Una de las cosas que más me atrajo de Nueva Acrópolis es que su finalidad no es aislarse del mundo, o promover un retiro “monástico” en algún lugar apartado. Esta es la forma en que trabajan otras instituciones, que se basan en el principio de que el camino de superación lo tiene que recorrer cada uno de forma individual y por eso es superfluo cualquier acompañamiento.
Sin embargo, Nueva Acrópolis tiene vocación de agrupar a un núcleo de hombres y mujeres, no para alejarse del mundo, sino para formar un equipo. Porque recorrer un camino en equipo, aunque cada uno tenga que dar sus propios pasos, es muy reconfortante.
El fin de semana anterior estuve con un grupo de jóvenes voluntarios de GEA realizando una travesía por Sierra Nevada. Partiendo de la cercanía del Monte Veleta (3.392 m), hasta el que subimos, llegamos al Mulhacén (el pico más alto de la Península Ibérica, con 3.482 m), para luego descender hasta Trevélez, en donde hicimos una limpieza ecológica de los alrededores del río con el mismo nombre.
Para los que no estamos muy acostumbrados a este esforzado ejercicio o que nuestra edad ya se resiente de condiciones extremas, nos resultó una dura experiencia. Cada uno tenía que recorrer su propio camino y vencer sus propias dificultades. Está claro que no transportábamos a nadie a hombros, ni andábamos por el compañero de al lado. Unos tuvieron que superar el frío extremo (para esta época del año), sobre todo por la noche al caer el sol en alturas de más de 3.000 m; otros tuvieron que superar la falta de oxígeno, que proviniendo de una ciudad costera se notaba cuando en el último repecho costaba subir de 3.400 a 3.500 m; otros sufrían el cansancio, o las rozaduras del calzado, o la falta de descanso, o simplemente la falta de fuerzas por la poca costumbre de andar en la montaña y pasar muchas horas sentado delante de un ordenador.
Pero todos caminábamos juntos en una misma dirección, éramos parte de una misma expedición y todos lo superaríamos juntos o no lo superaríamos: una extrema debilidad de alguno de nosotros o un pequeño accidente hubiera hecho que todos tuviéramos que cambiar nuestros planes para ayudar al más débil. Y eso nos daba fuerza a cada uno de nosotros, y daba fuerza a todo el equipo.
Sí, el camino debe hacerse de manera individual, pero tener compañeros de ruta nos da más fuerzas.