Todo eso es posible ser sin por ello caer en contradicciones. Sé que desde que Tales de Mileto habló del Arché, la filosofía evolucionó hacia posturas contrapuestas que no solo animaron el panorama de la Grecia antigua entre platónicos y sofistas, sino que llega hasta nuestros días, es un debate antiguo y sin resolver que nos hace tomar posiciones que desembocan en acaloradas discusiones, pues determinan, muchas veces, el sentido que para unos y otros tiene la vida. Permitidme, pues, poner mi particular opinión sobre el tema, aunque ya se ha tocado anteriormente en este blog.
Los idealistas u objetivistas son aquellos que creen que existe una única realidad, la misma para todos más allá de la particular percepción que cada uno tenga; esa es la base de la ciencia, aunque en lo moral parezca que no es aplicable.
Los relativistas son los que piensan que no existe una única realidad, y que por tanto todas sirven, todas son reales y justificables.
Los escépticos por su parte piensan que no existe ninguna realidad, y que si existiera (parafraseando a Gorgias) el hombre no podría apresarla, y si la apresara sería imposible comunicarla… lo cual me recuerda el famoso dicho de Lao-Tse cuando dice en el Tao-Te-King aquello de “El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao”, una frase escéptica para con la capacidad de expresión que tienen las palabras, pues la palabra nunca es la cosa que expresa, y necesita de la común experiencia entre los interlocutores: si hablo de amor, solo podrán entenderlo los que amaron, y aun así, esta tomará unas connotaciones u otras según que el amor vivido fuera posesivo o generoso.
Conclusión: todos tienen su punto de verdad, o me lo parece, pues creo que existe una realidad “metafísica” que es la misma para todos, como ya explicó Platón (por encima de las formas que adopta un caballo esta la idea de la especie); pero la percepción que cada uno tiene en función de su experiencia, cultura e intereses es distinta y, sin embargo, respetable, pues para el que piensa así es real (la base de la democracia); y por último, la idea escéptica de que no existe la verdad de nada (conclusión a la que llega el relativista) es cierta en el plano de la vida perceptible donde todo fluye, todo es cambiante, y para mí, eso se asemeja a una actitud de respeto y hasta de humildad ante una posible realidad que escapa a la razón.