¡Qué bello es vivir!

¡Qué bello es vivir!

¿Es esto el título de una película o es una afirmación filosófica?

Las dos cosas.

Por estas fechas en que cambiamos de año, solemos tener la ocasión de ver la reposición del clásico del cine Qué bello es vivir. Para los que no lo conocen, es de libre acceso en Internet desde que a alguien se le olvidó renovar el copyright hace muchos años.

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El mismo árbol

 

«La hoja del árbol no puede conocer a otra hoja vecina, pero si le fuera dable el identificarse con la savia que la fecunda, muy pronto advertiría que dicha savia es la misma que anima también a aquella otra hoja, su compañera, y habría así descubierto a su árbol mismo» (Mario Roso de Luna).

Aprovechar el presente

 

Séneca ya nos lo advirtió: el espacio que vivimos no es vida sino tiempo. Y es esta una diferencia interesante si realmente queremos extraer el jugo a la vida.

El hecho de vivir requiere aprender cómo se hace eso de vivir, y obligatoriamente, qué significa morir. Solo teniendo en cuenta que hay un principio y un final, podremos dedicarnos adecuadamente (y es nuestro deber hacerlo) a extraer de cada circunstancia, de cada etapa vital, de cada error o de cada acierto, una pieza más para resolver el enigma que a todos nos es planteado: ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿para qué estamos aquí?, ¿cómo fuimos lanzados a la existencia?, ¿qué es lo que hace que nos preguntemos estas cosas?

Ver nuestro tiempo de vida como una oportunidad de aprendizaje nos permitirá diferenciar (con mayor claridad a medida que practicamos) lo que es realmente importante de lo que no lo es, mientras navegamos entre alegrías y dolores, y a veces empujados por circunstancias que parecen decidir por nosotros.

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El Principito en el planeta del buscador de Google

Principito

PrincipitoEl tercer planeta estaba habitado por un buscador de Google. Fue una visita muy corta, pues hundió al principito en una gran melancolía.

—¿Qué haces ahí? —preguntó al buscador que estaba sentado en silencio ante unas pantallas de Google vacías y otras tantas llenas de resultados.

—¡Busco! —respondió el buscador con tono lúgubre.

—¿Por qué buscas? —volvió a preguntar el principito.

—Para averiguar.

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El Principito en el planeta del adicto a los móviles

El Principito

El PrincipitoEl quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos, pues apenas cabían en él un teléfono móvil y el hombre que lo manejaba. El principito no lograba explicarse para qué servirían allí, en el cielo, en un planeta sin wifi y sin población, un móvil y un hombre. Sin embargo, se dijo a sí mismo:

«Este hombre, quizás, es absurdo. Sin embargo, es menos absurdo que el rey, el vanidoso, el hombre de negocios y el bebedor. Su trabajo, al menos, tiene sentido. Cuando enciende su móvil, es igual que si estableciera comunicación con algún ser querido. Es una ocupación muy bonita y por ser bonita es verdaderamente útil».

Cuando llegó al planeta saludó respetuosamente al hombre:

—¡Buenos días! ¿Por qué acabas de poner a cargar tu móvil?

—Es la consigna —respondió el adicto al móvil—. ¡Buenos días!

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