«Ten cuidado, que estos chicos tan majos no son lo que parecen».
Quién nos iba a decir que la facilidad de Pinocho para modificar la realidad iba a ser convertida en arte… O más bien, en malas artes… Si hoy existieran narices como la suya, Quevedo disfrutaría de lo lindo (ya sabes, el de «Érase un hombre a una nariz pegado…»).
Las fake news parecen modernas, pero el concepto se inventó hace mucho (algunos ejércitos antiguos difundían de vez en cuando alguna trola para despistar al enemigo); lo que pasa es que Internet y las nuevas tecnologías lo han sofisticado bastante. ¿Para qué anular a un oponente si puedes anular a cien mil de una vez y sin despeinarte?
Además, ¿para qué vamos a decir «noticias falsas» pudiendo llamarlas «fakes»? Esto va más con nuestro lenguaje moderno, tan práctico, tan inclusivo, tan resumido…: finde, porfa, peli, info…
Las fakes evitan esfuerzos a aquellos cuyo objetivo es la desinformación. ¿Por qué argumentar y convencer, con lo trabajoso que es? Mejor soltar un bulo y que ruede, como las bolas de nieve: llegará más lejos y encima nunca se sabrá quién fue el listillo que lo lanzó (persona, institución o cosa).