El título de este blog no corresponde a ningún grupo de música actual, por más que sus nombres sean sumamente originales. Me estoy refiriendo a que en nuestra sociedad, en los momentos más dramáticos, se propugnan unos valores, pero se admite sin ningún problema que en los medios de comunicación de masas se denigren o rechacen.
La reflexión viene a raíz de la reciente trágica muerte de una menor en Sevilla. Una muerte sin sentido, una muerte absurda, fruto de una mente enferma, dentro de una sociedad enferma. Valentí Puig lo llama, en un excelente artículo, “la extraña sociedad”.
Para este articulista, la razón se encuentra en la pérdida de valores: “Figuras como el padre o el profesor pierden su condición de modelos a imitar. El antiautoritarismo alcanza a impugnar la autoridad legítima del padre o del profesor”.
Los padres de la menor coinciden: «La sociedad cada día tiene menos moral. Quizás seamos demasiado flexibles, empezando por los profesores en los colegios».
Pero por otra parte, vemos que en la sociedad se difunden sin ningún reparo mensajes violentos, racistas, denigratorios, que no se condenan por miedo a no parecer tolerantes. Es curioso que la noche que anunciaron la detención del confeso asesino de esta joven, en la televisión se proyectaba la primera parte de la película “Kill Bill”. Aunque hace casi seis años que se estrenó, nunca la había visto…, y aún puedo decirlo, porque sólo aguanté veinte minutos de secuencias llenas de violencia absurda. Y, sin embargo, es lo que llaman una “película de culto”, un icono de la sociedad actual. Al día siguiente, al comentarlo con algunos amigos, varios me confesaron que la película les gustó. Dios mío, o no entiendo nada, o estamos todos locos: ¿cómo podemos estar tan esquizofrénicos y por una parte “disfrutar” con Kill Bill y por otra condenar el crimen de Marta?