¿Qué quieres ser cuando seas mayor?

Hay una costumbre habitual entre los padres, y es la de preguntar a los más pequeños de la casa: ¿qué quieres ser cuando seas mayor? La mayoría contestará según la moda del momento: policía, bombero, futbolista y cosas así. Pero creo que la mayoría ha optado por ser teórico, y no me refiero a ser un físico teórico, sino a un teórico de lo que sea.

He desarrollado con el tiempo el gusto por leer entrevistas a personajes relevantes de la política, la música, la ecología, etc., en fin, a líderes mundiales en varios campos de interés. Durante las entrevistas es donde las personas se muestran más sinceras y espontáneas. En ellas opinan sobre todos los temas, y dan ideas de cómo resolver esto o cómo resolver aquello: inmigración, economía, contaminación, corrupción, etc. Lo que ha terminado por llamarme la atención es la distancia que hay entre lo que dicen y lo que hacen. Al filosofo B. Russell también le llamó la atención este fenómeno social y dijo al respecto: «La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica».

No sé si es usted de los que predican y no practican o de los que practican y no predican. Pero en cualquier caso la sociedad está cada vez más llena de teóricos de todos los tipos. Tenemos a naturalistas que no hacen nada por la naturaleza, a políticos que en sus casas hacen todo lo contrario de lo que dicen, a filósofos sin sentido común, a artistas que no crean nada bello, etc.

Estamos ante el grave riesgo señalado por el científico y filósofo francés Blaise Pascal, quien escribió: Si no actúas como piensas, vas a terminar pensando como actúas.

Las crisis económicas

En la ciudad de Marbella, año 2004. Un amigo alemán me contó una vez:

No señor, los jóvenes alemanes nos son como los de antes, no trabajan tanto ni son tan honrados. Mira, mi padre trabajó en el Deutsche Post (correo alemán) durante más de treinta años y siempre llevaba en el bolsillo de la camisa del uniforme dos bolígrafos. Uno de la empresa, que solo lo utilizaba para escribir cosas relacionadas con el trabajo, y el otro que era suyo personal y lo utilizaba para escribir cosas suyas personales.

Atenas, 470 a.C.-id., 399 a. C. (Apología de Sócrates):

«Por lo pronto, soy extraño al lenguaje que aquí se habla. Y así como si fuese yo un extranjero me disimularíais que os hablase de la manera y en el lenguaje de mi país, en igual forma exijo de vosotros, y creo justa mi petición, que no hagáis aprecio de mi manera de hablar, buena o mala, y que miréis solamente, con toda la atención posible, si os digo cosas justas o no, porque en esto consiste toda la virtud del juez, como la del orador: en decir la verdad».

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Abraham de Moivre

Es curioso la gran cantidad de páginas web en las que aparece el anuncio: ¡Calcula la fecha de tu muerte! No sé muy bien cómo harán los cálculos. Pero no hay dudas de que el rey en este campo fue el matemático francés Abraham de Moivre.

Moivre hizo grandes aportes a las matemáticas: números complejos, trigonometría, cálculo de probabilidades, etc. Fue miembro de la Royal Society y buen amigo de Newton. A pesar de éstos y otros muchos méritos, Moivre fue pobre toda su vida. Se ganaba la vida entre las clases particulares y jugando al ajedrez en su cafetería favorita.

A Abraham de Moivre le llamaron en su época el rey del cálculo. Pero Abraham de Moivre ha pasado a la historia como el hombre que predijo exactamente la fecha de su muerte. Cuentan que un día, al levantarse por la mañana, cayó en la cuenta de que cada día dormía veinte minutos más que el día anterior.

A partir de ahí conjeturó que moriría el día que durmiera durante 24 horas. Ese día, calculado por él mismo, era el 27 de noviembre de 1754. La causa oficial de su muerte quedó registrada como «somnolencia».

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¿Conócete a ti mismo?

–Mira, chico, no vengas con frases griegas a esta hora de la mañana; ¡pues claro que me conozco! Esas cosas sólo te las preguntas tú, que eres un excéntrico. Yo sé quién soy, cómo me llamo y dónde vivo, y además sé perfectamente cómo soy. Te recuerdo que me conozco desde que nací, y soy una buena persona: generosa, justa, puntual, seria en el trabajo, así que no me vengas con tonterías.

–Hombre, Antonio, no te pongas así, te lo pregunto porque fíjate lo que ha ocurrido hace unos días en Alabama: Amy Bishop, profesora de biología, especialista en neurología, graduada en la Universidad de Harvard. Durante varios años, Bishop llevó una vida tranquila y, al igual que tú, pensaba que se conocía bien: buena profesora, puntual, agradable y justa con los alumnos. Sus compañeros la tenían en gran estima, una persona agradable con la que se podía tomar una taza de café y charlar tranquilamente sobre jardinería y cosas así.

Durante años las cosas fueron muy bien, hasta esa mañana en la que se le había informado de que no le iban a renovar su contrato. Unas horas después de recibir esa mala noticia, la agradable y puntual profesora Bishop irrumpió en una sala en la que se estaba celebrando una reunión y abrió fuego indiscriminadamente contra todos los presentes. Como resultado, tres de sus compañeros de trabajo, el director del Departamento de Ciencias Biológicas, G.K. Podila, y dos de sus adjuntos, María Ragland Davis y Adriel Johnson, muertos.

Así que no digas que esa recomendación “Conócete a ti mismo” es una tontería griega. Es algo muy importante. ¿Acaso te crees justo porque devolviste una cartera que te encontraste con 20 €?, ¿crees que eres puntual en el trabajo o quizás te crees una persona con buen corazón porque dejaste tu asiento a esa viejecita en el autobús? No, Antonio, nosotros no nos conocemos, solo lo parece, y lo seguirá pareciendo mientras las cosas vayan razonablemente bien. Pero a veces el caminar por la vida nos pone en situaciones en las que nuestras máscaras van cayendo una tras otra como las capas de una cebolla.

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Demasiado viejo para…

Querida Eva:

Son ya varias las veces que te he invitado, dado que te conozco y sé que te gustará, a asistir a un curso, corto pero interesante, sobre filosofía. A pesar de que solo son unos pocos meses durante los cuales podrás echar un vistazo a la filosofía y cultura de varios países, durante diferentes periodos históricos, estoy seguro de que te ayudará a entender a otras personas y a ti misma.

Pero siempre te has excusado diciendo que no tienes tiempo, o incluso últimamente, dices que ya eres demasiado mayor para estas cosas. Te recuerdo que con la misma excusa nunca has realizado ninguno de tus sueños desde que te conocí con poco más de veinte años. Has dejado pasar muchas oportunidades para realizar algunos de tus sueños como: aprender a pintar, aprender inglés para poder viajar, que tanto te gusta, aprender cocina china, y, no puedo dejar de mencionar, tu gran ilusión por navegar a vela.

De mi mano sólo quiero decirte que la falta de tiempo no es un motivo para dejar de hacer algo, sino lo contrario, cuanto menos tiempo nos quede más rápidamente debemos lanzarnos a nuestras pequeñas o grandes ilusiones y sueños.

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¿Cree Vd. que vivimos en el mejor de los mundos posibles?

Esta fue la pregunta con la que terminé uno de mis posts, y la verdad es que no contestaron muchas personas. Pero, yo por mi cuenta, he hecho esta misma pregunta a cuantos amigos y conocidos he tenido a mano. Casi todos han contestado que no, que no vivimos en el mejor de los mundos posibles. Esta respuesta no me extraña, y entiendo que la mayoría de las personas no estén de acuerdo con la afirmación del filósofo Gottfried Leibniz de que “vivimos en el mejor de los mundos posibles”. Tienen un buen argumento a su favor: ¿cómo justificar la presencia del mal, de las dificultades, de los problemas, del dolor?

Un vaso que se cae, un accidente de coche, la sequía que arruina una cosecha, una enfermedad inesperada, despidos masivos, lluvias torrenciales, sequías interminables, empresas en ruina, terremotos, tsunamis, guerras, etc. Las dificultades y el dolor nos rodean, están en todas partes.

La respuesta a la pregunta ¿cómo justificar el mal y las dificultades? la podéis encontrar en la portada del libro de Darwin: “El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida” LUCHA POR LA VIDA. Sin lucha, sin dificultades, no habría evolución.

El dolor se ha mostrado como la mejor ventaja competitiva que tenemos. Es un aviso de que algo va mal y tenemos que corregirlo; el dolor ayuda a reorientar nuestros movimientos y a esta continua reorientación, cambios y adaptación es a lo que llamamos evolución.

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Quiero vivir eternamente

Se cuenta que cuando al gran alquimista Salomón Trimosín, nacido en 1490, se le preguntó cuánto pensaba vivir, contestó que hasta el día del Juicio Final.

Unos años más tarde, concretamente el sábado, 7 de mayo de 2005, en una entrevista publicada por el periódico El Mundo, el biólogo de la Universidad de Cambridge, especialista en envejecimiento, Aubrey de Grey, afirmó lo siguiente: Me apuesto lo que usted quiera a que ya ha nacido una niña que va a vivir indefinidamente.

Ciertamente, buscar la fuente de la eterna juventud ya no es una quimera de los antiguos alquimistas medievales, sino que se ha convertido en una realidad, en un objetivo de la ciencia. Encontrar las llaves de nuestro reloj biológico parece que está al alcance de la mano: la química, la biotecnología, la robótica, la informática, etc., todas las ramas del saber aportan su granito de arena para conseguir ese viejo sueño; vivir muchos, muchísimos años hasta llegar a ser eternos, es el gran objetivo.

¿Y… después qué?

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Mentes maravillosas

Muchos tuvimos la oportunidad de ver la película “Una mente maravillosa», y creo que todos nos quedamos con la misma pregunta: ¿por qué y cómo estas mentes maravillosas fracasaron ante el dilema que nos plantea el poeta dramaturgo irlandés Yeats: la inteligencia humana debe escoger entre dos aspiraciones excluyentes, la perfección de la vida o de la obra?

John Nash es el matemático sobre el que está basada la película, interpretado por Russell Crowe. Una mente maravillosa es el caso más famoso, pero no el único. Hubo otros casos no tan conocidos pero igualmente extraordinarios, de los que exponemos a continuación, aunque sea brevemente, algunas notas biográficas.

Von Neumann

De pequeño ya asombraba a todos por su memoria; dicen que leía una columna de la guía telefónica varias veces y era capaz de responder a las preguntas que le hiciesen de nombres, domicilios o teléfonos. A partir de ahí todo fueron genialidades en matemática, física, programación, etc. De niño, von Neumann demostró tener una memoria increíble. Poundstone, en ‘El dilema del prisionero” escribe:

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Hiperespacio

He terminado de leer un libro titulado “Hiperespacio”, y no es un libro de ciencia ficción, es un trabajo muy serio del profesor de física teórica Michio Kaku. Es un libro interesante, bien construido, con muchas referencias y anécdotas, ameno y fácil de leer, lo que no es poco para tratarse de un libro que trata sobre la teoría de supercuerdas y espacios multidimensionales.

En uno de los capítulos finales trata sobre el reto que la humanidad tiene por delante, el hecho inevitable de que el universo morirá; bien por “frío” en un universo abierto, o bien por “fuego” con un universo cerrado.

El profesor M. Kaku nos dice que imaginar una posible vía de escape a esta catástrofe es muy difícil, porque nuestro cerebro piensa de una forma lineal, mientras que el conocimiento lo hace de forma exponencial. Los físicos John D Barrow y Frank Tipler están plenamente de acuerdo con esta línea de pensamiento y añaden que: “La tecnología continuará creciendo exponencialmente durante miles de millones de años”.

¿Qué tipo de civilizaciones, en el futuro, será capaz de encontrar una posible solución?

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La percepción del tiempo

En julio de este verano de 2009, tuve la siguiente conversación con mi buen amigo J. Carlos, en la que me contaba:

–Estoy asustado por la velocidad con la que se me pasa el tiempo, paso de lunes a viernes y de verano a invierno casi sin darme cuenta. En cambio, recuerdo que cuando yo era pequeño el tiempo pasaba más despacio. Las semanas me parecían como meses y los meses, especialmente los de verano en vacaciones, me parecían como años. Tengo la extraña sensación de que el tiempo pasa más rápido a medida que envejezco.

–Sí, es cierto, a mí me ocurre lo mismo. Yo, a veces, también tengo esa extraña sensación de que, cuanto menos tiempo me queda, más rápido se va. Tan extrañado estoy que empiezo a sospechar que los relojes y calendarios que nos venden están todos trucados.

Pero ¿quién no ha tenido alguna vez la “extraña sensación” de que el tiempo a veces se alarga y otras se acorta? ¿Qué pasa con el tiempo? ¿Es que el tiempo es como una especie de goma de mascar cósmica que se puede estirar y acortar?

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