Aire fresco, aunque sea haciendo trampa

AIRE FRESCO

Vivo desde hace poco en un sitio donde los caracoles salen a pasear por las mañanas como si hubieran hecho una quedada por wasap y donde se puede escuchar el canto de los gallos tempraneros en el silencio de los domingos por la mañana (que yo pensé que solo se podía oír en los documentales). A diez minutos caminando se percibe ya el fragor creciente de la fábrica de forjas, y esporádicamente, el rugir de motores de los aviones que despegan del aeropuerto vecino, lo cual me recuerda que vivo en una ciudad siglo XXI.

Hasta ahora vivía en una céntrica plaza donde la rutina era despertar a las seis de la mañana con el arranque de los primeros autobuses, vivir entre los silbatos de los trenes de la Renfe, la megafonía de los de la Feve, la bocina del Ferry los jueves y los pitidos de los atascos; la máquina de limpiar las calles (muy potente ella) animaba el ambiente a las 4 de la madrugada; de los findes se ocupaban los vociferantes trasnochadores; y las animadas discusiones de los del bar de la esquina ponían la guinda por las tardes. Todo en la misma calle.

Mi apartamento era de esos en los que cabe uno de sobra y dos no entran ni con calzador. Sabía que existían casas en las que no te tropiezas con las esquinas porque había visto las películas antiguas de blanco y negro, en las que la protagonista bajaba a la fiesta por unas escaleras… ¡dentro de la misma vivienda! Uno de mis sueños “domésticos” siempre fue tener toda la pared decorada con un hermoso paisaje evocador de dulces sonidos de pájaros y riachuelos.

Y mira por dónde, esto ya estaba inventado desde hace mucho. Lo recordé al leer un interesante artículo sobre los trampantojos, esos engaños ópticos que hacen que una pared se convierta en una ventana abierta o en una selva tropical: https://biblioteca.acropolis.org/cuando-las-paredes-dejan-de-serlo/

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Las aladas palabras

LAS ALADAS PALABRAS“Así dijo rogando. Acercósele Atenea, que había tomado el aspecto y la voz de Mentor, y dijo estas aladas palabras(La Odisea, Canto II).

Como en la frase transcrita, “aladas palabras” aparece sesenta y dos veces en el poema épico griego conocido como La Odisea, escrito por Homero, un aedo (poeta cantor) griego de la Antigüedad, del que se desconoce con exactitud su origen y fecha de nacimiento.

La Odisea y la Ilíada, en un principio eran cantadas y su tradición se mantuvo de manera oral, para lo cual los cantores debían hacer un extraordinario uso de la memoria. Luego, las obras fueron transcritas en fechas para nosotros lejanas (s. VIII a.C.).

En La Odisea se narra la vuelta a casa de Odiseo (Ulises para los romanos) tras la guerra de Troya. Este libro era y es en la actualidad un marco de referencia para la educación de los jóvenes de la antigua Grecia, luego en Roma y hasta hace unos años en el mundo occidental. Encierra enseñanzas de profundo contenido moral, pero no es el tema del que quiero escribir en este artículo.

En el caso de La Odisea y en La Ilíada, las “aladas palabras” son pronunciadas por los dioses, los héroes, los sabios y aun por los hombres y mujeres prudentes. Estas tienen el poder de volar y aun de transportar al que las dice y al que las escucha al elevado mundo de los grandes ideales.

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Filosofía en los blogs

FILOSOFIA EN BLOGS

 

Entre las nuevas aportaciones que ha producido Internet en los últimos años se encuentra el fenómeno, cada vez más extendido, de los “blogs” o “bitácoras”, como se les llamaba al principio en castellano.

Se trata de ir reflejando en una suerte de diario digital impresiones, comentarios, noticias, reflexiones, en primera persona, sobre los más variados asuntos. En esto, como en muchas otras cosas, Internet da facilidades para que todo aquel, o aquella, que sienta que tiene cosas que decir lo haga sin más limitaciones que la propia capacidad o el interés que despierten en los demás las propias consideraciones.

No deja de ser un giro interesante el que se ha producido en la orientación de la red de redes, concebida en principio para hacer circular información, como empiezan haciendo las nuevas herramientas que las tecnologías van diseñando y poniendo en nuestras manos. Del imperio de la información estamos pasando al reinado de la opinión, con la presencia de esta nueva variedad que son los blogs personales.

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Saber esperar

CACHORRO 2

Todo tiene su tiempo. Los que cultivan el campo saben que hay un tiempo de sembrar y un tiempo de recoger. Los padres van descubriendo poco a poco las distintas etapas del crecimiento de sus hijos. El aprendizaje, la creación, el desarrollo… todo tiene unos ritmos propios que necesitan seguirse en el orden adecuado. La propia naturaleza se expresa cíclicamente, y cada uno de esos ciclos representa unas posibilidades diferentes y únicas. Saber esperar y aprovechar cada momento es una clave de éxito no cuantificable en dinero, sino en felicidad.

 Hace muchos años se hizo un experimento en un colegio. La profesora dejó unos caramelos en la mesa de cada niño y les dijo, antes de salir, que si esperaban a que ella regresase sin comérselo, les daría otro. Evidentemente, tal cual salió la profesora de clase, unos chicos se lanzaron sobre las golosinas, mientras que otros, pensando en la doble recompensa, esperaron hasta el regreso de la maestra. Tras el experimento se hizo un seguimiento del desarrollo de los niños en el colegio y en el entorno laboral, y lo que se vio fue que los que supieron esperar alcanzaron puestos de trabajo más altos que los que no.

 Este ejemplo, aunque enfocado al éxito profesional, da una idea de las capacidades psicosociales que se desarrollan cuando se aprende a guardar los tiempos. En otro contexto, podríamos echar un vistazo a la creciente ansiedad por el ¡ya! Lo inmediato se vende como lo mejor. Desde la comida hasta la limpieza, pasando por los trámites burocráticos o los tratamientos médicos. Cada vez hay más facilidades para obtener lo que necesitamos sin tener que esperar. Sin duda eso es bueno, pero genera un efecto secundario que nos ha pasado desapercibido y que se nos cuela sin darnos apenas cuenta, y es que perdemos la capacidad y el deseo de esperar. Nos volvemos impacientes.

 Paradójicamente, mucha gente corre en el coche o en el transporte público para llegar a un trabajo que detesta, y del que está deseando salir corriendo cuando se acerca el fin de nuestro horario. Somos capaces de no comprar algo si hay que hacer demasiada cola y se ha demostrado tras un estudio que tras pulsar el botón del ascensor, la gente empieza a impacientarse a los 20 segundos.

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Sentido Común

 

SENTIDO COMUN

 

Mi nombre es Sentido Común y vivo en el piso de arriba de un alto edificio de la ciudad. Hace tiempo que me siento solo.

Pertenezco a una familia de alcurnia venida a menos y, aunque en tiempos antiguos éramos muchos, parece que mi linaje está a punto de extinguirse, porque el número de los “Común” hoy es bastante reducido.

Poseo una factoría de pequeños electrodomésticos muy útiles en las tareas cotidianas de los hogares. Aunque la empresa iba viento en popa, actualmente las cosas se han torcido, en parte por la competencia desleal, y en parte porque no he sabido hacerme ver lo suficiente ante mis clientes.

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El extraño caso de Grigori Perelman

PERELMAN

 

Grigori Perelman  nació el 13 de junio de 1966 en Leningrado, actual San Petersburgo. En la escuela fue un joven brillante, especialmente en matemática. En 1980 consiguió la puntuación más alta en la prestigiosa organización para personas con elevado cociente intelectual Mensa. Se doctoró en la Facultad de Mecánica y Matemática de Leningrado, donde había ingresado con 16 años, con una tesis titulada “Superficies en silla en espacio euclídeos”. En 1982, compitiendo como miembro del equipo de la URSS en la Olimpiada Internacional de Matemática en Budapest, ganó una medalla de oro. Dedicó ocho años de su vida a uno de “los siete problemas del milenio”, la hipótesis de Poincaré. Un problema que llevaba abierto desde hacía 109 años y Perelman anunció haberlo resuelto en 2002 a través de Internet. En agosto de 2006, se le otorgó la Medalla Fields, considerada como el mayor honor que puede recibir un matemático, la cual rechazó. También rechazó el millón de dólares que el Clay Mathematics Institute le concedió por haber resuelto la hipótesis, ahora ya teorema de Poincaré. Algunos medios han calificado a Perelman como “el ser humano más inteligente del mundo”. Y otros, entre ellos varias organizaciones no gubernamentales, han dicho que su rechazo a premios y dinero, especialmente al dinero, es una “torpeza social”. Incluso John Nash, el matemático que inspiró la película “Una mente maravillosa”, le describe como «poco convencional«.

En una de las pocas entrevistas que ha concedido, dijo: «Los vacíos existen por todos lados. El poder de calcularlos nos da grandes posibilidades. Sé cómo manejar el universo. Ahora díganme: ¿por qué tendría que correr a buscar un millón?» Supongo que al señor Grigori Perelman, que ha dedicado gran parte de su vida a contestar preguntas que otros se han hecho, no le molestará que intentemos contestar a la suya de “¿por qué tendría que correr a buscar un millón?». La respuesta es muy sencilla: si usted no lo necesita, hay personas que sí. Muy cerca de donde usted vive, hay niños que no tienen libros; hay ancianos que no pueden pagar la factura de la calefacción; hay personas que no tienen abrigos ni alimentos suficientes. Es cierto, como usted dice que “Los vacíos existen por todos lados” y el primer vacío que tenemos todos que aprender a manejar es el de nuestro propio corazón.

Elogio de la lectura

ELOGIO DE LA LECTURA

 

Una vez que nos hemos convencido de la utilidad y necesidad de las nuevas técnicas de la comunicación, que están revolucionando nuestros hábitos culturales, se impone una exhortación a cultivar el viejo hábito de la lectura, como el modo más directo de acceder al conocimiento y desarrollar tantas cualidades que tenemos latentes.

El antiguo gesto íntimo y tranquilo de abrir las páginas de un libro y entregarse a la comprensión de sus palabras sigue siendo válido, por más que todavía haya apocalípticos que siguen anunciando la muerte de los impresos en papel y su sustitución por los soportes digitales.

La llamada cultura de la imagen, con el imperio omnipresente de los medios audiovisuales, parece oponerse a nuestra condición de lectores, ávidos de respuestas y conocimiento, para convertirnos en espectadores, pasivos, asomados a una realidad representada y por lo tanto manipulada, incapaces para interpretar y buscar explicaciones a lo que pasa en el mundo y para activar la memoria de lo ocurrido en el pasado.

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La rebelión de las musas

LA REBELION DE LAS MUSAS

 

Antiguamente las musas iluminaban el quehacer de los hombres. Todos los campos del saber y del hacer tenían su fuente de inspiración, y los hombres apelaban a ellas para conseguir una obra lo más perfecta posible, fuera en pensamiento o en obra creada, a nivel de un individuo o a nivel de un pueblo. Por eso, las nueve hijas de Zeus velaron para que nada quedara “fuera de cobertura”: Clío se ocupaba de la historia; Polimnia, de la retórica, Calíope de la elocuencia… en fin, que las musas estaban muy ocupadas y los seres humanos no paraban de pedirles inspiración para todo.

Pero hoy, siglo XXI, realidad teledigital, muchedumbres sobre el planeta, las musas se echan las manos a la cabeza (metafóricamente hablando, claro, porque ni tienen que sujetarse la cabeza ni dejan de existir por la ignorancia humana).

Todo esto viene porque el otro día, haciendo mi trayecto habitual en uno de estos medios de transporte que llevan televisión incorporada (los que no lo llevan, ya son objeto de estudio para los antropólogos), me informaron (no tenía elección) de las excelencias de un tipo de arte que por lo visto está muy valorado actualmente (según se colegía del texto).

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¿Podemos elegir no sentir?

PODEMOS ELEGIR NO SENTIR

En la última película de la serie Star Trek, titulada “En la oscuridad”, hay una escena, casi al final de la película, en la que el capitán James Kirk está atrapado en una cámara, a punto de morir. Mantiene el siguiente diálogo con Mr. Spock:

–Tengo miedo Spock. Ayúdame a no sentir. ¿Cómo se elige no sentir?

–No lo sé, ahora estoy fracasando.

La película nos puede gustar o no; pero estoy seguro de que muchos de nosotros, en algún momento, ante algún gran dolor, cuando hemos sentido miedo ante la muerte o ante los problemas de la vida, nos hemos hecho la misma pregunta que se hacía el capitán Kirk: ¿cómo se elige no sentir?

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