Hay una costumbre habitual entre los padres, y es la de preguntar a los más pequeños de la casa: ¿qué quieres ser cuando seas mayor? La mayoría contestará según la moda del momento: policía, bombero, futbolista y cosas así. Pero creo que la mayoría ha optado por ser teórico, y no me refiero a ser un físico teórico, sino a un teórico de lo que sea.
He desarrollado con el tiempo el gusto por leer entrevistas a personajes relevantes de la política, la música, la ecología, etc., en fin, a líderes mundiales en varios campos de interés. Durante las entrevistas es donde las personas se muestran más sinceras y espontáneas. En ellas opinan sobre todos los temas, y dan ideas de cómo resolver esto o cómo resolver aquello: inmigración, economía, contaminación, corrupción, etc. Lo que ha terminado por llamarme la atención es la distancia que hay entre lo que dicen y lo que hacen. Al filosofo B. Russell también le llamó la atención este fenómeno social y dijo al respecto: «La humanidad tiene una moral doble: una que predica y no practica, y otra que practica y no predica».
No sé si es usted de los que predican y no practican o de los que practican y no predican. Pero en cualquier caso la sociedad está cada vez más llena de teóricos de todos los tipos. Tenemos a naturalistas que no hacen nada por la naturaleza, a políticos que en sus casas hacen todo lo contrario de lo que dicen, a filósofos sin sentido común, a artistas que no crean nada bello, etc.
Estamos ante el grave riesgo señalado por el científico y filósofo francés Blaise Pascal, quien escribió: Si no actúas como piensas, vas a terminar pensando como actúas.