Si quieres construir un barco, no empieces por buscar maderas, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho.
(Saint-Exupéry)
A veces pienso cómo sería el impacto de encontrar un elefante, así, de pronto, sin haber oído hablar nunca de semejante gigante. ¿Un bicho que pesa toneladas y mide el doble que yo de altura? ¿Con unos sables afilados que le crecen sobre la boca? ¿Con una nariz descomunal pegada a la cara con la que, encima, agarra lo que pilla? ¿Cómo sabría yo que no me aplastaría (que es lo primero que haríamos nosotros en su lugar, por si acaso)?
Bueno, lo cierto es que yo no razonaría tanto de primeras. Me quedaría patidifusa, sin más.
Siempre me he preguntado por qué se dudaba de la existencia de unicornios. ¿Porque tienen un cuerno en la cara? ¿Y qué tiene un rinoceronte en la suya? ¿No os resulta curioso ver, por ejemplo, caballos con rayas, digo, cebras?
Realmente, yo tengo mucha suerte. Vivo en una época en que puedo ver cómo se expresa la Naturaleza sin moverme de mi casa. Y además a cámara lenta, o comprimiendo semanas en segundos a cámara rápida. A veces creo que es una compensación por vivir en una vorágine donde la gente va muy deprisa y, de tanto correr, se ha olvidado de hacia dónde va.
En mi último post, el señor Cyrano hacia el siguiente comentario:
Bueno, bueno, ya habéis olvidado las primeras clases de filosofía. Uno debe vivir según piensa, siente y cree, si no nunca sabrá si lo que cree pasa la prueba de la realidad del día a día. También Unamuno defiende el ser coherente y hacer según sintamos que debe hacerse, y no guardarse las cosas, aunque eso nos lleve a romper un cristal al vecino.
Hagamos, por ahora, un experimento mental: Supongamos que nos molesta la música del vecino, sentimos rabia, pensamos que debemos hacer algo y lo hacemos: le rompemos un cristal. Supongamos que el vecino, también es un firme seguidor de “hacer según sintamos que debe hacerse”. Siente rabia ante los cristales rotos de su preciosa ventana, piensa que debe hacer algo y lo hace: va y le rompe las dos piernas al vecino, para que aprenda a no romper más cristales. Hasta aquí todo va bien; los dos son muy coherentes. Resulta que el padre del que tiró la piedra queda horrorizado. Y decide seguir siendo coherente: va y le rompe las dos piernas a la hija del vecino. Las cosas podría ir a más; a mucho más. ¿Cuánto más?
Pues, veamos, pasemos del experimento mental al real. Volvamos a Londres, pero esta vez no al Londres de 1888, sino al de 2011. El jueves 4 de agosto, un joven de color, Mark Duggan, fallece por un disparo de un agente en una operación especial. Sus parientes, vecinos, amigos y simpatizantes, unos doscientos en total, se reúnen frente al cuartel de la policía del barrio londinense de Tottenham. Sienten rabia, piensan que deben hacer algo y pasan a la acción: rompen el primer cristal de la comisaría. La cosa se anima y empiezan a arrojar objetos contundentes contra la policía, comienzan los saqueos a varias tiendas de la zona y los robos. El sentimiento de cólera se extiende. En Birmingham tres personas, de origen asiático, mueren por un atropello defendiendo las tiendas contra los saqueadores.
Si hiciéramos caso a los mensajes publicitarios que nos inundan en esta época del año, tendríamos que pensar que el mundo se ha detenido y todos nos hemos ido de vacaciones, es decir, hemos abandonado nuestra escena cotidiana y hemos escapado al país de nunca jamás, a salvo de las incómodas obligaciones y deberes.
Se parte de la base de que el trabajo, terrible maldición bíblica, es una ocupación inevitable y desagradable de la que hay que liberarse a la mejor ocasión. Por ello, el culto a las vacaciones ha sacralizado esos días vacíos de trabajo, de tal manera que se habla de enfermedades producidas por el regreso a las ocupaciones, aunque también de la ansiedad de quienes no saben qué hacer con el tiempo libre, una vez que han alcanzado el estado beatífico vacacional.
En el fondo de tales desajustes laten los desconciertos característicos de nuestra época y las habituales exageraciones con las que se enfocan en nuestra sociedad mediática las realidades que vivimos.
Una concepción cíclica del tiempo nos haría estar de acuerdo en que debe haber un tiempo para el trabajo y un tiempo para el descanso, como diría el Eclesiastés, pero no como dos estados antagónicos, sino complementarios y orientados a la finalidad y el sentido de la propia existencia. Una filosofía activa y vital nos invita a buscarlos entre la infinita variedad de nuestras posibilidades, siempre más abundantes de lo que estamos dispuestos a admitir. La búsqueda se convierte así en el hilo conductor que unifica nuestras experiencias, superando dicotomías falsas, pues todo cuanto hacemos, sea trabajar o descansar, cambiando de actividad y de horizontes, se encuentra iluminado por una atención que se mantiene despierta en todas las circunstancias.
¡¡Tengo obras en casa!! Vivo mientras tanto en el pueblo, en una casa que me han prestado mis suegros. Está al lado de un lago y rodeada de monte, pero no me puedo inspirar. Tengo la cabeza llena de azulejos, radiadores, tarimas, colores de la pared y no cabe la inspiración, sino la acción. Acción para intentar que la obra acabe a tiempo, acción para que la mampara esté puesta, para que la encimera sea de la que he pedido y no otra, para que ese enchufe que ha quedado detrás de un radiador salga de ahí inmediatamente, para que al dar al interruptor se encienda la luz adecuada, ¡por favorrrrrrrrr! Para que sí me pongan el decorado elegido en la pared del fondo de la habitación, para que ese decorado llegue de Barcelona antes de que los obreros se hayan ido… Pero qué digo ido, ¡pero si piensan pasar la Navidad en mi casa!! Me dicen que a qué hora comemos las uvas normalmente… Al menos tienen sentido del humor…
Empiezan mis vacaciones y yo no he tenido tiempo de pensar dónde voy, ¿para qué? Si no me queda pasta y me las voy a pasar colocando muebles y libros y lámparas, mientras, eso sí, los obreros siguen terminando la obra del Escorial, que no lo era.
Si yo sólo quería que los niños tuviesen una habitación más grande y de repente te dicen que tienes que pintar y, ya que estás, pues que lo pongas liso, y claro, hay que cambiar el suelo de tu casa, con lo estupendo que es el parquet que lleva ahí toda la vida. Pero si no lo cambias, te quedará la habitación con desnivel. ¿Qué? ¡Desnivel! Noo, poonga tarima, claro, ya la pago yo…, como total voy a tener que acabar haciendo yo horas extras de albañil en algún sitio para poder pagar esto que me presupuestaron por la mitad de lo que va a salir, ¡qué más da!
Y en todo esto, dices: necesito inspiración, no tengo inspiración, necesito vacaciones, no tengo vacaciones, necesito dinero, ¡ya no tengo dinero! Necesito tiempo, ¡¡hala!!, se ha roto la caldera, en medio de esta situación relajante donde las haya, en la que uno tiene toda la capacidad de reacción; lo que necesitabas era más pasta que gastar, más tiempo que perder y más polvo pises donde pises…
Busco la filosofía por los rincones de esa casa preciosa, en la que he vivido tantas cosas entrañables, y la busco en el lago y en el monte, justo mientras me voy corriendo a trabajar a las siete de la mañana y el sol se refleja en el agua, y piensas: mi coche va en la dirección equivocada, páralo y quédate aquí.
Traigo otra canción inspiradora y filosófica. Antes de pasar a la letra y el vídeo correspondiente, recuerdo que en muchos de los centros donde está Nueva Acrópolis se presentan actividades con el lema «Nos han engañado: la filosofía puede ser divertida». Y efectivamente, el siglo XX nos hizo creer que la filosofía era sólo el ejercicio de elucubraciones complejas de unos pocos eruditos. En este sentido, Nueva Acrópolis ha tratado de rescatar el sentido práctico de la filosofía, en cuanto a ser más cercana a las personas, sus inquietudes y sus esquemas mentales.
Con el optimismo o la mentalidad positiva ocurre lo mismo: nos han hecho creer que los pensadores son pesimistas por naturaleza, que este mundo es malo, que vamos a acabar con la Naturaleza, y además, que esto no tiene remedio.
Pues no, nada más lejos de esto. Pero claro, si piensas así, enseguida te encasillan como embaucador, oportunista o similar.
Pero vayamos a la canción. Fue compuesta e interpretada originalmente en inglés por la cantante de origen cubano Gloria Estefan en 1996, formando parte del álbum «Destiny». Esta canción fue el tema oficial de las Olimpiadas de Atlanta de 1996. Posteriormente se hizo una versión en español, que como podéis ver debajo, no se trata de una traducción literal aunque es bastante fidedigna al original.
Ésta es la letra en español y la original en inglés: Continue reading
El señor luis perrier-gustin, hacía, en mi último post, el siguiente comentario: “Interesante tema. Tal parece que de lo que se trata es de intentar rescatar una virtud, que sería la coherencia, pero primero habría que pensar si se trata de una virtud…”. Para aclarar un poco este tema, nada mejor que un paseo por el frío y neblinoso Londres…
En septiembre de 1888, el jefe de la Policía de Londres, recibió la siguiente carta:
Querido jefe: desde hace días no dejo de oír que la Policía me ha atrapado, pero en realidad todavía no me ha pillado. En mi próximo trabajo le cortaré la oreja a la dama y se la enviaré a la Policía para divertirme. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo; a la dama en cuestión no le dio tiempo de gritar. Mi cuchillo está tan bien afilado que quiero ponerme manos a la obra ahora mismo. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo; pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito […]
Atentamente, Jack el Destripador.
A partir de esta primera carta, el seudónimo de “Jack el Destripador” saltó a las primeras páginas de los periódicos londinenses y el terror se apoderó de la ciudad. Jack el Destripador tenía un modus operandi muy preciso. Sus víctimas fueron principalmente mujeres, prostitutas de los barrios pobres, a las que degollaba y mutilaba de forma cruel y salvaje. Es curioso que uno de los sospechosos que con más fuerza saltó a la prensa fuera el actor estadounidense Richard Mansfield, que en ese momento se encontraba protagonizando el papel del doctor Jekyll, basada en la novela titulada “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde” (aprovecho para recomendar su lectura) del escritor Robert Luis Stevenson. Tras descartar al Sr. Mansfield, las pesquisas se centraron en la clase médica; por lo visto, Jack mutilaba a sus víctimas con precisión de cirujano. Al final, todo fue inútil y la identidad de Jack el Destripador ha permanecido siendo un misterio hasta nuestros días.
¡Cuántas cosas ha movido la indignación en la Humanidad!
A Gandhi lo encarcelaron por alborotador, indignado en un país donde política era sinónimo de corrupción.
Luther King se indignó porque el color de su piel servía como disculpa para que le negaran su condición humana y se enfrentó a todo el sistema (que se dice pronto). Decía que el valor de un hombre no se mide por su cuenta bancaria ni por el tamaño de su coche, sino por su compromiso con la justicia, y movió con su ejemplo a millones de personas, incluso después de muerto.
Nelson Mandela se pasó 27 años de su vida en una celda y, como él mismo diría más tarde, nunca pudo oír en ese tiempo la risa de un niño. Su indignación le llevó a ser presidente de un país en el que se borró pacíficamente la línea de odio que había separado a blancos y negros. Y lo consiguió con su ejemplo.
En la etapa anterior del Blog del Filósofo Cotidiano recogí, bajo el epígrafe de «filosofía y música», la letra de canciones que tenían a mi juicio algún tipo de contenido filosófico. En esta etapa todavía no he incluido ninguna nueva, pero en esta ocasión quiero extraer unas palabras de una entrevista que concedió el pianista y director de orquesta Daniel Barenboim a Daniel Verdú para el diario El País, el pasado mes de febrero, que fue titulada «La música es filosofía y deporte». En ella hay las siguientes «perlas» de preguntas y respuestas, con algunas frases que he subrayado para destacar:
P. Abrió la temporada de La Scala con Wagner. Y le defendió, una vez más, pese al rechazo que genera en Israel…
R. Wagner fue usado por los nazis como un profeta. Pero hay gente que dice que le odia sin haber oído una nota. Es el problema que existe entre los hechos y la percepción. Fue un genio y un gran compositor abusado por lo que decía.
P. ¿Se puede separar la ética y la estética del creador?
R. No se debería. Pero la música tiene un lado magnífico que permite olvidar muchas cosas. Una bestia como Hitler se emocionaba bañado en lágrimas con el Lohengrin en Bayreuth. ¿Cómo alguien con esa sensibilidad puede tener la crueldad de matar a tanta gente? La única forma de combatir esto es con más educación musical. ¿Cómo se va a entender el asunto de la ética y la estética sin el menor contacto con ella? Parece que la música esté fuera de la existencia, cuando es todo lo contrario: es una expresión del alma humana. Y además, es algo físico. La música es como hacer filosofía y deporte al mismo tiempo. Recortes económicos como los de Italia vienen porque la cultura no es importante para un número suficiente de ciudadanos. Sería más económico invertir en educación que tener que pagar millones para subvencionar teatros y orquestas.