Hoy es primavera

¿No lo notáis?, ¿no lo veis?, incluso aquellos a los que la nieve les topa el sombrero, ¿no lo sentís?

El sol no brilla en el cielo sino en todo lo demás, lucen los rostros, lucen los charcos que hoy son azules, las nubes trasladan los sueños de un mundo a otro. Los edifícios no son límite hoy, son camino. Las personas no piensan en lo mismo, toman decisiones, cumplen deseos.

Tus amigos son amigos de sí mismos, tus padres son padres de sí mismos, tus hermanos son tus amigos, tus amigos son tus hermanos, tu mirada es penetrable, todos dejan que pasemos a su hogar más íntimo; sin temor.

«Te amo» es el saludo de todos los pueblos, un saludo universal que todos conocen; «sigo aquí», la despedida de cada persona que se aleja, sólo por circunstancias. ¿Acaso puede alguien dejar de estar cerca de lo suyo?

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¿Cree Vd. que vivimos en el mejor de los mundos posibles?

Esta fue la pregunta con la que terminé uno de mis posts, y la verdad es que no contestaron muchas personas. Pero, yo por mi cuenta, he hecho esta misma pregunta a cuantos amigos y conocidos he tenido a mano. Casi todos han contestado que no, que no vivimos en el mejor de los mundos posibles. Esta respuesta no me extraña, y entiendo que la mayoría de las personas no estén de acuerdo con la afirmación del filósofo Gottfried Leibniz de que “vivimos en el mejor de los mundos posibles”. Tienen un buen argumento a su favor: ¿cómo justificar la presencia del mal, de las dificultades, de los problemas, del dolor?

Un vaso que se cae, un accidente de coche, la sequía que arruina una cosecha, una enfermedad inesperada, despidos masivos, lluvias torrenciales, sequías interminables, empresas en ruina, terremotos, tsunamis, guerras, etc. Las dificultades y el dolor nos rodean, están en todas partes.

La respuesta a la pregunta ¿cómo justificar el mal y las dificultades? la podéis encontrar en la portada del libro de Darwin: “El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida” LUCHA POR LA VIDA. Sin lucha, sin dificultades, no habría evolución.

El dolor se ha mostrado como la mejor ventaja competitiva que tenemos. Es un aviso de que algo va mal y tenemos que corregirlo; el dolor ayuda a reorientar nuestros movimientos y a esta continua reorientación, cambios y adaptación es a lo que llamamos evolución.

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Color esperanza

En esta ocasión traigo una de las canciones en español más famosas por su letra inspiradora. Es una de esas canciones que escuchamos para darnos ánimos, para ver la vida de una forma más optimista.

Su autor es Diego Torres, cantante que nació en 1971 en Buenos Aires, Argentina. De familia de artistas, pues su madre fue una famosa actriz y cantante de los años 50 y 60, Diego comenzó desde muy joven en el mundo musical. Pero la consagración le vino en 2001 con el álbum “Un mundo diferente”, en el que iba incluida esta canción.

Según cuenta en su web, las canciones de este álbum “calan hondo, abren un crédito esperanzador de que no todo es pálido y chato, y ratifican una vez más la importancia de la música para salir del ahogo de la realidad”. Y es que el disco llegó en uno de los momentos más duros de Argentina de la historia reciente.

La canción “Color esperanza” fue elegida espontáneamente en todas las escuelas argentinas como mensaje esperanzador para la familia y como segundo himno en todas las fiestas patrias. También fue elegido el 11 de septiembre como mensaje de paz y esperanza en las radios de toda América.

A continuación la letra completa de la canción: Continue reading

Guerra

Se fueron todos. De repente, todo se quedó vacío y la otrora gran explanada me pareció ahora enorme y desolada. Solo un polvo fino y un amarillo quemado bajo el sol del mediodía. Y en aquella soledad inmensa sólo estaba yo, pequeño y temeroso, asustado, insignificante. Todos se habían retirado. Estaban a salvo. No era su lucha, no era su asunto. Sentía sus risas, sus miradas irónicas, su pequeño desprecio recubierto de superioridad. ¡Pobre! No sabe que este mundo es así. ¿Qué pensará, que pájaros tendrá en su cabeza? ¿Adónde querrá ir, si no hay dónde ir? Alguien le habrá metido vanas ideas en su alma cándida. En el fondo es un inocente, qué vamos a decir…, es un pobre hombre. Pero le queremos, porque en el fondo es bueno. Solo que esta vida le viene ancha.

Los fantasmas aparecieron. Algunos cabalgando enormes monturas. Otros de negro, con vestiduras horrendas. Caras horribles, manos huesudas, portando pequeños espejos en los que mi figura aparecía diminuta, triste y abatida, ridícula, deforme. Unos reían, otros me hablaban parodiando mis palabras, haciéndolas estúpidas, pretenciosas y vacías.

Yo estaba solo y pequeño frente a ellos, como el pequeño David frente a los filisteos. Mi ejército no estaba. No tenía ejército. Sabía imposible la lucha. Y yo estaba solo, como el nacido, como el loco, como el náufrago, como el indigente. Y un enorme terror se apoderó de mí.

Pensé muchas cosas. Pero ninguna era ya posible. No había sitio ya para mí. En un momento de claridad, entendí. Aquella era mi guerra. Y no importaba a nadie. Solo era mi trance, mi precipicio, mi naufragio. Mis enemigos eran sólo míos y los fantasmas vivían en mi casa, sólo en mi casa.

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Quiero vivir eternamente

Se cuenta que cuando al gran alquimista Salomón Trimosín, nacido en 1490, se le preguntó cuánto pensaba vivir, contestó que hasta el día del Juicio Final.

Unos años más tarde, concretamente el sábado, 7 de mayo de 2005, en una entrevista publicada por el periódico El Mundo, el biólogo de la Universidad de Cambridge, especialista en envejecimiento, Aubrey de Grey, afirmó lo siguiente: Me apuesto lo que usted quiera a que ya ha nacido una niña que va a vivir indefinidamente.

Ciertamente, buscar la fuente de la eterna juventud ya no es una quimera de los antiguos alquimistas medievales, sino que se ha convertido en una realidad, en un objetivo de la ciencia. Encontrar las llaves de nuestro reloj biológico parece que está al alcance de la mano: la química, la biotecnología, la robótica, la informática, etc., todas las ramas del saber aportan su granito de arena para conseguir ese viejo sueño; vivir muchos, muchísimos años hasta llegar a ser eternos, es el gran objetivo.

¿Y… después qué?

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La historia interminable

Esa preciosa peli siempre me ha resultado intrigante. Habla de muchas más cosas de las que parece, como ocurre con casi todo en la vida.

A mí «la nada», esa que se come el mundo, imparable, me resuena al miedo, un miedo que paraliza, que poco a poco va haciendo que desaparezcas en todo lo que eres, despacio e incesante. Bien porque te acomodas a lo que parece que es suficiente en la vida, bien porque no te atreves a hacer eso que deseas, bien porque simplemente dejas de creer en ti. A partir de ahí todo lo que sabías de ti mismo irá desapareciendo, convirtiéndose en confuso, en inseguro, en irreal.

Y el único modo de salvarlo es el valor. En este caso, como en el cuento, tú mismo has de ser el protagonista, aquel que crea en Fantasía, aquel que crea en ti. A partir de ahí, desde ese momento, cuanto más luches, cuanto más imagines, cuanto más creas, más grande serás.

Pero, si en lugar de centrarlo en nosotros lo pasamos al mundo en general, micro, macro, todo él, entonces la nada puede ser igualmente la falta de fe, de valores, generalizada, de un mundo que de puro material está desapareciendo. Y la salvación solo vendría porque creamos en lo bello, seamos capaces de sentirlo, de lucharlo…, y cada vez ese mundo posible será más y más grande.

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Amor a la verdad y al conocimiento

Hablar del amor a la verdad es hablar de una de las inclinaciones naturales que más nos definen como seres humanos, tan natural como el impulso de orientación que hace crecer a las plantas hacia la luz.

Todo ser humano ama naturalmente la verdad. Nadie quiere caminar por la vida a ciegas sin distinguir ni reconocer lo verdadero de lo falso o cuando menos lo que nos hace bien de lo que nos daña.

Una de sus expresiones más elementales es la necesidad de autenticidad, el rechazo de lo falso, de lo que a veces con medias verdades tiene como intención el engaño. Sinceridad, autenticidad, fidelidad a la verdad son valores sobre los que se alzan pilares sólidos en la construcción de la sociedad y de uno mismo.

En un nivel más profundo se manifiesta como la necesidad de caminar por la vida con sentido y con coherencia. De alguna manera es cierto que despertamos a un segundo nacimiento interno cuando surge en nosotros la necesidad de sentido.

El amor a la verdad lleva consigo el deseo de saber y aprender. Es amor al conocimiento como proyección de la natural curiosidad del niño y de su no menos natural capacidad de asombro, que busca comprender el mundo, indagarlo, experimentarlo, a la vez que se descubre a sí mismo. Este impulso es natural reflejo de la necesidad de autonomía que trata de llevarnos a nuestra propia realización humana en libertad, dotándonos de discernimiento y criterio. Es el despertar de la razón que como guía interna trata de permitirnos vivir con profundidad y sentido, alejándose de la simple sumisión ciega a unas fuerzas, ya se entiendan «naturales» o «sobrenaturales».

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Ruidos

Sorprendentemente, todos vivimos inmersos en el ruido. ¿Es que nos gusta? ¿O es que lo necesitamos?

Seguramente es lo segundo. El ruido es muy eficaz para impedirnos escuchar. Escucharnos. Por eso nunca escuchamos lo importante. Por eso nunca escuchamos lo que en verdad nos importa. Porque nuestro hablante es silencioso, y más que hablar, susurra. Y no se puede escuchar un susurro en medio del ruido.

Y porque tememos el silencio buscamos el ruido. De un motor, de un televisor, de una multitud, de un partido de fútbol, de una fiesta, de una reunión, de una radio, de lo que haga falta… con tal de esquivar la inseguridad del silencio.

Y, poco a poco, el hablante se cansa, y ya no dice nada. ¿Para qué? No estamos dispuestos a escucharle, no nos interesa lo que nos dice, nos incomoda, puede plantearnos cosas difíciles, puede pedirnos explicaciones, puede acuciarnos a tomar senderos complicados y escarpados… en fin, puede poner en peligro nuestra “comodidad”.

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