Aquel día salió Jesús y se sentó junto al lago. Se reunió en torno a él mucha gente, tanta que se subió a una barca y se sentó, mientras la gente estaba de pie en la orilla. Les contó muchas cosas por medio de parábolas:
Salió un sembrador a sembrar. Al hacerlo, parte de la semilla cayó al borde del camino, pero vinieron las aves y se la comieron. Parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra; brotó en seguida porque la tierra era poco profunda, pero cuando salió el sol se agostó y se secó porque no tenía raíz ni humedad. Parte cayó entre zarzas, pero estas crecieron y la ahogaron. Finalmente, otra parte cayó en tierra buena y dio mucho fruto.
Los siguientes versículos de estos textos hablan de la explicación sobre cada semilla. En realidad, cada uno podrá darle un significado propio a estas palabras que, por muy marcadas de Iglesia que a algunos les suenen, no son más, ni menos, que enseñanzas atemporales. Si nos sirve Buda o los textos hindúes, los aprendizajes egipcios o los nuevos pensadores, por qué no rescatar un texto de unos 2000 años.
Si queremos ser prácticos, este texto puede estar hablando de clientes, de marketing; si queremos ser místicos, este texto puede estar hablando de aquellos que comprenden el mundo y aquellos que no. Si queremos pensar en personas, puede hablar de amigos; para algunos hablará de mujeres; para otros, de intentos y frutos.
Lo cierto es que hablaba de personas, sí, de los corazones de las personas, más preparados o no, con unas circunstancias y vivencias u otras, que les hacían más receptivos a un mensaje concreto; por tanto, algunas comprendían y otras no.
Da igual, sea biblíco, indú o sufí, es un texto que refleja un mensaje crucial, preparate para recibir cosas nuevas, para conocer otros caminos, me ha gustado bastantes, y claro, puede haber una multiplicidad de interpretaciones…
Un gran sabio de nuestro tiempo, a quienes muchos tuvimos la gran fortuna de conocer en vida, estaba cierto día acompañando a un labrador que hacía su siembra.
En determinado momento, el labrador le preguntó:
– Y usted, señor, ¿qué siembra?
El sabio le contestó:
– Yo siembro hombres.
Tras meditar un rato, el labriego le dijo:
– Eso es mucho más difícil que lo que yo hago.
Cuando este sabio nos refirió la pequeña historia, nos comentó:
– Los grandes pensadores de las mejores universidades no hubieran comprendido mejor que este hombre lo que yo quise decirle.
Un abrazo, Altea, y sigue sembrando…
Una bella enseñanza, pienso que debemos meditar aún mas sobre el alcance de ella, para que así podamos extraer su esencia y renovado significado.
bella, muy bella enseñanza, necesario resulta meditar y disernir acerca de ella, a fin de siempre extraer su esencia y renovado significado. En verdad es una eseñanza atemporal. eterna si lo es