A pesar de que mi naturaleza e instinto han luchado siempre por formar una familia, se genera, observando el mundo, la duda: ¿tiene sentido tener hijos?
Por supervivencia de la especie parece que no resulta muy necesario, pues ya sobramos unos cuantos millones en el planeta.
Por supervivencia de unos valores a transmitir… ¿cuáles?, ¿los de qué cultura? Si aún no nos hemos puesto de acuerdo en cosas tan elementales como si los derechos humanos deben cumplirse o no. Resulta que los mismos que los firman se dan la vuelta y los incumplen en honor al dios dólar.
Todo es físico, químico, molecular, astronómico, nada depende de nosotros, ¿para qué ese empeño en permanecer si las grandes fuerzas de la Naturaleza y el universo marcan lo que ocurre?
Si la exitencia del hombre no tiene sentido, ¿para qué perpetuarla? ¿Qué más dan unas cuantas plantas más, unos cuántos animales más, unos cuantos hombres más?
¿De quién son nuestros hijos, más que de la casualidad?
¿Por qué, para qué se nos da ese instinto de procreación y de cuidado de los niños? Esa tendencia interna a transmitir lo positivo que sabemos, no solo a los de nuestra sangre, sino a todo aquel que veamos lo precisa. No es ego lo que nos mueve, ni generosidad, sino que forma parte de nosotros esa capacidad y necesidad de traspasar lo que llevamos.
¿Dónde está la verdad, dónde el conocimiento, filósofo?
¿No hay algo en ti que leyendo estas preguntas grite un gran «NO»?
«Tiene sentido, sé por qué estoy aquí, la vida depende de lo que el hombre haga con ella. A los hijos y a todas las personas que se cruzan con nosotros podemos transmitirles lo positivo que conocemos. No hay duda sobre si los derechos humanos deben cumplirse, solo tenemos que conseguir que las grandes verdades que todos llevamos dentro no sean borradas por rutinas, culturas ni miedos. Nunca somos demasiados si nos respetamos lo suficiente…».
¿Cuál es la verdad, filósofo?