Paseando por ti

Intentamos saber cuáles son las respuestas adecuadas a las preguntas-pistas sobre qué es la vida. Si eres capaz de escuchar el enorme sonido de la Naturaleza, podrás escucharte a ti mismo…

¿Te parece que demos un paseo por tu interior? Es otro modo de acercarse a la ansiada verdad que busca el filósofo. Cada uno de nosotros tiene las respuestas a sus propias preguntas; sólo tiene que conocer el idioma del silencio… dejarse hablar.

Vamos a comprobar que estamos ahí dentro:

Dime algo sobre el bien y el mal, lo que quieras, lo primero que te salga… ¿No sale nada? Bueno, entonces calla tu pensamiento y ponte a sentir lo que es el bien. Puedes, cállalo y ponte no a pensar, sino a sentir qué es el bien… Si en unos segundos estás sonriendo serenamente, lo has conseguido, algo dentro de ti sabe qué es el bien, sin ejemplos, sin palabras, sabe que le gusta el bien, te ha hecho sonreír, ¿no?.

Ahora, siente lo que es el mal… Si lo consigues sentirás incluso algo de miedo, un pelín, de desagrado, puede que se te cierren un poquito los ojos en señal de precaución.

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La vida no vivida

Las más de las veces nos movemos por la vida con un miedo terrible a equivocarnos, como si nuestra dignidad (y con ello la autoestima) se pudiera ir al garete por un desliz. Y bien está tratar de hacer las cosas lo mejor posible, poner sinceridad en lo que hacemos y que todo funcione sin problemas. Al error que me refiero y que tanto miedo nos da, es el que puede surgir (o no) cuando hacemos algo imprevisto, cuando nos dejamos llevar por el corazón, por una esperanza, por un sueño, por una intuición que nos impulsa a lanzarnos al ruedo de vivir.

En ocasiones convertimos nuestra vida en pura rutina por faltarnos ese soplo, ese empujoncito que venza el miedo a… ¿A qué? ¿Al ridículo, al qué dirán? Y mientras esto nos sucede, en mayor o menor medida, la vida pasa y nos quejamos amargamente de nuestra suerte, o nos conformamos con ver otras vidas en las películas, o lo que es peor, a opinar sobre la vida de los demás.

No nos damos cuenta de la riqueza que podemos encontrar tras esos posibles errores que finalmente suelen convertirse en aciertos, porque lo acertado siempre es vivir, buscar, crecer, realizar la inquietud que por dentro nos quema. Y no es que yo lo diga, esto es una vieja enseñanza que Jung convirtió casi en ciencia: «Se puede morir de la vida no vivida».

Remando al viento

«He llegado a la aterradora conclusión de que yo soy el elemento decisivo. Es mi enfoque personal el que crea el clima. Es mi humor diario el que determina el estado del tiempo. Tengo un gran poder para hacer que mi vida sea triste o alegre…».

Este texto de Goethe me ha recordado que existe la grava y que sé lo que provoca en mi piel rasgada por ella.

¿Quién no se ha sentido alguna vez remando al viento o, más bien, guiado por su antojo, con la sensación de que nuestra barca unas veces avanza, pero otras se aquieta y otras tantas permite que el mar y el aire jueguen con ella, obviando el esfuerzo perenne de nuestros humanos brazos internos? Es entonces cuando recuerdas tu piel rasgada por la grava, manchada en rojo y negro. Aun así, comprendes que continúas flotando, respirando, que debes seguir luchando.

Son momentos, son verdades que hablan de media luz, de soslayos, de zozobras, de sombras, de me toca, de es la vida, de ahora entiendo…, tan reales y tan nuestras como los más sublimes brillos.
Recordar es mi ungüento más fiable para semejantes instantes o eternidades.
Recordar, cachorro, que lo sigues siendo, por puro, por limpio, cuanto más adentro.
Recordar, gran parra, que existe la poda, para no temerla si insiste en su intento… en abril vencerán tus brotes de nuevo.
Recordar que un día no supiste andar, ni hablar, ni correr… el próximo paso: limpiar las heridas de sangre y de grava; aprender a ser».

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El hombre ante la inmensidad

Yo también estuve en la playa este domingo pasado, pero lo que vi no fue la vida cotidiana del ir y venir de la gente o los castillos de arena que se desvanecen (o más bien eso fue en lo que no me fijé). Lo que sí vi o me pareció ver fue al hombre ante la inmensidad. Para ser más exactos, vi a los niños frente a la inmensidad del mar. No fueron uno ni dos sino varios, tenían entre cuatro y seis años, y si como dicen algunos psicólogos lo que ha de ser del hombre ya lo podemos ver en el carácter del niño que fue, el título de mi blog de hoy no es del todo incierto.

Uno de ellos, el primero que llamó mi atención, se acercó a la orilla de la playa dando saltitos de contento, con las manos hacia arriba y emitiendo un canto alegre e indescifrable. De pronto se arrodilló (siempre a salvo del agua), extendió sus bracitos como queriendo abrazar el mar y cerró los ojos con una enigmática sonrisa dibujada en su carita. Debo confesar que me conmovió tanta devoción innata, algo de lo que yo suelo adolecer para bien o para mal.

Otro niño se acercó corriendo alejándose de sus padres y sin más preámbulos se arrojó al agua y se puso a jugar con las pequeñas olas que rompían en la orilla. Cuando alguna era demasiado grande y le salpicaba a la cara, salía corriendo del agua hacia sus padres, que le arropaban con una toalla. Así estuvo un buen rato hasta que su madre lo cogió en brazos y ambos se adentraron en el mar.

Había un niño muy gracioso que corría hacia la orilla con el mismo ímpetu que el anterior y con los brazos extendidos, pero cuando llegaba hasta la espuma donde moría la ola corría en sentido paralelo y luego se alejaba del peligro. Así estuvo haciendo círculos varias veces, cogiendo carrerilla y valor cada vez que corría hacia las olas y volviendo a girar antes de mojarse. Recuerdo que pensé: «al final se meterá», y posiblemente lo hizo, pero yo ya dejé de prestar atención cuando vi que su padre quería cogerlo para meterse en el mar con él mientras este huía aterrado. Entonces pensé: «no creo que sea bueno forzarle, cada cosa lleva su tiempo».

En fin, vi en esos niños tres maneras de vivir esa inmensidad del mar que no les dejaba indiferentes. Quizá eso sea lo importante en el fondo, no quedarnos indiferentes ante la inmensidad de lo que no podemos abarcar o comprender.

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A Indonesia

Esto de la «filosofía cotidiana» tiene mucho que ver con el sentido práctico de la vida, con la generosidad, con la buena voluntad y también con la acción. Esa acción que leíamos en el inicio del Bhagavad Gita, que siempre es preferible a la inacción, a pesar de las dudas que le asaltan a Arjuna. Porque es preferible hacer algo, aun a riesgo de equivocarse, que no hacer nada.

Hablábamos también de generosidad, y un filósofo es siempre generoso, porque como leíamos en el mito de la caverna de Platón, dentro del libro de La República, el verdadero filósofo es el que una vez que conoce que existe luz más allá de la caverna, vuelve de nuevo a la oscuridad de la caverna por generosidad, por amor a sus semejantes, que no conocen que pueden liberarse de las cadenas y de las sombras.

Podemos seguir ofreciendo ejemplos prácticos de lo que es un filósofo en la vida cotidiana, pues la filosofía práctica no es solo leer, memorizar libros de filosofía, sino poner las enseñanzas en la práctica.

Hoy están llegando algunos de estos filósofos a Indonesia en ayuda humanitaria, con la coordinación del Grupo GEA de Ecología Activa. Los que no hemos podido ir, hemos contribuido con alguna cantidad de dinero para ayudar a que la vida continúe en este lejano país.

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¿Quién es Dios?

Era muy pequeño, tan pequeño que te hacía recordar qué es la ternura. Miraba continuamente a su alrededor a pesar de que no pasaba absolutamente nadie, ni nada. Intentaba sostenerse sobre sí mismo, mientras se desplazaba por aquellas escaleras de madera que le servían más de obstáculo que de apoyo.

No pude evitar ofrecerle lo más parecido a un cobijo que llevaba encima, mi bolso.

Aquella cría de gorrión llegó a casa con más miedo que plumas, y cargando de entusiasmo a todos los que luchábamos por él.

Durante los pocos días que duró su vida, escuché muchos comentarios que decían: ¿qué sentido tiene cuidarle?, sus días están contados. Siempre me venía a la cabeza la misma respuesta, que pocas veces hice voz: ¿por qué no dejas de comer «humano preguntón»?, tus días también están contados.

Cuando la vida es finita, es siempre corta. ¿Hace eso que deje de ser bella? ¿Qué hace que vivir unos días más merezca la pena? Seguramente, la manera en que se vivan. Si son llenos de verdades, de caricias del alma, de sintonía en la mirada, de comprensión de lo esencial… habrán merecido la pena. ¡Quién fuese capaz de vivir cada semana como si fuese la última! Aunque en realidad, solo nos lo impide olvidar que cada semana es un pedazo de vida.

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¿Es todo relativo?

Tenía pendiente una reflexión sobre el relativismo a raíz de varios comentarios de este blog. Pues bien, a ello me pongo. No he querido ver lo que dice Platón ni qué otras ideas se mueven por ahí. He preferido echar mano de lo que yo entiendo, de lo que a mí me sirve. Podrá no ser original, podrá estar equivocado, pero es el fruto de mi propia reflexión.

Creo que es un error plantear si el relativismo es verdadero o falso. Es verdadero en cuanto que para mucha gente lo es y eso le da apariencia de realidad, pero es falso desde el punto de vista de alguien que ve en la vida un sentido muy claro y concreto, sea un sentido espiritual o hedonista, aunque dicho sea de paso, no creo que sean excluyentes. Lo relativo surge ante una dualidad, ante la posibilidad de que una misma cosa pueda ser buena o mala según se mire, y por lo tanto, se puede decir sobre ello eso de “es relativo”.

Pongamos un ejemplo culinario: una comida puede ser deliciosa, exquisita, transportarte mediante el deleite del paladar a sensaciones muy placenteras, por lo que podemos decir que esa comida es buena, absolutamente buena, sin relativismos. Sin embargo, puede suceder que ese manjar sea en realidad un veneno para el cuerpo. Entonces sí, entonces surge el relativismo pero solo en apariencia. Si para esa persona vivir es importante y valora su vida, no querrá acabar con ella, con lo cual desaparece la relatividad y esa comida, por muy buena que esté, es absolutamente mala, porque lo que tiene de bueno es tan ínfimo comparado con perder la vida que no cabe duda, es mala. Si planteamos que alguien prefiere la experiencia culinaria aun a costa de su vida, el absoluto se sigue dando pero en sentido contrario, la comida sería absolutamente buena para él, pero esto es algo que nadie en su sano juicio aceptaría.

Este mismo ejemplo podríamos aplicarlo infinitamente a todo aquello que nos parece relativo, y posiblemente veríamos que al final “no todo es relativo”. Lo que puede suceder es que ignoremos que esa “comida” sea en realidad un veneno.

Mi conclusión final sería que el relativismo existe pero es falso.

Filosofía cotidiana en Internet

Cuando comenzamos este blog, nos pusimos como meta hablar no ya solo de filosofía, sino de la óptica filosófica de la vida, el punto de vista de quienes queremos aprender filosofía práctica para la vida. A la hora de poner un título al blog, y como un blog es precisamente un diario, el elegido fue «el filósofo cotidiano», en lugar de otras posibilidades como por ejemplo «filosofía para vivir» o «filosofía práctica». El título también nos recordaba un estupendo libro, El héroe cotidiano. Reflexiones filosóficas, del que encarecidamente recomendamos su lectura.

Pero no me preocupé de mirar qué otras páginas tenían como título o como temática la «filosofía cotidiana». Por eso voy a mencionar ahora dos páginas web y otro libro. Empezando por el libro, 101 experiencias de filosofía cotidiana donde leemos que «el autor propone al lector recuperar la capacidad de asombro»; ¿qué otra cosa, si no, es la filosofía?

En cuanto a las páginas web, primero mencionaremos la que precisamente tiene este título y nombre de dominio www.filosofiacotidiana.com de una escritora mejicana que también organiza cafés filosóficos y se ofrece como «consejera filosófica».

Y por último, nos ha sorprendido un foro de la Universidad de Sevilla cuya temática es Filosofía y Vida Cotidiana, en donde numerosos estudiantes o participantes del foro conversan sobre distintos aspectos de la filosofía y la vida. ¿Quién dijo que la juventud solo se preocupa ya en ganar más dinero y trabajar menos?

Preguntas: las primeras pistas

Si has dedicado tiempo suficiente para buscar respuesta a esa cuestión lanzada al aire y que parece bastante coherente investigar: ¿qué es la vida?, lo más seguro es que lo que hayas encontrado sean muchas preguntas. Eso es bueno, las preguntas son las primeras pistas, las miguitas de pan de garbancito, el hilo que tira de la inquietud.

Cuando uno se da cuenta de que puede, y quizás deba, plantearse su propio existir, comienzan a surgir las preguntas: ¿¿¿¿qué, cómo, por qué, cuándo, hacia dónde, para qué…????

Las respuestas se pueden buscar en bibliotecas, en cabezas y corazones ajenos (opiniones), en nuestro entorno… Cómo saber cuáles son las correctas es más sencillo de lo que parece.

¿Alguna vez has estado sentado tranquilamente al lado de un riachuelo o paseando por un bosque, un desierto, o mirando al mar a solas? Si has callado tu mente en uno de esos momentos, habrás notado que una pequeña serenidad está contigo. Luego, por un instante, algo te hace notar que frente a ti hay algo inmenso, es como una intuición, un mensajito que llega a ti por una vía no habitual y que dice exactamente: «esto es la leche», y se va, sin saber por qué. Aunque te deja esa sensación placentera que produce el contacto con la Naturaleza, con lo que sientes más real que nada, más grande que tú… porque lo sabes, notas que es más grande que tú; tan grande como cierto. Y te vuelves a casa con una sonrisilla sincera y la sensación de que has tocado el cielo unos segundos.

Eso es estar cara a cara con la verdad. Está ante nuestros ojos en cada momento, aunque solo en ocasiones seamos capaces de percibirla.

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Protágoras y el relativismo

Leía el otro día el comentario de uno de nuestros lectores acerca del relativismo del que se achaca a Einstein sin fundamento, por enunciar la Teoría de la Relatividad.

Otra cosa es el relativismo filosófico que se le atribuye a uno de los más famosos sofistas, Protágoras. La verdad es que de todos los sofistas, siempre me cayó bien Gorgias por su escepticismo, como buen remedio para toda aquella credulidad sin razonamiento, tanto fanatismo y falta de libre pensamiento que impera hoy en día. Y también Protágoras, en quien vi más bien el inicio del antropocentrismo que el relativismo moral que ahora mencionamos.

Su principal máxima fue el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son.

Esta frase es interpretada en el sentido de que no hay verdades absolutas, sino que las cosas son tal y como las percibimos cada uno de nosotros. Lo que para una persona es bueno, para otra puede ser no serlo. ¿Quién tiene razón? Según Protágoras todas las opiniones tienen la misma validez. Llevado a una posición extrema, esto nos conduce a poder permitirnos defender tesis contrarias al mismo tiempo, que es una de las características que más criticaba Platón a los sofistas (aparte de cobrar por sus enseñanzas).

Platón intentó combatir este relativismo proclamando la existencia de valores absolutos que son los que permiten alcanzar la bondad, la belleza y la justicia. Recomiendo este estupendo artículo con las distintas argumentaciones platónicas. De todas ellas, como aficionado a la lógica matemática de Gödel, me gusta la última, basada en el análisis lógico de estas dos proposiciones: Continue reading