He terminado de leer un libro titulado “Hiperespacio”, y no es un libro de ciencia ficción, es un trabajo muy serio del profesor de física teórica Michio Kaku. Es un libro interesante, bien construido, con muchas referencias y anécdotas, ameno y fácil de leer, lo que no es poco para tratarse de un libro que trata sobre la teoría de supercuerdas y espacios multidimensionales.
En uno de los capítulos finales trata sobre el reto que la humanidad tiene por delante, el hecho inevitable de que el universo morirá; bien por “frío” en un universo abierto, o bien por “fuego” con un universo cerrado.
El profesor M. Kaku nos dice que imaginar una posible vía de escape a esta catástrofe es muy difícil, porque nuestro cerebro piensa de una forma lineal, mientras que el conocimiento lo hace de forma exponencial. Los físicos John D Barrow y Frank Tipler están plenamente de acuerdo con esta línea de pensamiento y añaden que: “La tecnología continuará creciendo exponencialmente durante miles de millones de años”.
¿Qué tipo de civilizaciones, en el futuro, será capaz de encontrar una posible solución?
Bien, para contestar a esta pregunta, el astrónomo Nicolai Kardashev clasifica las civilizaciones futuras de la siguiente forma:
Tipo I capaz de controlar los recursos de un planeta.
Tipo II capaz de controlar la energía del Sol.
Tipo III capaz de controlar la energía de toda una galaxia.
Nuestra civilización presente la clasifica de Tipo 0, una civilización que está empezando a aprovechar los recursos del planeta pero que solo dispone de una tecnología muy rudimentaria.
En el libro, el profesor M. Kaku explica que, según la teoría de supercuerdas y las matemáticas multidimensionales, existen universos paralelos al nuestro, y estos universos podrían convertirse en la escapatoria que estamos buscando. Pero para poder hacer esto necesitamos la tecnología de una civilización de Tipo III o superior, que contara con una tecnología lo suficientemente avanzada como para poder dar un salto dimensional y, desde allí, cómodamente instalados, podremos ver el colapso de nuestro anterior, viejo y querido universo.
Sabemos, por los restos arqueológicos, que desde las primeras agrupaciones humanas, que se sentaban alrededor de una hoguera y decoraban las cuevas con dibujos, y hasta nuestros días, todas las civilizaciones han intentado de alguna forma predecir el futuro, adelantarse a los acontecimientos, ganarle la partida al destino. Pero creo que no es prudente predecir o trazar el futuro de la humanidad como una multiplicación o a una exponencial en torno a una constante, la tecnología.
La historia nos ha enseñado que la humanidad no se mueve en forma lineal, ni exponencial, sino cíclica, en espiral, en la cual las constantes también van cambiando: pintura rupestre, caza, pirámides…, y hoy, la tecnología, y mañana… ¿quién sabe?
Además, hay un hecho importante que se ha pasado por alto a la hora de hacer estas predicciones. Ahora mismo, ya, disponemos de suficiente tecnología para que todos podamos tener acceso al agua potable, a los alimentos, a la educación básica, etc., y sin embargo, hay millones de seres humanos que mueren sedientos, hambrientos y analfabetos.
La foto ilustra muy bien esta situación: productores lácteos vierten miles de litros de leche en el campo para estabilizar los precios. ¿Por qué esta leche no llega a donde hace falta? ¿Por falta de tecnología? Es evidente que no. La solución no está en la tecnología, sino en quienes la manejan.
Srs. profesores, yo no sé si los periódicos llegan a los departamentos de física de las universidades o es que sois todos muy optimistas. Pero antes de seguir haciendo predicciones, debemos enfrentarnos al hecho incuestionable, y científicamente comprobado, de que la tecnología es incapaz de mejorar al ser humano. Elijan ustedes a un asesino, un ladrón o un mentiroso cualquiera, suminístrenle alta tecnología y lo que obtendremos será un asesino o un ladrón aún más peligroso, y no buenas personas. No quiero ni imaginar un ladrón asesino multidimensional, pues entonces sería imposible poner nada a salvo ni construir cárcel capaz de contenerlo.
Porque, como expresaba Platón:
«Pero lo difícil, ateniense, no es eludir la muerte; es mucho más difícil eludir la maldad, pues corre más veloz que la muerte”.
Quizás la verdadera revolución y salvación para la humanidad no venga de la mano de la tecnología, sino de algo inadvertido por nuestra tecnológica civilización: por la filosofía y la reflexión. Así que, a la hora de predecir el futuro, yo les diría a los profesores lo que el Nobel de Física Niels Bohr le contestó a un colega: «le pido a usted que piense, no que sea lógico”.