Cuentan las crónicas que el Inca Pachacutec era un rey sabio, que gobernaba a su pueblo con justicia; era un hombre que sabía, además, extraer lecciones de la vida y de las experiencias.
Author: M.Dolores
Antídoto contra el fanatismo
A lo largo de la historia, los grandes enemigos de la Humanidad parecen reencarnarse en cada época, vestidos con distintos ropajes, hablando diferentes lenguas, pero siempre semejantes en sus devastadoras acciones.
Uno de ellos es el fanatismo, especie de enfermedad mental colectiva, que arrastra en torbellinos fatales a grupos humanos y les conduce a las más vergonzosas y criminales acciones. Las páginas más tristes de la Historia son las que recogen los hechos marcados por los fanatismos, en todos los tiempos, en todos los pueblos, pues ninguno se libra de haber padecido esta desgracia en algún momento, como si fuera una nube cargada de negros presagios que va recorriendo los lugares y los tiempos, descargando aquí y allá su tormenta envenenada.
Las obras de los fanáticos son siempre destructoras, apenas si proporcionan felicidad o serenidad, sino todo lo contrario, lo suyo es la coacción, la fuerza, la amenaza, el miedo, la vejación, la muerte.
Los seguidores de esa corriente nefasta pueden reclutarse en ámbitos también variables: pueden encontrarse en grupos políticos, religiosos, pero también aparecen en otros ámbitos, como los profesionales o los académicos. No toleran a nadie que se atreva a pensar de manera diferente, o que tenga otra visión del mundo, otras creencias, otra manera de ver la vida, pues se creen en posesión de la verdad más absoluta y los demás son unos equivocados que no merecen más que la destrucción y el aniquilamiento.
Transmitir el conocimiento
Se suele recurrir a la imagen de la Sociedad del Conocimiento para definir la tendencia de los países desarrollados. Más allá de las escenas que nos ofrecen diariamente los medios de comunicación y de la posible distorsión de la realidad que puedan proporcionarnos, es cierto que la sofisticada especialización que han alcanzado las diferentes ramas del saber produce una ingente cantidad de hallazgos.
Hallazgos que, si fuesen convenientemente divulgados, mejorarían sin duda las condiciones de vida de millones de personas y en algunos casos ayudarían a explicar fenómenos que parecerían sujetos al ámbito de lo enigmático. Sin embargo, tales resultados apenas si rebasan los límites de las publicaciones especializadas y solo alcanzan a las comunidades de intereses de los científicos y en el mejor de los casos, de quienes financian las investigaciones. Y frente a ese aislamiento, aumentan cada vez más las supersticiones y prosperan adivinos, echadores de cartas y mancias de pacotilla, que tanto desprestigian la búsqueda del conocimiento tras las apariencias y las preguntas audaces.
Se hace necesario cubrir ese abismo que parece infranqueable entre el saber y sus destinatarios, que son los seres humanos, mediante una labor paciente y meticulosa de divulgación y de transmisión. Es indispensable ese esfuerzo, si no queremos que la ignorancia acabe por embrutecernos, si queremos que la edad media que tanto se detecta en síntomas sociales, no vuelva a sumirnos en la oscuridad de los miedos y el analfabetismo.
No cabe duda de que Internet está cumpliendo ese deber divulgador, dando facilidades a los investigadores y nuestro boletín pretende aportar su granito de arena difundiendo las noticias que nos resultan interesantes para mejor interpretar el mundo y la vida. Nuestra asociación viene trabajando en ese sentido en todo el mundo desde hace casi medio siglo: que la filosofía como amor al conocimiento llegue a todos, que todos podamos llegar a ser filósofos.
Pasado y presente
Ahora que comienza el año, volvemos a recordar al Jano, el antiguo dios romano, que preside el inicio de un nuevo ciclo. Se le representaba con dos rostros: uno miraba hacia atrás, el pasado, y el otro hacia delante, al futuro. Era el dios de las puertas, pues cuidaba el tránsito a través de los umbrales, lo cual nos recuerda esa puerta del nuevo tiempo que se abre ante nosotros
En este gozne, es de rigor hacer balance de las experiencias que hemos dejado atrás en el año que acaba de terminar, valorar nuestro aprendizaje, lo que nos hizo sufrir, lo que motivó nuestros mayores esfuerzos, las pequeñas victorias logradas sobre nosotros mismos, los proyectos que se culminaron, los que quedaron por hacer, sin olvidar los fracasos que en tantas ocasiones nos abatieron. Y a la vez, es el momento de mirar hacia el futuro que se abre ante nosotros, con todas sus páginas en blanco, esperando nuestras acciones, de hacer acopio de energías renovadas para plasmar los sueños que tantas veces dejamos volar en el territorio de la fantasía sin dirección.
Jano expresa esa dualidad que vive en nosotros, que no siempre enfocamos con la suficiente dosis de armonía, pues a menudo nos vemos ante nuevas etapas de nuestra vida con la melancolía que nos produce tener que dejar atrás lo vivido y el temor de tener que enfrentarnos a lo desconocido y temido a la vez.
Como intuyendo esa dualidad, los medios de comunicación nos ofrecen resúmenes anuales, que activan la memoria colectiva, tan atrapada en el presente y también los deseos y los proyectos que esperan a que la voluntad se exprese y deje sus huellas.
Lo que aporta la filosofía
Se está celebrando en todas las sedes de la Asociación Nueva Acrópolis un ciclo de actividades en torno a las aportaciones de la filosofía, con la clara intención de hacernos reflexionar sobre las posibilidades de aplicación práctica que tiene una disciplina a la que hemos cargado de un significado teorético, alejado de la realidad y de los problemas que debemos resolver, empujados por la necesidad.
Lo curioso es que, apenas nos introducimos en el amplio territorio de la tarea filosófica, comprobamos que en realidad prácticamente todos los que cultivaron el arte de pensar lo hicieron impulsados por un serio compromiso de mejorar el mundo y aportar nuevas visiones y perspectivas para su tiempo. También es cierto que la mayoría tuvieron que pagar un alto precio por ello, lo cual hace más grande y admirable su ejemplo y nos invita a la valentía de remontar la corriente que nos arrastra hacia la masificación y la abulia. Amar la sabiduría es una tarea peligrosa, pero bella noble, y nos lleva a la libertad y a la plenitud.
Parece como si un oscuro velo de inutilidad hubiese ido cubriendo la imagen de la filosofía, quizá para hacerla menos atractiva, impidiendo así que los buscadores se hiciesen preguntas inquietantes y descubriesen las manipulaciones y los engaños de quienes se benefician con la ignorancia.
Sí, son muy variadas y ricas las aportaciones que hace la filosofía a la vida de los seres humanos: la hace más completa y más digna, ensancha el horizonte, permite imaginar nuevas salidas para las encrucijadas, nos eleva por encima de la estrechez de los egoísmos y las mezquindades. El mundo sería mucho mejor si fuesen más numerosos los cultivadores de ese arte de pensar que nos lleva al arte de vivir y marca con su sello a quienes llamamos sabios. Lo sugirió Platón en su día: la justicia reinaría en la ciudad si los filósofos gobernasen o si los gobernantes se entregasen a la filosofía.
Invitación a la filosofía
Una buena parte de la actividad de nuestra Asociación se dedica a cumplir la indicación socrática de que hay que animar al ejercicio de la filosofía, recomendando en todo momento su práctica. Tal indicación fue seguida con diligencia a lo largo de los siglos, como bien nos enseña Pierre Hadot en su muy recomendable obra titulada “Ejercicios espirituales y filosofía antigua”, que ha editado recientemente en España Siruela.
Lejos del quehacer teorético y abstracto que solemos asignarle, los “inventores” de la filosofía nos legaron una disciplina con notables efectos positivos, a la hora de encarar los desafíos que nos plantea la vida cotidiana. De ahí su esfuerzo en transmitir los conceptos esenciales para dar sentido a nuestra existencia y la invitación constante hacia su práctica.
A pesar de la pérdida de tantos textos clásicos, podemos leer muy bellas exhortaciones o alabanzas de la filosofía, que ponen de manifiesto la conveniencia de su ejercicio. Muchas fueron recogidas con devoción por los neoplatónicos del Renacimiento. Como estas palabras que debemos a Marsilio Ficino: “Sobre todas las cosas, la filosofía arranca de la miseria a los mortales, y les concede felicidad».
El arte de morir
En nuestra lucha por reducir las realidades inciertas que acompañan nuestra vida, con frecuencia olvidamos las certezas incuestionables y hacemos como si nuestras más profundas evidencias fueran tan relativas como esas otras contingencias que enfrentamos a diario. Quizá la certeza total, la más imponente y ante la cual no caben escapatorias es que vamos a morir, de tal manera que, una vez llegados a este mundo, la única seguridad que podemos tener es esa cita inexorable con la muerte.
Resulta asombrosa por otra parte nuestra capacidad de olvido y de dar la espalda a algo tan nuestro, tan propio de nuestra condición humana, pues, a pesar de todo, nos coge siempre desprevenidos, como un enemigo que nos estuviera acechando para caer sobre nosotros en el momento más inconveniente y no queremos aceptar de ninguna manera lo inevitable de su intervención. Hay como una contradicción dolorosa en nosotros entre un intenso deseo de perdurar, de mantenernos en la corriente de la vida, y la evidencia de que a la vez ninguno lo vamos a lograr, a no ser en la memoria, que se expresa de tantas maneras, sea en la propia, sea en la de los que en algún momento nos encontraron.
Muerte y vida son como las dos caras de una misma moneda, han dicho los filósofos y los hombres santos de todos los tiempos, y nos han proporcionado ciertamente un buen legado de reflexiones y doctrinas acerca de la manera de soportar el peso de una contradicción tan desgarradora. Han tratado de enseñarnos cómo vivir plenamente, cómo alcanzar felicidad sin que la permanente compañía de la muerte nos angustie ni nos paralice, pues es difícil aceptar que sea la muerte la continua vencedora en una lucha tan desigual como la que se libra en lo más íntimo de nosotros mismos. Sin embargo, con bastante frecuencia optamos por dar de lado ese extraño enigma y hacemos como si no fuese a resolverse de manera tan lacerante, como si no nos fuésemos a separar nunca de quienes amamos, como si la intensidad con que vivimos no se fuese a agotar.
De repente, el encuentro con la muerte de otros, o con la posibilidad de la nuestra nos hace preguntarnos si no habrá también alguna manera de aprender el arte de morir, cuando al parecer hemos sido tan hábiles en elaborar un sofisticado arte de vivir. Quisiéramos encontrarle un sentido a lo que no tiene sentido, al menos aparentemente, nos afanamos en solventar la doble certeza que nos hace sentir que de alguna manera quien se ha marchado de nuestro lado, siempre antes de lo que hubiésemos previsto, sigue ahí, en otra dimensión quizá y al mismo tiempo su evidente ausencia, la negación casi total de su compañía.
Filosofía para el diálogo
Desde sus inicios, la actividad del filósofo se ha venido relacionando muy directamente con el diálogo, esa forma elaborada de la conversación, que conduce al descubrimiento de alguna verdad importante para la vida. Así nos lo enseñó Platón, transmitiéndonos con extraordinaria eficacia la experiencia de los diálogos que presidía y conducía Sócrates.
Muchos hemos descubierto por primera vez la filosofía tratando de seguir las hábiles discusiones socráticas, como un ejercicio para nuestra mente y con la imaginación nos hemos sentido testigos de aquellas reuniones en las que se trataban los asuntos que hacen que el sentido de la vida se nos vaya manifestando.
Los interlocutores con sus intervenciones iban preparando el terreno para que la sabiduría se presentase de alguna manera, a veces en las palabras de una sacerdotisa, como Diótima de Mantinea en El banquete, o en un relato de un guerrero, como Er en la República.
Conocer a los filósofos
Como nuestros amigos internautas saben, desde nuestras páginas promovemos la difusión del conocimiento de quienes dejaron una huella en la historia por su intensa búsqueda de la verdad y abrieron nuevos caminos para los que, como ellos, sintieron la llamada de la filosofía.
Si resulta interesante reseñar esas obras tantas veces comentadas y analizadas, el pensamiento de esas grandes almas, tratando de clarificar el sentido de las cosas, no menos iluminador resulta conocer sus peripecias vitales, pues en las biografías suelen gestarse los orígenes de las preguntas que dieron luego cauce a las respuestas que cada pensador ofrece para los caminantes que le sigan.
Descubrimos, de manera concreta y palpitante, hasta qué punto la filosofía es inseparable de la vida, a la que viene a dar sentido y orientación, lo cual nos ayuda a sentirnos cercanos y establecer con algunos de estos filósofos un lazo casi íntimo de admiración y respeto. Los vemos comprometerse con su tiempo y las inquietudes y preocupaciones de sus contemporáneos, luchar por defender la libertad de pensamiento tantas veces conculcada, sufrir las represalias con que el poder trata de silenciar a los que se atreven a pensar por sí mismos.
Nada más ajeno a la realidad de las vidas de los filósofos que admiramos que esa imagen desarraigada de intelectual teorético y aislado en su torre de cristal, elucubrando a espaldas de sus conciudadanos. Se esforzaron por mejorar el mundo en que vivieron, no tuvieron miedo a equivocarse, ni que los demás interpretaran mal sus palabras. Y nos dejaron un ejemplo vigoroso, respaldando sus obras. Todos aportaron algo útil para la historia del pensamiento, todos nos enseñaron algo. A nosotros nos toca reconocer en ellos a quienes se encuentran más cerca de nuestras intuiciones, y sentir que quizá pertenezcamos a una misma familia espiritual.
Pensar el futuro
Vivimos tan sometidos por las urgencias que nos impone el presente que apenas si nos queda tiempo para sobrevolar por encima de las circunstancias y mirar más allá, tratando de avistar qué nos depara el tiempo que aún no ha transcurrido. Con una especie de infantil insensatez, preferimos ignorar que inexorablemente se van a ir produciendo cambios y que el espejismo de nuestra seguridad transitoria podría desvanecerse.
Si hacemos caso a los avances que nos proporcionan quienes se dedican a otear el horizonte, buscando las señales de advertencia que emite el futuro, mucho más cercano de lo que podamos suponer, tenemos que deducir que haríamos bien en prepararnos un poco, pues las perspectivas no parecen halagüeñas en ningún sentido. Una simple mirada a las noticias que nos depara la actualidad nos permite advertir la dirección que van tomando los acontecimientos y reconocer que, como ya se venía anunciando desde hace decenios, cada vez con más claridad se detectan los signos de medievalización de nuestras sociedades, por calificar de alguna manera los cambios que se están produciendo cada vez con mayor rapidez, con mayor claridad.
La filosofía viene en nuestra ayuda, a la hora de enfocar de manera equilibrada nuestra postura ante ese futuro que se nos presenta incierto e inestable, pues, a través de la Historia, se han experimentado fórmulas eficaces para atravesar con éxito los tiempos turbulentos y nos ofrece los medios para adoptar esas actitudes que nos van a permitir salir adelante, sabiendo encontrar las causas de los fenómenos que se producen a nuestro alrededor. Estamos hablando de una filosofía para la vida, no un ejercicio intelectual teorético, con el que tan a menudo se confunde al eterno amor a la sabiduría que encierra su significado.