Hipatia de Alejandría

Muy pocas son las mujeres de la Antigüedad que han pasado a la historia de la filosofía. Y buena parte de ellas han sido más conocidas gracias a su parentesco con algún personaje famoso, seguramente porque la Historia también ha sido escrita por hombres. Aparecen en los libros Aspasia, esposa de Pericles, Teano, esposa de Pitágoras, o Hipatia, hija de Teón de Alejandría. Caso aparte es el de Diotima de Mantinea, maestra de Sócrates, y que seguramente merece otro blog aparte. Porque hoy se lo dedicamos a Hipatia, filósofa y mártir romana. Por si alguno aún no lo sabía, también hubo «mártires romanos» que no fueron cristianos, sino víctimas de ellos…

Hipatia nació en Alejandría, en el año 370 de nuestra era y murió en esa misma ciudad en el 415. Su padre, Teón, era también filósofo y matemático, trabajando en la celebérrima Biblioteca de Alejandría.

Hipatia aprendió de su padre, destacando en los campos de las matemáticas, geometría, astronomía, lógica, filosofía y mecánica. De hecho, era la encargada de explicar las doctrinas de Platón, Aristóteles, etc., en la Biblioteca de Alejandría, por lo que sus compañeros la llamaban «la filósofa». Escribió al menos 44 libros e inventó aparatos como el idómetro, el destilador de agua y el planisferio. Ganó tal renombre que al Museo asistían estudiantes de Europa, Asia y África a escuchar sus enseñanzas sobre «la Aritmética de Diofanto» y su casa se convirtió en un gran centro intelectual.

Sin embargo, en un momento de auge y crecimiento del cristianismo, ella no quiso abandonar la filosofía neoplatónica y por envidias, incomprensión e intolerancia fue martirizada y asesinada cruelmente por monjes seguidores de San (?) Cirilo de Jerusalén.

Con la muerte de Hipatia se terminó también la enseñanza del pensamiento de Platón, no solo en Alejandría, sino en el resto del Imperio romano.

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Starry night

Reconozco que antes no me gustaban los cuadros de Vincent van Gogh. Además, esa «fama repentina» debido a los desorbitados precios de algunos de sus cuadros en las subastas de arte me retraía aún más. Pero poco a poco he ido conociendo su pintura y apreciándola. Y apreciándole a él también como extraordinario artista.

La canción de esta vez es de los años 80: de Don McLean, al que todos recordamos por «American Pie» (quizá hablemos de esta canción otro día). Volví a recordar esta canción, no en la versión de Josh Groban, del que hablaba en otra ocasión, sino de Vonda Shepard, la célebre cantante de la serie Ally McBeal.

En Internet he encontrado una presentación en Powerpoint con esta canción y varios cuadros de Van Gogh y varias versiones en YouTube. También hay una animación en flash, que desgraciadamente no sincroniza subtítulos y música. La podéis ver en el blog de Luis Beltrán.

En fin, vamos a la canción y su letra en inglés:

Starry night

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Los neoescépticos en la red

El «Consejo Europeo de Organizaciones Escépticas» está celebrando hoy en Alicante su simpósium anual, organizado por el «Círculo Escéptico». Entre mis compañeros de Nueva Acrópolis siempre he defendido lo saludable que es tener un cierto punto de escepticismo respecto a la inflada sucesión de «misterios sin resolver» de los que muchos esoteristas gustan hablar, y de lo saludable que es mantener un criterio científico. Esto lo digo, claro, debido a mi formación universitaria en el campo de la ciencia, porque desgraciadamente no es fácil encontrar trabajo en la ciencia, sino en la tecnología…

Pero los neoescépticos caen a mi juicio en el error de aquellos que intentan combatir. No lo digo solamente yo. Lo dice Eduard Punset, cuando menciona la crítica exacerbada contra la homeopatía:

Las ventajas del conocimiento científico con relación al conocimiento revelado, al conocimiento genético –en gran parte irrelevante en los entornos modernos–, o al propio conocimiento adquirido –en su mayor parte infundado–, dieron cauce en el pasado a un cierto fundamentalismo científico comparable en sus estragos al fundamentalismo religioso.

Cara a cara con la vida, la mente y el universo, página 69

Sí, señores neoescépticos, ateos, críticos, «cienticifistas», «librepensadores», se comportan ustedes de la misma manera intolerante que los antiguos defensores de los dogmas a ultranza y de los modernos embaucadores.

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Epicuro, un filósofo maldito

Muchos de los grandes filósofos de la historia son calificados como ateos (en esta sección ya hemos visto alguno) porque en ocasiones la filosofía, ejercicio primordial del hombre por buscar sentido al aquí y ahora, evita tratar de entes que se nos escapan de nuestro entendimiento. Así ocurrió también con Epicuro y con Confucio, a quien próximamente dedicaremos otro comentario.

Si los filósofos que evitan hablar de Dios son ateos, los que enseñan a evitar el miedo a la muerte o al futuro son “malditos”. En cuanto a los dioses, para Epicuro no pueden llegar hasta nosotros y por tanto ni los temores ni las plegarias tienen utilidad alguna. Su argumento acerca de la muerte es contundente: “no hay motivo para temer a la muerte, porque mientras vivimos no está presente y cuando está presente nosotros ya no estamos”. En cuanto al futuro y el destino, a la manera de como decían los estoicos, algunas cosas nos llegan por azar y otras por obra nuestra, y son estas últimas las que debemos atender; por lo tanto, ni debemos desesperarnos ni abandonarnos a la suerte.

A pesar de las críticas contra él vertidas, y de la mala fama posterior, Epicuro era un ser de conducta intachable, frugal en sus costumbres, y de carácter afable y paciente. Propuso una sabiduría de vida caracterizada por el optimismo y la admiración ante la existencia del mundo y del hombre.

Según los comentaristas actuales, la ética de Epicuro tiene un aspecto positivo, la búsqueda del placer, y otro negativo, la ataraxia o cesación de las inquietudes que traban el logro del placer. El dolor y el mal son fáciles de evitar, porque los sufrimientos no duran mucho tiempo; cuanto más agudos, menos tiempo permanecen. El placer y el bien son fáciles de conseguir, y donde hay placer no hay pesar ni sufrimiento.

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You raise me up

Inauguro una nueva sección de nuestro blog, que sigue creciendo poco a poco. El título «Filosofía y Música» es demasiado genérico, pero mi intención es mostrar letras de canciones que me han llamado la atención por sus valores filosóficos. Quizá en alguna ocasión también ponga letra de música clásica, pero de momento me ceñiré a la música moderna, de la que hay gran variedad donde elegir.

Para empezar, traigo a un joven cantante norteamericano, Josh Groban poco conocido en España. La letra de la canción elegida es de Brendan Graham, otra cantante británica.

Algunas de las canciones que mostraré en esta selección tiene (como una gran mayoría) «temática amorosa». Y sin embargo, si sustituimos el objeto del amor terrestre por un amor celeste (como diría Platón) encontraremos bellas reflexiones filosóficas.

Y sin más, esta es la canción (eliminando repeticiones):

You raise me up

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Hay vida sin Internet

Conocí Internet a finales de 1993 y empecé a desarrollar proyectos en UNIX en 1994. Eran tiempos en los que utilizábamos el navegador Mosaic y que el protocolo Gopher era más popular que HTTP. No son muchos años, pero sí algunos más que la mayor parte de los usuarios que llegaron a Internet ya en el siglo XXI.

Desde entonces siempre he trabajado en proyectos relacionados con Internet y pocas veces me he tomado algún descanso: en algún momento estaba conectado más de 12 horas al día, lo que me valió el calificativo de uno de nuestros bloggeros de «un hombre a un ordenador pegado». Hace cuatro años propuse a otro actual bloggero escribir un blog en la web de Nueva Acrópolis: entonces me dijo, «¿y eso para qué sirve?». Y lo mismo ocurrió con la sindicación RSS. Ahora todo esto lo utilizamos habitualmente.

Recientemente he estado 12 días sin acceso a Internet. No ha sido un retiro planificado, ni una cura de adicción internauta o contra el tecnoestrés. Simplemente he pasado unos días en la Naturaleza, entre montañas, en pueblos de pocos cientos de habitantes y no me apeteció ir a una ciudad grande con puntos de acceso de pago. A la vuelta tenía algo más de 1000 mensajes sin leer. Pero no fue nada grave.

Los ordenadores, Internet, los elementos técnicos en general, son solo medios, no fines: la filosofía está más cerca de los fines del hombre, de la búsqueda de la felicidad, de la búsqueda del sentido de nuestra existencia. Y por eso nos servimos de cualquier medio para conseguirlo, los más modernos y los más tradicionales.

Hay vida sin Internet…, pero ¿hay vida sin filosofía?

Heráclito el oscuro

Este es otro de los malditos de la historia de la filosofía. Aunque de él apenas se conservan unos escasos fragmentos, de tipo aforístico, es uno de los filósofos-guía de la historia del pensamiento en Occidente. Heráclito no tenía “fama de diplomático” y fueron objeto de algunas de sus críticas los archifamosos Homero y Hesíodo por corruptores de la religión.

Aunque su filosofía no es tan distinta de la que propugnó Parménides, y tras él Platón, los comentadores los han hecho aparecer como contrapuestos. Esto se debe a que si bien para Parménides el ser siempre es, para Heráclito todo fluye (panta rhei). Otro de sus aforismos, que habitualmente formulamos como que no nos podemos bañar dos veces en el mismo río dice en realidad: “en los mismos ríos nos bañamos y no nos bañamos en los mismos; y parecidamente somos”. No es de extrañar que para Aristóteles, en quien se basó toda la ciencia desde la Edad Media hasta nuestra época, la filosofía de Heráclito era absurda, pues “nadie puede creer que una misma cosa es y no es al mismo tiempo”.

Pero en nuestra época, muchos, hasta los físicos, han acabado dándole la razón. Si el “todo fluye” coincide con las ideas de las filosofías orientales, la indeterminación de la materia y la física probabilística coinciden con Heisenberg y los “quantos” de Planck.

Por mi parte, es ahora cuando empiezo a entenderlo…

Apresar el tiempo

Este fin de semana asistí a un evento al que acudieron numerosos grandes veleros, representantes de diversos países de Europa y América, que participaban en una regata. Como yo, hubo al menos otras doscientas mil personas al día.

Lo que me llamó la atención fue la multiplicación de cámaras fotográficas que casi uno de cada dos asistentes portaban y su anhelo de «fotografiarlo todo». Y que conste que desde que conocí la primera cámara digital colgué la vieja automática que me había acompañado, sin mucha suerte, a tantos viajes. Porque la comodidad de hacer una foto y ver en el momento el resultado, o poder guardar en un ordenador o en un CD/DVD cientos, miles de fotos, sin necesidad de pesados álbumes, o no tener que pagar los revelados en papel, hacen que cualquier fotográfo principiante se decante por la cámara digital. De hecho, creo que apenas se fabrican ya cámaras de las «antiguas» (están a precio de saldo las de segunda mano), ni es fácil encontrar carretes, y el papel fotográfico se usa muchísimo menos, solo para quien tiene una buena impresora a color.

Pero mi comentario «filosófico» de hoy es acerca de ese ansia de fotografiarlo todo, de guardar imágenes de todos los barcos, de todo lo que aconteció, de lo que vimos, de cada uno de los rincones. ¿Es esto un reflejo de querer asir el tiempo que se nos va de las manos, porque no sabemos vivirlo? Fotografiar es querer detener el espacio en un tiempo determinado y fijo. Es querer guardar el momento, para luego volver a rememorarlo en otro momento, en otro lugar. Pero si el mundo es, como decía Heráclito, un eterno cambio, ¿por qué ese deseo irrefrenable de querer detener algo que en el instante siguiente dejó de ser lo que era?

La única respuesta que se me ocurre es que todo responde a una falta de seguridad: falta de seguridad en lo que somos ahora, en lo que tenemos ahora, en lo vemos ahora, porque el irremisible tiempo todo lo transforma. Inconscientemente todos estos «fotógrafos digitales» quieren guardar un recuerdo de algo que ya no es…

Este blog…

Llevamos ya algo más de dos meses en marcha con el proyecto de este blog y mirando hacia atrás, a pesar de la juventud de la «criatura», he extraído varias conclusiones que quiero compartir con los lectores:

– Pensé que en algún sitio habíamos dejado los principios que guiarían nuestro blog, o al menos los que queríamos proponer, pero no ha sido así. Quizá lo haya compartido sólo con los «bloggeros» pero no con el resto de lectores. Tendré que poner la típica página del «acerca de…»

– Me pareció evidente que los visitantes del blog de un «filósofo cotidiano» entenderían que esta web no es para la discusión profunda y teórica, sino para compartir experiencias de cómo vivir la filosofía en el día a día de la gente normal y corriente del siglo XXI (nacidos en el XX), como los que esto escribimos. En algunos casos me ha parecido asistir a discusiones del siglo XIX, o a las de los años 60-70.

– No creía que hubiera gente con tantas ganas de enfrascarse en largas discusiones que no conducen más que a la discrepancia de pareceres. En algunas ocasiones hemos aprendido a ser más rigurosos y no basarnos en sentimientos o gustos para argumentar racionalmente. En otras, hemos comprobado cómo la falta de educación y de estilo puede echar por tierra cualquier argumentación.

– Próximamente tendremos algún nuevo escritor que se sumará al grupo ya existente. También está en proyecto poner una breve introducción de cada uno de los que escribimos, para que nos conozcan más (y critiquen menos ) los lectores.

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Más blogs de filosofía

En esta ocasión voy a mencionar otro nuevo blog de filosofía, que cuando escribí el artículo anterior aún no conocía.

 

  • Profesor Patricio Lepe Carrión
  • En este caso, tenemos otro encomiable esfuerzo de un profesor de filosofía para hacer de la filosofía no solo una búsqueda personal del conocimiento, sino también un diálogo, una búsqueda en común, junto a sus jóvenes alumnos. Estoy seguro de que si Sócrates volviera a nacer en nuestro tiempo tendría un blog… o que Platón escribiría blogs en lugar de diálogos.

Los que hemos empezado a escribir un blog, nos damos cuenta de lo difícil que es mantenerlo, escribir casi diariamente, aportar nuevos temas, nuevas ideas para los lectores. Y sobre todo, tener esa imagen de algo vivo, que se transforma diariamente a medida que su autor o autores, con la colaboración de los comentaristas, van descubriendo nuevas facetas de la vida diaria.