El extraño caso de Grigori Perelman

PERELMAN

 

Grigori Perelman  nació el 13 de junio de 1966 en Leningrado, actual San Petersburgo. En la escuela fue un joven brillante, especialmente en matemática. En 1980 consiguió la puntuación más alta en la prestigiosa organización para personas con elevado cociente intelectual Mensa. Se doctoró en la Facultad de Mecánica y Matemática de Leningrado, donde había ingresado con 16 años, con una tesis titulada “Superficies en silla en espacio euclídeos”. En 1982, compitiendo como miembro del equipo de la URSS en la Olimpiada Internacional de Matemática en Budapest, ganó una medalla de oro. Dedicó ocho años de su vida a uno de “los siete problemas del milenio”, la hipótesis de Poincaré. Un problema que llevaba abierto desde hacía 109 años y Perelman anunció haberlo resuelto en 2002 a través de Internet. En agosto de 2006, se le otorgó la Medalla Fields, considerada como el mayor honor que puede recibir un matemático, la cual rechazó. También rechazó el millón de dólares que el Clay Mathematics Institute le concedió por haber resuelto la hipótesis, ahora ya teorema de Poincaré. Algunos medios han calificado a Perelman como “el ser humano más inteligente del mundo”. Y otros, entre ellos varias organizaciones no gubernamentales, han dicho que su rechazo a premios y dinero, especialmente al dinero, es una “torpeza social”. Incluso John Nash, el matemático que inspiró la película “Una mente maravillosa”, le describe como «poco convencional«.

En una de las pocas entrevistas que ha concedido, dijo: «Los vacíos existen por todos lados. El poder de calcularlos nos da grandes posibilidades. Sé cómo manejar el universo. Ahora díganme: ¿por qué tendría que correr a buscar un millón?» Supongo que al señor Grigori Perelman, que ha dedicado gran parte de su vida a contestar preguntas que otros se han hecho, no le molestará que intentemos contestar a la suya de “¿por qué tendría que correr a buscar un millón?». La respuesta es muy sencilla: si usted no lo necesita, hay personas que sí. Muy cerca de donde usted vive, hay niños que no tienen libros; hay ancianos que no pueden pagar la factura de la calefacción; hay personas que no tienen abrigos ni alimentos suficientes. Es cierto, como usted dice que “Los vacíos existen por todos lados” y el primer vacío que tenemos todos que aprender a manejar es el de nuestro propio corazón.

Elogio de la lectura

ELOGIO DE LA LECTURA

 

Una vez que nos hemos convencido de la utilidad y necesidad de las nuevas técnicas de la comunicación, que están revolucionando nuestros hábitos culturales, se impone una exhortación a cultivar el viejo hábito de la lectura, como el modo más directo de acceder al conocimiento y desarrollar tantas cualidades que tenemos latentes.

El antiguo gesto íntimo y tranquilo de abrir las páginas de un libro y entregarse a la comprensión de sus palabras sigue siendo válido, por más que todavía haya apocalípticos que siguen anunciando la muerte de los impresos en papel y su sustitución por los soportes digitales.

La llamada cultura de la imagen, con el imperio omnipresente de los medios audiovisuales, parece oponerse a nuestra condición de lectores, ávidos de respuestas y conocimiento, para convertirnos en espectadores, pasivos, asomados a una realidad representada y por lo tanto manipulada, incapaces para interpretar y buscar explicaciones a lo que pasa en el mundo y para activar la memoria de lo ocurrido en el pasado.

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La rebelión de las musas

LA REBELION DE LAS MUSAS

 

Antiguamente las musas iluminaban el quehacer de los hombres. Todos los campos del saber y del hacer tenían su fuente de inspiración, y los hombres apelaban a ellas para conseguir una obra lo más perfecta posible, fuera en pensamiento o en obra creada, a nivel de un individuo o a nivel de un pueblo. Por eso, las nueve hijas de Zeus velaron para que nada quedara “fuera de cobertura”: Clío se ocupaba de la historia; Polimnia, de la retórica, Calíope de la elocuencia… en fin, que las musas estaban muy ocupadas y los seres humanos no paraban de pedirles inspiración para todo.

Pero hoy, siglo XXI, realidad teledigital, muchedumbres sobre el planeta, las musas se echan las manos a la cabeza (metafóricamente hablando, claro, porque ni tienen que sujetarse la cabeza ni dejan de existir por la ignorancia humana).

Todo esto viene porque el otro día, haciendo mi trayecto habitual en uno de estos medios de transporte que llevan televisión incorporada (los que no lo llevan, ya son objeto de estudio para los antropólogos), me informaron (no tenía elección) de las excelencias de un tipo de arte que por lo visto está muy valorado actualmente (según se colegía del texto).

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¿Podemos elegir no sentir?

PODEMOS ELEGIR NO SENTIR

En la última película de la serie Star Trek, titulada “En la oscuridad”, hay una escena, casi al final de la película, en la que el capitán James Kirk está atrapado en una cámara, a punto de morir. Mantiene el siguiente diálogo con Mr. Spock:

–Tengo miedo Spock. Ayúdame a no sentir. ¿Cómo se elige no sentir?

–No lo sé, ahora estoy fracasando.

La película nos puede gustar o no; pero estoy seguro de que muchos de nosotros, en algún momento, ante algún gran dolor, cuando hemos sentido miedo ante la muerte o ante los problemas de la vida, nos hemos hecho la misma pregunta que se hacía el capitán Kirk: ¿cómo se elige no sentir?

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¿Matarías a alguien si la tele te lo dijera?

MATARIAS A ALGUIEN

Ante esta pregunta, la inmensa mayoría de la gente tendrá claro que no. “¡Menuda tontería!, ¿cómo voy a matar a alguien sólo porque lo diga la televisión?”. Sin embargo, la realidad demuestra que es justo al contrario. La inmensa mayoría de la gente… lo haría.

No hace mucho, un grupo de investigadores franceses reprodujo el experimento que Milgram ideó sobre la obediencia en 1963, con objeto de conocer más acerca de las razones que condujeron a algunos cómplices del holocausto nazi a cumplir con órdenes contrarias a toda ética. En esta ocasión en forma de concurso de televisión llamado “La zona extrema”. La temática era sencilla. Había dos concursantes. Uno de ellos, metido en una cabina y atado a una silla “eléctrica”, debía responder una serie de preguntas y, en caso de fallar, recibía una descarga eléctrica, primero de intensidad suave pero, conforme iba avanzando el concurso, los fallos se pagaban con descargas cada vez mayores, incluso mortales. El otro concursante era el encargado de administrar las descargas. En el experimento, mientras el primer concursante era un actor que, evidentemente no iba a recibir ninguna descarga, el segundo concursante participaba creyendo que, realmente, las descargas eran reales.

Conforme el concurso avanzaba, el actor que supuestamente recibía las descargas iba mostrando, por medio del audio, primero la molestia y, luego, el dolor, hasta el punto de pedir insistentemente entre gritos que le dejaran salir, que no lo soportaba más. Cada vez que esto ocurría, los participantes miraban a la presentadora, un rostro conocido de la televisión francesa, y esta les decía: “Que no te afecte”. “Sigue adelante”. “Nosotros asumimos toda la responsabilidad”.

El 80% de las personas siguió adelante, incluso cuando, tras una de las descargas fuertes, el actor dejó de responder. La presentadora insistía en que no responder se consideraba una contestación errónea y tenían que administrar el castigo. Todos ellos lo hicieron, llegaron hasta el final, hasta todas y cada una de las descargas mortales. En el experimento realizado por Milgram sólo el 60% llegó al final.

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El reto de la innovación

EL RETO DE LA INNOVACION

Las nuevas tecnologías de la comunicación, que tanto están marcando los hábitos en nuestro tiempo, nos plantean cada día nuevos retos que ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación a un medio siempre cambiante.

Internet es la plataforma global donde se escenifican los cambios de orientación en los comportamientos y se ponen en evidencia las debilidades sociales y morales del sistema que sustenta ese potente instrumento de comunicación. Todavía es pronto para poder calibrar en su justa proporción de qué manera esta compleja red de relaciones está influyendo en los procesos cognitivos de los que navegan por sus aguas virtuales, aunque ya hemos podido detectar que favorece determinados vicios inconfesables y también alienta y beneficia a los que buscan el conocimiento, por muy fragmentado y disperso que se encuentre en los laberintos de las líneas que nos ponen en contacto con los más recónditos archivos o bases de datos.

Tenemos también la certeza de otro interesante estímulo y es el desafío que presenta a la creatividad, en el sentido de la puesta en práctica de la potencia imaginativa para encontrar nuevos estilos, aplicaciones originales y en cierto sentido extraer todos los posibles beneficios que puede proporcionarnos.

La evolución tecnológica que ha logrado la Humanidad en esta fase de su larga Historia debe corresponderse con un desarrollo de las potencialidades que aún están latentes en cada ser humano, sin olvidar la necesidad de profundizar en una ética que oriente el sentido de las finalidades y de los objetivos.

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Amenacemos con la paz

AMENACEMOS CON LA PAZ

 

En este mundo, en el que hay una amenaza constante de guerra, tengamos nosotros una amenaza más fuerte: la amenaza de la paz.

Amenacemos con la paz, amenacemos con la fraternidad, amenacemos con la comprensión que va más allá de todas las banderas, de todos los colores, de todos los horizontes, de todos los ríos, de todas las montañas.

Esa es nuestra amenaza, ese es nuestro derrotero.

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Mentiras, malditas mentiras y estadísticas

MENTIRAS

“Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas”. No se sabe con certeza quién dijo esta frase, aunque se suele atribuir a Mark Twain, pero sea de quien sea, expresa muy bien el problema que hay a la hora de sacar un pedazo de realidad a través de la estadística. La cuestión es muy sencilla de entender, y voy a poner unos cuantos ejemplos típicos de problemas en los que podemos caer cuando interpretamos datos estadísticos.

–Mi amigo se ha comido dos pollos y yo ninguno. Según la estadística, los dos hemos cenado razonablemente bien, pero en realidad, ninguno cenamos bien, el comió demasiado y yo demasiado poco…

–Según los datos estadísticos de la DGT, el alcohol es la causa del 30% de los accidentes mortales en la carretera. Por lo tanto, el 70% han sido causados por personas sobrias… luego, estadísticamente hablando, es mucho más peligroso conducir sobrio.

Podemos encontrar este tipo de ejemplos en la web; estos que he mencionado los he sacado de la página “La aldea irreductible”, pero hay muchos y sobre todo tipo de estadísticas. Y podríamos continuar con este tipo, con el número de coches por habitante, tasa de natalidad, etc. Muchos atribuyen estos problemas a las propias estadísticas, pero, en realidad, no son problemas de los datos estadísticos, sino del mal uso que hacemos de la lógica.

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