Como algunos saben por aquí, acabo de preparar mi tercera oposición ya. No sé si con buen resultado, como siempre es así en estas lides.
Y ahora me toca, porque a ello me comprometí y creo es necesario, hablar de este colectivo aparentemente cabizbajo y con extrañas costumbres… como la de estudiar de modo incesante, no quedándole tiempo para más.
El opositor es un ser encomiable. ¡¡Anda ya!!
En serio, es un propósito opositar para el que no todo el mundo vale, y mucho menos… para aprobar. Ahí como se le ve, tan aburrido, tan… poca cosa. Requiere un talante templado donde los haya, una voluntad de hierro y una visión muy clara de que el objetivo está por encima de las emociones que nos acosan. Yo digo que opositar es un gran entrenamiento para la vida.
La pájara, por ejemplo, es un conocido nuestro: sabemos que vamos a caer de vez en cuando en un deseo profundo de echar a correr, de abandonar, de sentir que nada tiene sentido, de llorar incluso. Pero todos los opositores profesionales conocemos la receta adecuada: descanso.