¿Matarías a alguien si la tele te lo dijera?

MATARIAS A ALGUIEN

Ante esta pregunta, la inmensa mayoría de la gente tendrá claro que no. “¡Menuda tontería!, ¿cómo voy a matar a alguien sólo porque lo diga la televisión?”. Sin embargo, la realidad demuestra que es justo al contrario. La inmensa mayoría de la gente… lo haría.

No hace mucho, un grupo de investigadores franceses reprodujo el experimento que Milgram ideó sobre la obediencia en 1963, con objeto de conocer más acerca de las razones que condujeron a algunos cómplices del holocausto nazi a cumplir con órdenes contrarias a toda ética. En esta ocasión en forma de concurso de televisión llamado “La zona extrema”. La temática era sencilla. Había dos concursantes. Uno de ellos, metido en una cabina y atado a una silla “eléctrica”, debía responder una serie de preguntas y, en caso de fallar, recibía una descarga eléctrica, primero de intensidad suave pero, conforme iba avanzando el concurso, los fallos se pagaban con descargas cada vez mayores, incluso mortales. El otro concursante era el encargado de administrar las descargas. En el experimento, mientras el primer concursante era un actor que, evidentemente no iba a recibir ninguna descarga, el segundo concursante participaba creyendo que, realmente, las descargas eran reales.

Conforme el concurso avanzaba, el actor que supuestamente recibía las descargas iba mostrando, por medio del audio, primero la molestia y, luego, el dolor, hasta el punto de pedir insistentemente entre gritos que le dejaran salir, que no lo soportaba más. Cada vez que esto ocurría, los participantes miraban a la presentadora, un rostro conocido de la televisión francesa, y esta les decía: “Que no te afecte”. “Sigue adelante”. “Nosotros asumimos toda la responsabilidad”.

El 80% de las personas siguió adelante, incluso cuando, tras una de las descargas fuertes, el actor dejó de responder. La presentadora insistía en que no responder se consideraba una contestación errónea y tenían que administrar el castigo. Todos ellos lo hicieron, llegaron hasta el final, hasta todas y cada una de las descargas mortales. En el experimento realizado por Milgram sólo el 60% llegó al final.

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El valor de Desperaux

DESPERAUX

La vida no siempre es fácil pero, hay momentos, personas, viajes, películas o, incluso, libros, que pueden darnos algo, no tangible, pero tremendamente útil con lo que enfrentar las dificultades. De entre los libros, quiero hablar ahora de uno: Despereaux, de Kate DiCamillo, editado bajo el sello de Noguer en 2003. Sería más sencillo acudir a la película, una cinta de animación que seguro que les encanta a los niños. A veces no es mala opción. En este caso se perderían muchas cosas por el camino: la belleza de las palabras y las imágenes que son capaces de dibujar ellas solas. No me refiero a la imagen de los personajes, sino a la de su alma. Son palabras que dibujan el valor, la amistad… pero también el dolor, el miedo y la envidia que pueden llevar a envolver a las personas en una oscuridad interior difícil de romper, pero que puede hacerse, y disolver esa oscuridad sólida y dura con algo similar a la redención. Hay algo más que solo puede darte el libro: la posibilidad de leérselo a tus hijos, capítulo a capítulo, cada noche, y hacer real esa magia de las letras que atrapa los corazones de los niños y les hace sentir héroes, igual que Despereaux.

Para hacer las presentaciones como es debido hay que explicar que Despereaux es un pequeño ratón, muy pequeño y orejudo que, como Don Quijote, sueña con ser un caballero andante después de enamorarse de los libros y de la bella luz que emana de la Princesa Guisante. La vida no le ha tratado bien, sabe qué es ser despreciado, sabe qué es que no le quieran a uno, y ser perseguido y humillado, mutilado, pero también ha descubierto el amor, y por ese amor, el valor. A pesar de ser un tan insignificante ratoncillo, por ese amor se enfrenta valientemente a aterradoras situaciones.

Aunque es un cuento infantil, sin lugar a dudas muchos adultos se quedarán prendados de él, porque no es un libro de fantasía al uso, edulcorado sin razón. A lo largo de la historia de Despereaux hay muchas más historias. Las otras historias, las de los otros personajes que le acompañan, que se cruzan en su camino y que tienen tras de sí sus propias historias, que les han llevado a ser como son, y a hacer las cosas que hacen. En la narración hay momentos duros, situaciones dramáticas que hacen ver y sentir las cosas oscuras que se esconden en los corazones de las personas, pero están tratadas de tal manera que no hieren. No dañan. Enseñan.

Aunque está clasificado como un libro para niños, es una de esas pequeñas joyas capaces de aportar valores muy profundos se tenga la edad que se tenga. No es de los más conocidos, pero una vez que lo leas será de los que tengas en tu corazón, en el lugar reservado a los tesoros.

Peceras para ninis

PECERAS PARA NINIS

Recuerdo que la primera vez que oí la palabra “nini” me pareció graciosa. “Nini» me sonaba a panecillo con crema; ya me imaginaba yo pidiendo en una cafetería algo así como: un café y un par de ninis. Pero cuando me contaron lo que significaba la palabra nini (jóvenes que ni estudian ni trabajan ni dan un palo al agua), ya no me hacía tanta gracia. Y después de recibir el siguiente correo de un conocido: “Soy padre de un nini. Ya tiene 32 años, a los 25 años le dejé de pagar la escuela, el tabaco y el móvil porque no aprobaba casi nada y todavía le faltaban 23 asignaturas para graduarse en Sociología. Empezó a buscar trabajo pero le pedían experiencia; a los 28 años desistió y dejó de buscar trabajo, y creo que incluso la vida. Y a veces, aunque parezca duro decirlo, me pregunto: ¿hasta qué edad tengo que mantener a mi hijo?”, me entraron ganas de llorar.

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Un nuevo cine filosófico y de acción

Star Trek 2: En la oscuridad

Reconozco que me gusta ver películas que me hagan pensar. Ya sea por la profundidad de sus diálogos como por el uso de ciertas paradojas sobre el tiempo o de inspiración científica. La mayoría de mis amigos prefieren ir al cine para olvidarse de los problemas cotidianos y «no tener que pensar». Por eso les gustan las películas de acción, trepidantes en las que desde el comienzo de la película se suceden escenas rápidas, persecuciones y acción, mucha acción. Sin embargo, a mí me gusta el efecto catártico propio de la tragedia griega, en el que te sientes identificado con alguno de los personajes, donde se plantean dilemas morales y con unas escenas largas y cuidada fotografía, piensas sobre la condición humana y sales del cine a veces fortalecido en tus convicciones y en otras ocasiones con enormes dudas sobre el sentido de nuestra existencia.

Star Trek 2: En la oscuridad

Por eso me sorprendieron las declaraciones de J.J. Abrams, a quien recuerdo por tanto que nos hizo pensar durante siete años con la serie de TV «Lost» («Perdidos»), diciendo que quería combinar algo de los dos estilos en la nueva película que acaba de dirigir, «Star Trek: En la oscuridad» . Aquí podéis leer la entrevista completa, de la que voy a extractar algunos puntos que me llamaron la atención.

El director J.J. Abrams reconoce que cuando era muy joven le gustaba más la acción de las películas del tipo «La guerra de las galaxias», frente a la serie de Strar Trek: «Tenía amigos que eran grandes fans de Star Trek, quizás yo era demasiado pequeño para entenderlo o demasiado impaciente, pero sentía que era más sofisticado y filosófico, debatiendo sobre problemas morales y cosas teóricamente interesantes«.

«Una de las mejores cosas de este universo es que habla de cómo la humanidad trabaja codo con codo. No importa la nacionalidad, el sexo, la religión, o la cultura de donde procedas —o la especie—, la idea de que la humanidad está unida es maravillosa, es una de mis cosas favoritas de Star Trek, y un gran ejemplo a seguir para nuestro mundo«.

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Filosofando

FILOSOFANDO

A veces, resulta extraño hacerse preguntas un poco trascendentes (qué es la vida, para qué estoy aquí, qué puedo mejorar, etc.), porque algo en el ambiente (en la oficina, en el comedor de tu casa o en el supermercado), tiende a empujar las conversaciones hacia lo superficial y rutinario, a pesar de ser preguntas que todos reconocemos como propias. Sí, es cierto que no parece adecuado entrar en la tienda y preguntar al dependiente: “¿no es curioso que hoy puede ser el último día de nuestra vida y todavía no lo sabemos?”. Pero sin llegar a estos extremos, sí deberíamos reservar unos minutos de cada día, al menos, para preguntarnos sobre el destino de nuestro viaje y los encargos que tenemos que cumplir antes de llegar.

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Valor, fortaleza y buen carácter

VALOR, FORTALEZA Y BUEN CARACTER

¿Qué es el carácter, cómo se desarrolla?

El carácter se define como una marca, como una señal. En conjunto, son las características de algo, de un ser. Por ejemplo, como dice el dicho, si camina como pato, tiene plumas como pato y grazna como pato, tiene carácter, características, de pato y seguramente es un pato.

Según nuestro humor, nuestra forma de enfrentar los placeres o los problemas y demás señas, se dirá que tenemos un buen carácter o un mal carácter, es decir, tenemos buenas características o malas.

Y esa evidencia exterior no es sino el reflejo de aquello que somos. ¿Soy un ser agradable? ¿De tanto en tanto más bien parezco un viejito gruñón? ¿Puedo o no puedo controlar el afán de placeres y autogratificación? Nuestros actos, nuestras palabras, nuestros gestos, evidencian qué somos y nuestro carácter.

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Antes de morir me gustaría…

ANTES DE MORIR

La muerte de una persona muy querida para Candy Chang, una artista local de Nueva Orleans, la llevó a reflexionar sobre la muerte y sobre la vida. Pensó, según cuenta la propia Chang, en lo fácil que nos resulta quedar atrapados por los pequeños problemas, en lo breve que es la vida y en cómo olvidamos lo que realmente importa. Estas reflexiones la llevaron a la pregunta que está en el corazón de este proyecto: ¿qué le gustaría hacer antes de morir?

Se dijo que: antes de morir quiero cantar para millones, ver a mi hija graduada, comer todos los dulces y sushi del mundo, construir una escuela, abandonar todas las inseguridades, ser completamente yo mismo…

Pero Candy Chang no estaba satisfecha con solo conocer sus propias respuestas, sus propios deseos: “quería  saber lo que era importante para la gente de mi barrio. Así que, con la ayuda de viejos y nuevos amigos, pinté el lado de una casa abandonada en mi barrio de Nueva Orleans con pintura de pizarra y estampada con la frase “Before I die I want to…” (Antes de morir me gustaría…) para que cualquiera pueda recoger un pedazo de tiza, reflexionar sobre su vida y compartir sus aspiraciones personales en un espacio público. Todo fue un experimento y no sabía qué esperar. Al día siguiente, el muro estaba lleno de respuestas, que fueron y siguió creciendo”.

El proyecto creció y creció; primero pasó de un barrio a otro, más tarde de una ciudad a otra y, de pronto, saltó a otros países, Kazakstán, México, Italia, Australia, Portugal, Argentina… Uno de los últimos  países en incorporarse a este proyecto ha sido España, en la ciudad de Córdoba, que nació por iniciativa de un grupo de educadores sociales de Andalucía. Este enorme impacto social, que comenzó con una pregunta, un poco de pintura y unas tizas, ha llamado la atención de todos los medios. La revista The Atlantic lo ha catalogado como uno de los proyectos más creativos  que se ha llevado a cabo por una comunidad.

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Coste de oportunidad

 

COSTE DE OPORTUNIDAD copia

Una mañana sales de casa con solo 2 euros en el bolsillo con los que puedes tomar un café o comprar un periódico. Si te decides por el periódico, estarás medio dormido pero bien informado; si te decides por el café, despierto pero no informado. Este es un pequeño ejemplo del concepto económico del coste de oportunidad: cuando adquieres algo, pierdes la oportunidad de tener algo. El coste es lo que pagamos más aquello a lo que renunciamos. Esta idea fue mencionada por primera vez por el economista Friedrich von Wieser en su Theorie der gesellschaftlichen Wirtschaft (Teoría de la economía social), publicada en el año 1914.

La idea del coste de oportunidad no es un concepto económico, ni fue un descubrimiento de Friedrich von Wieser, sino que más bien fue el redescubrimiento de que toda elección en nuestra vida, económica o no, tiene un coste de oportunidad. En su forma más amplia, es el valor de la mejor opción no realizada. Imagínate que, después de pensarlo un poco, te decides por el café y con ello pierdes la oportunidad de ver que en el periódico de ese día había una oferta de trabajo muy buena para ti, con un salario de unos 80.000 euros anuales. El resultado es que el café te ha costado 1,30 + 80.000 + la oportunidad de encontrarte con la chica de tus sueños + el mejor viaje de bodas +… El resultado es que ese día, sin saberlo, por suerte para tu salud mental, te has tomado el café más caro de tu vida. Claro que también puede ocurrir lo contrario, y gracias al café te has librado de un trabajo terrible, un matrimonio lleno de problemas y unos hijos que no te dejarán ni un minuto de tranquilidad, y por lo tanto, te has tomado el mejor café de tu vida. Nunca se sabe; tú decides.

La lección filosófica del problema del coste de oportunidad es mejor que la versión económica, y dice que de cualquier problema de elección siempre se gana algo porque siempre se aprende algo. Así que la próxima vez que tengas que decidirte por café o periódico acuérdate de la famosa frase de Bruce Lee: “En el centro de las dificultades estriba la oportunidad”. Y busca una cafetería con periódicos gratis para clientes.

No sabemos gestionar nuestra vida

NO SABEMOS GESTIONAR

Ocurre que el modo de vida actual nos está acostumbrando a ser dependientes de los acontecimientos externos. Cuando las cosas nos van mal, pensamos que necesitamos la ayuda de otra persona para poder resolver nuestros conflictos, para gestionar nuestra vida.

Es un fenómeno moderno que comenzó con la aparición de esos superhéroes de los cómics y las películas de la mitad del siglo XX. Cuando ya todo parece abocado al desastre, al caos, o simplemente al dominio de “las fuerzas del mal” y nadie es capaz de solucionar la situación, sólo cabe que aparezca un supermán, o cualquier otro héroe con fantásticos poderes que pueda restaurar el orden inicial.

Es curioso el papel de los simples humanos en estas “fábulas”, pues apenas hacen ningún esfuerzo y se mantienen pasivos, esperando que ese ser humano con fantásticos poderes intervenga.

La pasividad de la sociedad se fomentó durante toda la segunda mitad del siglo pasado con la popularización de la televisión. Ya ni siquiera nos preocupamos por nuestro ocio, sino que esperamos pacientemente “lo que pongan” en la emisión. La aparición de más cadenas no nos ha hecho más libres, pues al final, y como curiosamente su nombre indica, esto no son más que nuevas “cadenas” a nuestra aparente libertad.

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