El sol perezoso

Había una vez un sol al que le costaba muuuucho levantarse por las mañanas. Empezaba a amanecer casi sin ganas, muy despacio y, algunos días, hasta se volvía a acostar, dejando totalmente despistados a los habitantes del borde del mundo. Luego, al rato, volvía a sacar una pierna gaseosa de luz brillante y decidía, finalmente, levantarse del todo y dar una vuelta alrededor del mundo de la tierra, de todo el mundo de la tierra, para que fuese de día en cada uno de sus puntos y todo pudiese funcionar.

El sol sabía que si él no salía tendría muchas quejas en forma de súplicas, rezos, maldiciones y todas esas cosas que lanzaban las personas de todos los puebles cuando no todo iba justo como querían. Era consciente de que si algún día se quedaba en la cama, como muchas veces le apetecía, nada funcionaría. Todo dependía de él, en realidad, absolutamente todo. Muchos días eso era lo que le hacía seguir adelante, aunque a veces, estando él solo con sus pensamientos, se daba cuenta de que ser tan importante le cansaba un poco.

Un día el sol se puso malito. No estaba seguro de si le dolía la cabeza o el alma, pero tenía muy alta la temperatura. Intentó un par de veces amanecer, pero al final le venció la desidia y se quedó todo el día en la cama. No quería ni imaginar lo que ocurriría. Algo horrible, seguro, pero él, aun así, no quería salir.

Sin darse cuenta se quedó dormido porque, en realidad, estaba muy cansado de llevar una vida tan rutinaria y, aunque llena de responsabilidades, poco elegida, y a las horas despertó. Su primera idea era bonita, todavía con un pie en el sueño, pero pronto recordó que hoy no había hecho lo que debía y le entró una intranquilidad terrible.

Abrió un ojo y no pudo ni creerse lo que vio: en algunos lugares de la tierra ¡¡¡era de día!!!

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Igualdad

Recuerdo a un compañero de trabajo que, a propósito de una conversación sobre música, en la que yo calificaba a Beethoven como un genio, me decía:

–Bueno, sí, es cierto, Beethoven sabía mucho de música, pero también es cierto que yo no sé nada de música, pero sí sé mucho de banca.

Recuerdo que no seguí la conversación. ¡Igualaba su genio al de Beethoven!

Yo creo, y la practico en mi vida diaria, a mi nivel, claro, en la igualdad. En la igualdad de posibilidades de las almas humanas. Y creo que no es menos un genio porque sea blanco ni negro ni amarillo, ni porque sea semita, gitano, europeo o americano, o australiano. Ni porque sea heterosexual u homosexual. Ni porque sea cristiano, musulmán, budista o animista. Ni porque sea monárquico, republicano, anarquista, ni lo que quiera ser. Ni porque sea guapo, feo, alto, bajo, hombre, mujer, joven, anciano, pobre, rico, noble o plebeyo.

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Demasiado viejo para…

Querida Eva:

Son ya varias las veces que te he invitado, dado que te conozco y sé que te gustará, a asistir a un curso, corto pero interesante, sobre filosofía. A pesar de que solo son unos pocos meses durante los cuales podrás echar un vistazo a la filosofía y cultura de varios países, durante diferentes periodos históricos, estoy seguro de que te ayudará a entender a otras personas y a ti misma.

Pero siempre te has excusado diciendo que no tienes tiempo, o incluso últimamente, dices que ya eres demasiado mayor para estas cosas. Te recuerdo que con la misma excusa nunca has realizado ninguno de tus sueños desde que te conocí con poco más de veinte años. Has dejado pasar muchas oportunidades para realizar algunos de tus sueños como: aprender a pintar, aprender inglés para poder viajar, que tanto te gusta, aprender cocina china, y, no puedo dejar de mencionar, tu gran ilusión por navegar a vela.

De mi mano sólo quiero decirte que la falta de tiempo no es un motivo para dejar de hacer algo, sino lo contrario, cuanto menos tiempo nos quede más rápidamente debemos lanzarnos a nuestras pequeñas o grandes ilusiones y sueños.

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Hoy es primavera

¿No lo notáis?, ¿no lo veis?, incluso aquellos a los que la nieve les topa el sombrero, ¿no lo sentís?

El sol no brilla en el cielo sino en todo lo demás, lucen los rostros, lucen los charcos que hoy son azules, las nubes trasladan los sueños de un mundo a otro. Los edifícios no son límite hoy, son camino. Las personas no piensan en lo mismo, toman decisiones, cumplen deseos.

Tus amigos son amigos de sí mismos, tus padres son padres de sí mismos, tus hermanos son tus amigos, tus amigos son tus hermanos, tu mirada es penetrable, todos dejan que pasemos a su hogar más íntimo; sin temor.

«Te amo» es el saludo de todos los pueblos, un saludo universal que todos conocen; «sigo aquí», la despedida de cada persona que se aleja, sólo por circunstancias. ¿Acaso puede alguien dejar de estar cerca de lo suyo?

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¿Cree Vd. que vivimos en el mejor de los mundos posibles?

Esta fue la pregunta con la que terminé uno de mis posts, y la verdad es que no contestaron muchas personas. Pero, yo por mi cuenta, he hecho esta misma pregunta a cuantos amigos y conocidos he tenido a mano. Casi todos han contestado que no, que no vivimos en el mejor de los mundos posibles. Esta respuesta no me extraña, y entiendo que la mayoría de las personas no estén de acuerdo con la afirmación del filósofo Gottfried Leibniz de que “vivimos en el mejor de los mundos posibles”. Tienen un buen argumento a su favor: ¿cómo justificar la presencia del mal, de las dificultades, de los problemas, del dolor?

Un vaso que se cae, un accidente de coche, la sequía que arruina una cosecha, una enfermedad inesperada, despidos masivos, lluvias torrenciales, sequías interminables, empresas en ruina, terremotos, tsunamis, guerras, etc. Las dificultades y el dolor nos rodean, están en todas partes.

La respuesta a la pregunta ¿cómo justificar el mal y las dificultades? la podéis encontrar en la portada del libro de Darwin: “El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida” LUCHA POR LA VIDA. Sin lucha, sin dificultades, no habría evolución.

El dolor se ha mostrado como la mejor ventaja competitiva que tenemos. Es un aviso de que algo va mal y tenemos que corregirlo; el dolor ayuda a reorientar nuestros movimientos y a esta continua reorientación, cambios y adaptación es a lo que llamamos evolución.

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Color esperanza

En esta ocasión traigo una de las canciones en español más famosas por su letra inspiradora. Es una de esas canciones que escuchamos para darnos ánimos, para ver la vida de una forma más optimista.

Su autor es Diego Torres, cantante que nació en 1971 en Buenos Aires, Argentina. De familia de artistas, pues su madre fue una famosa actriz y cantante de los años 50 y 60, Diego comenzó desde muy joven en el mundo musical. Pero la consagración le vino en 2001 con el álbum “Un mundo diferente”, en el que iba incluida esta canción.

Según cuenta en su web, las canciones de este álbum “calan hondo, abren un crédito esperanzador de que no todo es pálido y chato, y ratifican una vez más la importancia de la música para salir del ahogo de la realidad”. Y es que el disco llegó en uno de los momentos más duros de Argentina de la historia reciente.

La canción “Color esperanza” fue elegida espontáneamente en todas las escuelas argentinas como mensaje esperanzador para la familia y como segundo himno en todas las fiestas patrias. También fue elegido el 11 de septiembre como mensaje de paz y esperanza en las radios de toda América.

A continuación la letra completa de la canción: Continue reading

Guerra

Se fueron todos. De repente, todo se quedó vacío y la otrora gran explanada me pareció ahora enorme y desolada. Solo un polvo fino y un amarillo quemado bajo el sol del mediodía. Y en aquella soledad inmensa sólo estaba yo, pequeño y temeroso, asustado, insignificante. Todos se habían retirado. Estaban a salvo. No era su lucha, no era su asunto. Sentía sus risas, sus miradas irónicas, su pequeño desprecio recubierto de superioridad. ¡Pobre! No sabe que este mundo es así. ¿Qué pensará, que pájaros tendrá en su cabeza? ¿Adónde querrá ir, si no hay dónde ir? Alguien le habrá metido vanas ideas en su alma cándida. En el fondo es un inocente, qué vamos a decir…, es un pobre hombre. Pero le queremos, porque en el fondo es bueno. Solo que esta vida le viene ancha.

Los fantasmas aparecieron. Algunos cabalgando enormes monturas. Otros de negro, con vestiduras horrendas. Caras horribles, manos huesudas, portando pequeños espejos en los que mi figura aparecía diminuta, triste y abatida, ridícula, deforme. Unos reían, otros me hablaban parodiando mis palabras, haciéndolas estúpidas, pretenciosas y vacías.

Yo estaba solo y pequeño frente a ellos, como el pequeño David frente a los filisteos. Mi ejército no estaba. No tenía ejército. Sabía imposible la lucha. Y yo estaba solo, como el nacido, como el loco, como el náufrago, como el indigente. Y un enorme terror se apoderó de mí.

Pensé muchas cosas. Pero ninguna era ya posible. No había sitio ya para mí. En un momento de claridad, entendí. Aquella era mi guerra. Y no importaba a nadie. Solo era mi trance, mi precipicio, mi naufragio. Mis enemigos eran sólo míos y los fantasmas vivían en mi casa, sólo en mi casa.

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