Como el perro y el gato

Así es como parece que se llevan ciencia y filosofía, como el perro y el gato. Y son muchos los científicos que no pierden oportunidad para expresan este sentimiento adverso. Incluso el llamado príncipe de las matemáticas, Carl Friedrich Gauss (1795-1798), escribió: ”Cuando un filósofo dice algo que es verdad, entonces es trivial. Cuando él dice algo que no es trivial, entonces es falso”.

Más recientemente se cuenta la siguiente anécdota: un rector de una importante universidad entra en el aula de física muy enfadado gritando: «¿Por qué ustedes los físicos siempre necesitan un equipamiento tan caro? El Departamento de Matemáticas sólo necesita papel, lápices y papeleras y el Departamento de Filosofía es aún mucho mejor, ni siquiera necesita papeleras». Esta anécdota refleja muy bien el sentimiento negativo que muchos científicos tienen de la filosofía, la de una materia poco clara en la que todo vale.

De modo que cuando a mí me propusieron aportar una visión que reuniera ciencia y filosofía me vino a la cabeza este sentimiento “perruno” que muchos científicos sienten hacia la filosofía. Creo que este sentimiento nace de un desconocimiento de los verdaderos objetivos de la filosofía.

La filosofía busca la realidad, la verdad, a través de estados intermedios que Platón llamó recta opinión, sin importar el camino que cada uno haya elegido según sus gustos y aspiraciones.

Es desde este punto vista desde el que podemos decir que todo trabajo en ciencia, arte, religión o política que nos acerca un poco más a la verdad y a la Naturaleza es un verdadero trabajo filosófico, y todo lo demás, un montón de cuentos sin fundamentos.

Y es así como podemos reunir ciencia y filosofía, perros y gatos, corderos y leones y cualquier otra clase de animales, ahí juntos, tranquilamente colaborando en armonía, en ese céntrico lugar que podemos llamar filosofía.

Resuelta esta cuestión, creo yo, sólo nos queda elegir que clase de filósofo queremos ser: como Sócrates, que decía que no sabía nada, o como los otros, que no saben ni siquiera eso.

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