guerreras pequeñajas se unen y se enredan entre sí formando un entramado, una red viva con montones de ojos, montones de patas y montones de antenas, continuamente en movimiento unas respecto a otras pero sin perder nunca la unión que las convierte en otra cosa, en otro ser compuesto de miles de seres, como aquel Ygrámul el Múltiple que aparecía en La historia interminable de Michael Ende. Con este movimiento, consiguen repartir las ventajas y los inconvenientes de cada posición del entramado (hay que estar a las duras y a las maduras), y así se mantienen hasta que consiguen el éxito, bien porque llegan a tierra firme después de mucho flotar en un mar inmenso, o bien porque la crecida desciende y mejora la posibilidad de escapar a suelo seco.