Invitación a investigar

INVITACION A INVESTIGARUna de las características de nuestra época es la vigencia de la llamada sociedad de la información, pues tenemos a nuestra disposición la tecnología que nos permite acceder a casi todas las fuentes imaginables que nos pueden surtir de los datos más específicos y complejos.

En muy poco tiempo podemos visitar bibliotecas, adquirir libros, consultar bases de datos, acceder en suma a informaciones hasta hace muy poco totalmente inaccesibles.

En teoría, en Internet podemos encontrar todo de casi todo, con tal que tengamos la suficiente pericia y la intuición que todo buen buscador debe ser capaz de desarrollar, para acertar en la selección de los innumerables sitios que le ofrecen los complejos ingenios informáticos.

Tanta facilidad puede confundirnos y acostumbrarnos a la comodidad de cortar y pegar, apropiándonos del trabajo de otros y presentándolo incluso como si fuera propio, desafiando a las acusaciones de plagio. Otra consecuencia negativa de estos métodos es la superficialidad, instalada como hábito, aunque disfrazada de exactitud.

Para contrarrestar estos riesgos, cabe proponer el regreso al viejo espíritu de investigación, que tanto ha hecho avanzar las ramas del saber desde que el ser humano se ha hecho las antiguas preguntas sobre las causas y el sentido de las cosas y de sí mismo.

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Preguntas para vivir

PREGUNTAS PARA VIVIR

 

Publicado el 12 de junio de 2013 en
http://lapoleaurbana.blogspot.com.es/2013/06/preguntas-para-vivir.html
Javier Hernández

Desde muy pequeños hemos tenido distintas maneras de indagar sobre lo que nos rodea: el tacto, el gusto y el resto de los sentidos han sido los primeros mensajeros de nuestro entorno. Luego descubrimos la forma –humana por excelencia– de descubrir el mundo y a nosotros mismos: las preguntas. Estas nos han acompañado e impulsado a descubrir la vida. ¿Quién no se ha preguntado, alguna vez, quién hizo este mundo y para qué, si existe un destino, cuál es nuestra vocación, qué es el amor, que es la muerte?

Esta necesidad fundamental de preguntar y buscar respuestas es algo que caracteriza al ser humano desde que apareció en la faz de la Tierra. De no haber tenido esa predisposición desde la edad de las cavernas, el hombre no se hubiera atrevido a salir de su oscuro refugio preguntándose: ¿qué hay más allá? Jamás se habría arriesgado a investigar cuáles son los límites de la Tierra. Y es que cuando uno se pregunta, recién inicia la maravillosa aventura de descubrir, cambiar y avanzar.

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¿Pueden las ciudades inteligentes mejorar el mundo?

CIUDADES INTELIGENTES

 

Mucho se oye hablar ahora de las “smart cities”. En buena medida porque los objetivos 2020 de la Comisión Europea se dirigen a lograr una mayor sostenibilidad en los lugares donde más recursos energéticos se consumen: las urbes. La previsión mundial es que se conviertan en los focos centrales de concentración de la población mundial, a costa del despoblamiento del resto de territorios. En esas ciudades inteligentes, la tecnología se convierte en un actor fundamental. En sus manos se pone la regulación del tráfico, la eficiencia del consumo energético, la gestión de los datos masivos o big data y la mejora en las relaciones de la Administración pública con los ciudadanos.

No hace mucho escuchaba a un grupo de expertos hablar de las smart cities. Uno de ellos sentenció que la conversión de las urbes en ciudades inteligentes es lo que lograría cambiar el mundo y convertirlo en un lugar mejor, crear una sociedad mejor y ciudadanos comprometidos con la gestión de su ciudad. Las ciudades más tecnológicas serían las más ricas. Y las que fuesen capaces de crear esa tecnología, más ricas y prósperas aún.

En esos momentos me pregunté por el sentido de ese cambio al que se referían. ¿Cómo imaginaban ese mundo mejor que nos traería la tecnología? ¿Esa prosperidad? No soy una defensora a ultranza de lo tecnológico, pero tampoco detractora. La tecnología tiene su utilidad. Es capaz de aliviar cargas de trabajo, de acelerar procesos, de intervenir en la curación de las personas enfermas, de ayudar a las que tienen algún tipo de minusvalía. También es capaz de realizar eficaces asesinatos selectivos y de destruir poblaciones enteras con ciega precisión. Por eso, no creo que sea la tecnología la que vaya a lograr un mundo mejor. La tecnología está en manos de personas. Desde su ideación hasta su plasmación final y, cómo no, su aplicación. No es la pistola la que mata, sino la persona que aprieta el gatillo.

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El idealismo del Quijote

EL IDEALISMO DEL QUIJOTE
Publicado el 8 de abril de 2012 en
http://www.filosofiaparalavida.org/2012_04_el-idealismo-del-quijote.html
Iván Eskildsen

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos,
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad…
¡Ora por nosotros, señor de los tristes
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión!
¡que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!
Rubén Darío

Este 23 de abril, día en que falleció Miguel de Cervantes, se celebra el Día Mundial del Libro. Por ello hemos decidido rendirle un homenaje a Don Quijote de La Mancha, ese gran personaje que más de 400 años después de que Cervantes lo sacara a la luz, continúa inspirando a generaciones y generaciones de jóvenes y adultos.
Pero no es a cualquier característica que rendimos homenaje, sino a una muy especial: el idealismo del Quijote. Aquel rasgo que le llevó a luchar por todo lo justo y bueno en el mundo, a pesar de que dudaran de él las personas a su alrededor.
En psicología se conoce que el ser humano posee un subconsciente en el cual duerme un potencial; se explica que dicho potencial se expresa a través de arquetipos o valores que se pueden despertar en la medida que cada uno los descubra y los desarrolle.
Así, consideramos que el sentido profundo con que Cervantes representó al Quijote fue para despertar una de esas fuerzas dormidas en todos nosotros.
Si eres de aquellas personas que rechazan la ausencia de valores de nuestro mundo; si eres de los que sienten el dolor de los demás como propio y, cuando has tratado de hacer algo por otros, alguien cerca de ti te ha tratado de disuadir diciendo: “debes preocuparte de cosas más importantes”, “te vas a morir de hambre si solo piensas en eso”… entonces El Quijote está dirigido a ti.
Cervantes quiso enseñarnos que el mundo necesita idealistas que logren persistir en sus convicciones. Aunque estemos en una Edad de Hierro, como decía el Quijote, solo se podrá mejorar el mundo mediante la entrega de los idealistas que creen en que se puede volver a reconstruir una Edad de Oro, si así se determinan a trabajar por ello.
El Quijote nos enseña a mantener una fe inquebrantable en nuestros ideales. En nosotros está el valor para superar el escepticismo de los tibios que nos rodean. Los “cuerdos” que acarician la apacible comodidad de una vida “normal”, sin mayores riesgos ni peligros, siempre tratarán de persuadirte… pero si despiertas al Quijote que hay en ti, dedicarás tu vida a cultivar todo lo noble y justo y quizá así alcanzar una verdadera felicidad, una paz interior.

El hombre de las compresas

EL HOMBRE DE

 

En medio de tanta mala noticia, de vez en cuando los medios nos regalan historias llenas de generosidad y voluntad. Una de ellas es el caso de Arunachalam Murugananthan, un hombre indio que comenzó por amor una curiosa aventura en 1998.

En aquel año acababa de casarse, pero no sabía mucho de las intimidades de las mujeres. Los tabúes acerca de la menstruación hacían que se considerase algo vergonzoso, y no se hablase mucho de ello. Mucho menos con un hombre. Murugananthan descubrió un día a su esposa escondiendo unos “trapos asquerosos”que usaba durante su periodo, al igual que otros millones de mujeres en la India, que no solo empleaban trapos, sino también arena, aserrín, hojas y ceniza. Lo “vergonzoso” del periodo hacía también que no secasen los trapos al sol cuando los lavaban, por lo que la falta de higiene menstrual en la India es la causante del 70% de las enfermedades reproductivas.

Murugananthan quiso comprarle toallas sanitarias a su esposa, pero se encontró con que eran excesivamente caras. Los apenas 10 gramos de algodón que costarían 0,001 euros costaban 0,51, una diferencia abismal de precio que hacía que solo el 12% de las mujeres indias usase toallas sanitarias. Ahí comenzó todo. Se dijo a sí mismo que él era capaz de fabricar toallas sanitarias más baratas. Pero aquel camino le llevaría por caminos insospechados.

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Nueva Acrópolis: indignación y sensatez ante las difamaciones

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Los que escribimos en este blog somos en gran parte socios colaboradores de la Organización Internacional Nueva Acrópolis. Yo personalmente colaboro desde Málaga desde hace algunos años movido por una vocación filosófica que me lleva a buscar y rodearme de lo que me pueda enriquecer interiormente, como ser humano. Me inspiran los ideales de bondad, justicia, belleza y búsqueda de la verdad, aunque, como todos, estoy muy lejos de ser perfecto.

Pues bien, a veces aparecen en las búsquedas de este universo que es Internet páginas que, de una forma casi esperpéntica, difaman a Nueva Acrópolis tachándola de secta judeonazi (¡vaya contradicción!), satánica, y falta decir asustasuegras. Parece como en la época de la Inquisición, donde se acusaba de la terrible “brujería” a todo el que molestaba. Más allá de lo sarcástico, me duele, pues me acusan de todo lo que detesto. Se hace intolerable que se pueda difamar tan impunemente el buen nombre de Nueva Acrópolis mezclado con insultos a Jung, Mircea Eliade, Platón etc., y esto se lo trague la gente sensata.

De todas formas parece que en este universo de críticas destructivas (porque pocas aportan algo positivo) no hay quien se libre de que le salgan locos enconados con lo que uno hace.

No voy a entrar en argumentaciones que creo que están muy bien expuestas en la página La fuerza del ejemplo: http://lafuerzadelejemplo.blogspot.com.es/2008/04/nueva-acrpolis-responde-ante-las.html

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El voluntariado: vía para ser mejores ciudadanos

EL VOLUNTARIADO

Según una investigación publicada por “The Guardian” en el Reino Unido, se ha comprobado que “el voluntariado aumenta la felicidad en las comunidades”.

Los investigadores entrevistaron a un grupo de 101 autoridades distritales escogidas aleatoriamente y encontraron que aquellas áreas con la mejor calidad de vida eran las que tenían mayores niveles de actividad de voluntariado informal. Gozaban de mejor estado de salud, de menor grado de criminalidad, alegaban estar “muy satisfechos” con sus vidas y sus estudiantes tenían mejor rendimiento en el sistema educativo.

Hasta ahora teníamos claro que el voluntariado beneficia a la comunidad que venimos a servir, pero el resultado de este estudio presenta un nuevo ángulo del asunto: si trabajamos en beneficio de los demás, no solo ayudamos a mejorar nuestra sociedad sino que también podemos ser más felices.

Esto nos recuerda la idea que promovía el gran filósofo Platón y sus seguidores sobre lo que significa ser un buen ciudadano. Mientras que hoy en día se considera un “ciudadano” a cualquiera que cumpla la mayoría de edad, para ellos un “ciudadano” es aquel que cuida de su ciudad y trabaja por ella. Existe una relación directa: cuanto más se desarrolla un individuo, más podrá contribuir a su ciudad.

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Saber esperar

CACHORRO 2

Todo tiene su tiempo. Los que cultivan el campo saben que hay un tiempo de sembrar y un tiempo de recoger. Los padres van descubriendo poco a poco las distintas etapas del crecimiento de sus hijos. El aprendizaje, la creación, el desarrollo… todo tiene unos ritmos propios que necesitan seguirse en el orden adecuado. La propia naturaleza se expresa cíclicamente, y cada uno de esos ciclos representa unas posibilidades diferentes y únicas. Saber esperar y aprovechar cada momento es una clave de éxito no cuantificable en dinero, sino en felicidad.

 Hace muchos años se hizo un experimento en un colegio. La profesora dejó unos caramelos en la mesa de cada niño y les dijo, antes de salir, que si esperaban a que ella regresase sin comérselo, les daría otro. Evidentemente, tal cual salió la profesora de clase, unos chicos se lanzaron sobre las golosinas, mientras que otros, pensando en la doble recompensa, esperaron hasta el regreso de la maestra. Tras el experimento se hizo un seguimiento del desarrollo de los niños en el colegio y en el entorno laboral, y lo que se vio fue que los que supieron esperar alcanzaron puestos de trabajo más altos que los que no.

 Este ejemplo, aunque enfocado al éxito profesional, da una idea de las capacidades psicosociales que se desarrollan cuando se aprende a guardar los tiempos. En otro contexto, podríamos echar un vistazo a la creciente ansiedad por el ¡ya! Lo inmediato se vende como lo mejor. Desde la comida hasta la limpieza, pasando por los trámites burocráticos o los tratamientos médicos. Cada vez hay más facilidades para obtener lo que necesitamos sin tener que esperar. Sin duda eso es bueno, pero genera un efecto secundario que nos ha pasado desapercibido y que se nos cuela sin darnos apenas cuenta, y es que perdemos la capacidad y el deseo de esperar. Nos volvemos impacientes.

 Paradójicamente, mucha gente corre en el coche o en el transporte público para llegar a un trabajo que detesta, y del que está deseando salir corriendo cuando se acerca el fin de nuestro horario. Somos capaces de no comprar algo si hay que hacer demasiada cola y se ha demostrado tras un estudio que tras pulsar el botón del ascensor, la gente empieza a impacientarse a los 20 segundos.

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Elogio de la lectura

ELOGIO DE LA LECTURA

 

Una vez que nos hemos convencido de la utilidad y necesidad de las nuevas técnicas de la comunicación, que están revolucionando nuestros hábitos culturales, se impone una exhortación a cultivar el viejo hábito de la lectura, como el modo más directo de acceder al conocimiento y desarrollar tantas cualidades que tenemos latentes.

El antiguo gesto íntimo y tranquilo de abrir las páginas de un libro y entregarse a la comprensión de sus palabras sigue siendo válido, por más que todavía haya apocalípticos que siguen anunciando la muerte de los impresos en papel y su sustitución por los soportes digitales.

La llamada cultura de la imagen, con el imperio omnipresente de los medios audiovisuales, parece oponerse a nuestra condición de lectores, ávidos de respuestas y conocimiento, para convertirnos en espectadores, pasivos, asomados a una realidad representada y por lo tanto manipulada, incapaces para interpretar y buscar explicaciones a lo que pasa en el mundo y para activar la memoria de lo ocurrido en el pasado.

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¿Matarías a alguien si la tele te lo dijera?

MATARIAS A ALGUIEN

Ante esta pregunta, la inmensa mayoría de la gente tendrá claro que no. “¡Menuda tontería!, ¿cómo voy a matar a alguien sólo porque lo diga la televisión?”. Sin embargo, la realidad demuestra que es justo al contrario. La inmensa mayoría de la gente… lo haría.

No hace mucho, un grupo de investigadores franceses reprodujo el experimento que Milgram ideó sobre la obediencia en 1963, con objeto de conocer más acerca de las razones que condujeron a algunos cómplices del holocausto nazi a cumplir con órdenes contrarias a toda ética. En esta ocasión en forma de concurso de televisión llamado “La zona extrema”. La temática era sencilla. Había dos concursantes. Uno de ellos, metido en una cabina y atado a una silla “eléctrica”, debía responder una serie de preguntas y, en caso de fallar, recibía una descarga eléctrica, primero de intensidad suave pero, conforme iba avanzando el concurso, los fallos se pagaban con descargas cada vez mayores, incluso mortales. El otro concursante era el encargado de administrar las descargas. En el experimento, mientras el primer concursante era un actor que, evidentemente no iba a recibir ninguna descarga, el segundo concursante participaba creyendo que, realmente, las descargas eran reales.

Conforme el concurso avanzaba, el actor que supuestamente recibía las descargas iba mostrando, por medio del audio, primero la molestia y, luego, el dolor, hasta el punto de pedir insistentemente entre gritos que le dejaran salir, que no lo soportaba más. Cada vez que esto ocurría, los participantes miraban a la presentadora, un rostro conocido de la televisión francesa, y esta les decía: “Que no te afecte”. “Sigue adelante”. “Nosotros asumimos toda la responsabilidad”.

El 80% de las personas siguió adelante, incluso cuando, tras una de las descargas fuertes, el actor dejó de responder. La presentadora insistía en que no responder se consideraba una contestación errónea y tenían que administrar el castigo. Todos ellos lo hicieron, llegaron hasta el final, hasta todas y cada una de las descargas mortales. En el experimento realizado por Milgram sólo el 60% llegó al final.

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