Las crisis económicas

En la ciudad de Marbella, año 2004. Un amigo alemán me contó una vez:

No señor, los jóvenes alemanes nos son como los de antes, no trabajan tanto ni son tan honrados. Mira, mi padre trabajó en el Deutsche Post (correo alemán) durante más de treinta años y siempre llevaba en el bolsillo de la camisa del uniforme dos bolígrafos. Uno de la empresa, que solo lo utilizaba para escribir cosas relacionadas con el trabajo, y el otro que era suyo personal y lo utilizaba para escribir cosas suyas personales.

Atenas, 470 a.C.-id., 399 a. C. (Apología de Sócrates):

«Por lo pronto, soy extraño al lenguaje que aquí se habla. Y así como si fuese yo un extranjero me disimularíais que os hablase de la manera y en el lenguaje de mi país, en igual forma exijo de vosotros, y creo justa mi petición, que no hagáis aprecio de mi manera de hablar, buena o mala, y que miréis solamente, con toda la atención posible, si os digo cosas justas o no, porque en esto consiste toda la virtud del juez, como la del orador: en decir la verdad».

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Amar y vivir

Hay muchas «filosofías» en la vida, muchas formas de afrontar la vida. La filosofía, que en su origen fue un ejercicio de la razón entre los griegos, una forma de tomar como guía nuestra parte mental, tenía como finalidad dar al hombre su más alto «registro», dejando atrás la variabilidad física o emocional.

Además, la filosofía aspiraba a poder conectar al hombre con algo más superior aún que su parte racional, con algo quizá desconocido, quizá inalcanzable, pero que nos forja en el espacio y tiempo como líneas de fuerza.

Pero además de está filosofía racional, siempre ha existido una corriente filosófica de los sentimientos. Una filosofía basada en el «ama y haz lo que quieras» de san Agustín. Una vida llena de amor es realmente Vida, y todo lo demás son sólo maneras de desviarse de lo fundamental.

Hay una canción que expresa este sentimiento de que la Vida es Amor. Se trata de un viejísimo bolero de 1944 escrito por la mejicana Consuelo Velázquez. Si digo que esta compositora escribió con 16 años, «Bésame mucho», seguro que nos sonará aún más. Este bolero está en nuestro recuerdo en la inimitable voz de Antonio Machín. Traigo a este blog filosófico las dos últimas estrofas.

Amar y vivir
Se vive solamente una vez.
Hay que aprender a querer y a vivir,
hay que saber que la vida
se aleja y nos deja llorando quimeras.

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Manantiales

–Pero, dime Teodoro,

¿no es cierto que el amor surge de la manera más inesperada?
¿No ocurre que sonrisas amables procuran, más pronto que tarde, risas compartidas?
Y dime: ¿no son las risas un alimento para el alma? ¿No son las muestras de la alegría?
¿Y, acaso, no queremos estar junto al que nos alegra el alma?
¿No sentimos su hueco cuando no está con nosotros?

–Sí, así es, sin duda. Pero no veo tan claro como tú lo ves de qué manera la alegría compartida puede llevar al amor.
¿Crees tú que ambos movimientos del alma son de la misma esencia?
¿Que no pueden existir el uno sin la otra?
¿O que quizá no pueda existir la otra sin el uno?

–Querido amigo, yo tan solo creo que el amor es como un manantial, y que brota de la piedra cuando el agua encerrada en ella pugna por ver la luz.

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Abraham de Moivre

Es curioso la gran cantidad de páginas web en las que aparece el anuncio: ¡Calcula la fecha de tu muerte! No sé muy bien cómo harán los cálculos. Pero no hay dudas de que el rey en este campo fue el matemático francés Abraham de Moivre.

Moivre hizo grandes aportes a las matemáticas: números complejos, trigonometría, cálculo de probabilidades, etc. Fue miembro de la Royal Society y buen amigo de Newton. A pesar de éstos y otros muchos méritos, Moivre fue pobre toda su vida. Se ganaba la vida entre las clases particulares y jugando al ajedrez en su cafetería favorita.

A Abraham de Moivre le llamaron en su época el rey del cálculo. Pero Abraham de Moivre ha pasado a la historia como el hombre que predijo exactamente la fecha de su muerte. Cuentan que un día, al levantarse por la mañana, cayó en la cuenta de que cada día dormía veinte minutos más que el día anterior.

A partir de ahí conjeturó que moriría el día que durmiera durante 24 horas. Ese día, calculado por él mismo, era el 27 de noviembre de 1754. La causa oficial de su muerte quedó registrada como «somnolencia».

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El dios inseguro

Estaba Dios sentado en el borde del mundo, pensando…:  ¿qué puedo hacer con mi vida…?

Miraba hacia delante y lo veía todo confuso. Comprendía cómo funcionaba el mundo: las cosas nacen y mueren, pasan a formar parte de otras mayores, con más sentido. Él era parte de todo aquello también, porque la parte es al todo y el todo a la parte, y por eso se comprenden en su esencia.

Él era el todo y entendía a cada parte, lo cual no quería decir que creyese que siempre habían obrado bien las partes, no. Las partes hacían las cosas bien y mal, pero él las comprendía todas.

Y desde allí, desde esa comprensión, se planteaba si la vida tenía sentido… Es decir, una vez que ya entiendes, ¿para qué mover un dedo? Pero entonces, si no haces nada en tu vida ni con tu vida, ¿para qué estár aquí de un modo tan presente y consciente, y sobre todo, tannnn largo?

Dios estaba inseguro. Comprendía la esencia fundamental de la existencia, pero ¿para qué sirve cada momento una vez que lo comprendes todo? –se decía.

Allí sentado, pensando todo esto, comenzó a darse cuenta de que desde hacía rato estaba oyendo, sin escucharla, la música de las estrellas. Era genial, fantástica, y su esencia, común a todas, se puso a bailar.

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Ofrenda (carta de una amiga)

¡OFRENDA!

Ese creo que es el mejor destino que puede tener una flor.
Cuida tu imponente árbol para que dé continuas flores.
Transmuta tu tierra en savia y de esta alimenta tus infinitas flores.

Cuando la Flor y Tú seáis Lo Mismo, comprenderás su destino.
De flor, regala belleza, perfume, amor, cariño, dulzura, salud…
Más tarde, de fruto, alimento para el que tiene hambre y semillas para las
venideras flores.
¡EL CICLO DE LA VIDA!

El Misterio es la Transformación para la Dación.
Y LA FLOR ES FELIZ CON ELLO.

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¿Conócete a ti mismo?

–Mira, chico, no vengas con frases griegas a esta hora de la mañana; ¡pues claro que me conozco! Esas cosas sólo te las preguntas tú, que eres un excéntrico. Yo sé quién soy, cómo me llamo y dónde vivo, y además sé perfectamente cómo soy. Te recuerdo que me conozco desde que nací, y soy una buena persona: generosa, justa, puntual, seria en el trabajo, así que no me vengas con tonterías.

–Hombre, Antonio, no te pongas así, te lo pregunto porque fíjate lo que ha ocurrido hace unos días en Alabama: Amy Bishop, profesora de biología, especialista en neurología, graduada en la Universidad de Harvard. Durante varios años, Bishop llevó una vida tranquila y, al igual que tú, pensaba que se conocía bien: buena profesora, puntual, agradable y justa con los alumnos. Sus compañeros la tenían en gran estima, una persona agradable con la que se podía tomar una taza de café y charlar tranquilamente sobre jardinería y cosas así.

Durante años las cosas fueron muy bien, hasta esa mañana en la que se le había informado de que no le iban a renovar su contrato. Unas horas después de recibir esa mala noticia, la agradable y puntual profesora Bishop irrumpió en una sala en la que se estaba celebrando una reunión y abrió fuego indiscriminadamente contra todos los presentes. Como resultado, tres de sus compañeros de trabajo, el director del Departamento de Ciencias Biológicas, G.K. Podila, y dos de sus adjuntos, María Ragland Davis y Adriel Johnson, muertos.

Así que no digas que esa recomendación “Conócete a ti mismo” es una tontería griega. Es algo muy importante. ¿Acaso te crees justo porque devolviste una cartera que te encontraste con 20 €?, ¿crees que eres puntual en el trabajo o quizás te crees una persona con buen corazón porque dejaste tu asiento a esa viejecita en el autobús? No, Antonio, nosotros no nos conocemos, solo lo parece, y lo seguirá pareciendo mientras las cosas vayan razonablemente bien. Pero a veces el caminar por la vida nos pone en situaciones en las que nuestras máscaras van cayendo una tras otra como las capas de una cebolla.

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El nuevo iPredict

Será debido a una formación científica y cierta inclinación materialista por lo que nunca me convencieron los métodos adivinatorios tan penosamente populares. Quizá sea culpa de nuestro sistema educativo, que no enseña “a pensar”, o a que se prefieren las “recetas fáciles” y repetir lo que todos han hecho antes, para no ser los únicos en equivocarnos. Todo periódico tiene una columna diaria de astrología que nos dice qué va a ser de nuestro futuro, pero apenas unos pocos tienen siquiera una columna semanal de astronomía que nos enseñe a entender lo que ocurre en los cielos.

Tampoco estoy con los neoescépticos que en ocasiones me parecen más dogmáticos y extremistas que aquellos a los que critican. Tengo una mente abierta y creo que todo en el universo está relacionado. Por lo tanto, me parece factible que se pueda detectar una relación entre el carácter de una persona y su grafía al escribir o la forma de su cara. Incluso, estadísticamente podría establecerse que los nacidos en un momento del año son de una cierta manera. No porque los astros influyan en las personas, sino porque todo el universo está interconectado.

Esta misma idea está detrás de un nuevo “gadget” tecnológico en el que investiga la empresa Apple, que destacó con los lanzamientos de iPod e iPhone y que recientemente ha anunciado el iPad. Este nuevo aparato será conocido como iPredict, y será mostrado a principios del 2011, combinando en un mismo elemento el análisis de la música escuchada en el iPhone, los libros leídos con el iPad o los contactos que tenemos en el iPhone para que con unos complejos algoritmos nos muestre qué nos va a pasar en el plazo de un día o de una semana.

Me ha parecido una excelente idea, porque estoy convencido de que de mí se podrían saber muchos detalles si alguien analizara qué música tengo guardada en mi iPod, cuántas veces y en qué momentos la escucho, cuándo repito una canción o cuándo no dejo que llegue al final. Y claro, sabiendo cómo soy y cómo me encuentro ahora, es posible saber qué me va a pasar mañana que de mí dependa, o qué planes y proyectos tengo ahora. Mi iPredict averiguará fácilmente cuándo estoy enamorado y cuándo he discutido con mi pareja. Sabrá cómo me va económicamente o si en el trabajo tengo estrés. Detectará si estoy enfermo o si reboso alegría. Y todo de una manera mucho más fidedigna, personalizada e instantánea que el típico horóscopo que aparece en los periódicos.

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Querida Ana

Bueno, en mi opinión, lo que expones tiene sus verdades, sus medias verdades y sus mentiras.

Vamos a ver: en primer lugar, nuestro cerebro tiene millones y millones de neuronas, lo que pasa es que usamos tres o cuatro. Las conexiones entre neuronas, que son las que generan cosas nuevas, son siempre las habituales, y de esta manera siempre  solemos reaccionar de la misma manera a los estímulos. Esto es automatismo, principal  enemigo de la conciencia y de la libertad.

Si fuéramos poco a poco usándolas todas y encontrando nuevas conexiones entre ellas aparte de las habituales y conocidas,  nuestro cerebro aumentaría su rendimiento. Para decirlo de otra forma, el cerebro puede trabajar al 1% de su capacidad, y no nos pasaría nada anormal, ya que, de hecho, la gente vulgar es lo que usa normalmente. Pero, con el desarrollo de nuevos retos y nuevas experiencias, si el ser humano busca nuevas vías continuamente, aumenta su capacidad y su potencia, o más bien, no es que aumente, sino que lo usamos más. Es lo mismo que disponer de un fórmula uno e ir por la carretera a 50 km/ hora. Por supuesto, el motor del fórmula 1 puede ir a 300 km/ hora y va tan pancho, pero necesita un buen conductor para ello, un conductor que se atreva a darle potencia, y que necesite dársela o quiera dársela, y además, que sepa controlar esa potencia.

De hecho, me parece que la enfermedad del alzheimer, de la que, lógicamente, no se conocen las causas, y quizá nunca se conocerán, no es una enfermedad del cerebro, sino su atrofia por falta de uso. Si siempre llevas al fórmula uno en segunda, a 50 km/hora, al final te lo cargarás, porque no se construyó para eso. Prueba a no mover nunca el brazo derecho y verás como el día que quieras moverlo no te obedecerá. Y si cuando lo usabas eras capaz de hacer bolillos, ya no podrás hacerlo por falta de habilidad.

Así como hay ignorantes o idiotas que nunca usan el cerebro, o que lo usan solo para una exclusiva función, en la que son «expertos», y son inútiles para todo lo demás, hay también personas que tratan constantemente de encontrar mejores soluciones a los retos, con los que siempre están buscando vías nuevas ante situaciones conocidas. Estos nunca tendrán alzheimer. Ya sabes que Mozart estaba agonizando, pero hasta el último aliento dictaba su última obra, su misa de réquiem. Y Beethoven lo mismo. En la cama, postrado, inválido, agotado, enfermo, y con enormes dolores, estaba escribiendo uno de sus últimos geniales cuartetos.

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