Un amigo, sabiendo que el tema me atrae, me pidió que dedicara un blog al silencio… y una vez más me aferro a la sonoridad de la propia palabra, que como diría Matilde Asensi (y otros autores) en su libro “El origen perdido”, el sonido de las palabras tiene su propia fuerza: sssshhhiiiiilennnnciooo. Y todo en nosotros se calma, se queda como en suspense, las emociones siguen ahí pero sin manifestarse, los pensamientos se diluyen como intuyendo que son incapaces de abarcar lo que el silencio trae. De pronto comprendemos algo que se nos escapaba y que, seguramente, dejaremos de entender cuando vuelva el “ruido”. No son razones, no es demagogia, no son sofismas; es la vieja posibilidad del hombre de la visión directa, de aquello que habla el zen, de ver y comprender de manera impersonal, sin intermediarios, sin el ruido distorsionarte de los deseos convertidos en emociones y pensamientos.
“Soy el silencio que hay entre dos notas…”
Rainer María Rilke. Libro de horas.
¿Utopía? Seguramente, pero ya sabéis lo que pienso de eso. Vivimos inmersos en el ruido, y no solo en el interior, sino, especialmente en España, en un mundo muy contaminado acústicamente. A veces he llegado a pensar que precisamente nos rodeamos de ruido para huir del silencio, buscamos el bullicio para llenarnos de algo, y nos incomoda estar solos. Como dijo alguien: la soledad consiste en no saber estar con uno mismo, ¿y cuántas veces, de pronto, no nos hemos sentido solos en mitad de la gente? Y es que nada puede sustituir al silencio, salvo el silencio… o la poesía.
Algo tendrá para que los pitagóricos lo incluyeran en su escuela de Crotona, haciendo pasar al novicio u “oyente” (akusikoi) dos años de silencio que, a veces, se prolongaba a cinco, en los cuales debían meditar las enseñanzas. Y aún más, para imprimir esta regla en el espíritu del nuevo “oyente”, se le mostraba una estatua de mujer envuelta en amplio velo, un dedo sobre sus labios: “La musa del silencio”.
Veo en el silencio una maravillosa puerta olvidada, y que sin embargo está ahí, al alcance de todos; sólo hay que atreverse a llamar y aparece… Misterioso Silencio…